Chávez y el poder de la palabra

¿Quién no recuerda, en estos momentos, una anécdota del Comandante Supremo, Hugo Chávez Frías, en cualquier rincón de la Venezuela libertaria?

Sería casi imposible precisar la cantidad de cuentos, historias y relatos que involucran al líder bolivariano. Desde la Sabaneta barinesa hasta la silla de Miraflores se acumulan un compendio de historietas que despiertan sentimientos de amor, cariño, rebeldía y odio, todo depende de la óptica con la que se mire el horizonte.

Su particular fonética casi siempre vino acompañada de anuncios importantes y de enseñanzas en términos castrenses, políticos, sociales, económicos y, sobre todo, ideológicos.

Chávez, con premeditación o no, cuidaba cada detalle de su retórica. Sabía cuando era el momento propicio para lanzar al viento una idea que terminaba acariciando las mentes de las mayorías que siempre se identificaron con él, aunque a los adversarios sus pensamientos tampoco les fueron indiferentes, al punto que hoy, después de 13 meses de descanso eterno, le reconocen el nivel de formación, propio de un estadista político de avanzada.

Sus palabras hacían contacto con el pueblo de manera directa; tocaban su fibra y el mensaje era captado con una claridad precisa que rebotaba, a su vez, en millones de cabezas.

Las expresiones propias de la espesa llanura viajaron hasta colocarse en las urbes con mayores registros de población, gracias a las alocuciones del Arañero, que, además, erizaban la piel de quienes sienten afinidad directa con la Revolución Bolivariana.

Para Chávez, el Padre de la Patria, Simón Bolívar, fue el autor intelectual de todo el proyecto por el que se guía la nación en estos momentos. En cada discurso reivindicaba la lucha Gigante de América, como un ejemplo para los revolucionarios del mundo.

Chávez enseñó al pueblo a leer la historia, no como la contaron algunos, sino realmente cómo sucedieron los hechos que, en muchos casos, fueron ocultados por la clase dominante en función de mantener sus privilegios.

Mientras otros desestimaron el efecto alfabetizador, en un esquema de instrucción distinto a los tradicionales, Chávez apostó porque el desdentado aprendiera a leer su pasado, entendiera su presente y proyectara su futuro.

Más allá de la individualidad, demostró que él era un pueblo cargado de ganas de salir adelante. Jamás se limitó a las consignas sin sustento, pues cada grito constituía la voz de millones que claman por ser escuchados, convencidos que otro mundo mejor es posible, siempre que apunte a la dirección colectiva basado en las raíces populares, que han demostrado una sabiduría sin precedentes.

Hoy Chávez se tatuó en los corazones de los descamisados y jamás saldrá de allí.



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Oswaldo López Martínez

Periodista de @CiudadVLC/ Moderador del programa #EnLaCumbre, por @RNVcentral 90.5 FM

 Siguels@gmail.com      @OswaldoJLopez

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