Hay días que se recuerdan por aciagos, por ser fechas marcadas por acontecimientos dolorosos. Este jueves santo del 18 de abril de 2014 va a ser recordado por ser uno de esos días. A través de los medios y en la tranquilidad del feriado, nos enteramos que tres personas que dejaron su propia huella desde distintos niveles y lugares de la cultura, abandonaron este día su existencia terrena y nos dejaron de golpe el doloroso vacío de su ausencia física.
A riesgo de convertir estas líneas en algo personal, no puedo hablar de ninguno de ellos sin dejar de relacionarlo con la experiencia de vida, con las emociones y vivencias experimentadas al recibir el aporte de cada uno, aportes de esos que nos ayudaron a crecer como personas.
El Gabo
Es muy difícil que uno recuerde en que ocasión o dónde leyó algo por primera vez. Sin embargo en el caso de García Márquez, su primera lectura dejó una marca tan indeleble que hasta el día de la fecha mantengo una clara conciencia de cuándo y dónde encontré por primera vez el regalo de su prosa. En un verano del Montevideo de los 60, recuerdo haber ido a la playa a encontrarme con unos amigos, acompañado solamente con un librito bajo el brazo: El coronel no tiene quien le escriba. Los amigos no habían llegado todavía y me puse a leer, quedé atrapado inmediatamente por la magia de sus palabras, y me lo devoré de un tirón. El impacto emocional fue tan fuerte, para un joven en aquel tiempo bastante ingenuo e inexperiente, que no esperé a mis amigos, terminé de leer y me volví a mi casa, demasiado conmovido como para seguir tendido al sol. El choque fue tan intenso que después, cada vez que pensaba en él, no llegaba a recordar demasiado del argumento y me embargaba únicamente un profundo sentido de desesperanza.
Ese fue mi primer encuentro con el Gabo, y cuando lo empecé a conocer más profundamente a través de sus otras obras (sobre todo con los Cien Años de Soledad) se me convirtió en uno de los referentes más importantes de aquel boom latinoamericano que marcó profundamente a toda mi generación (y que curiosamente sigue haciéndolo con los jóvenes de hoy).
Su muerte es hoy tan discreta (a pesar de tanta noticia mediática) como siempre lo fue su vida personal, la modestia que lo caracterizaba parece haberlo acompañado hasta su despedida final.
Cheo
Para un Montevideano criado con tangos, folklore y rock, la música caribeña podía haber sido una referencia algo exótica, sobre todo en una ciudad y un tiempo en que esa música no era demasiado bien vista por una población rioplatense de clase media, que llegaba hasta a considerarla algo vulgar. Sin embargo el bolero fue para muchos de nosotros una versión caribeña, un hermano tropical del propio tango, y desde él las voces tan especiales de Tito Rodríguez y de Cheo Feliciano se distinguieron inmediatamente.
A partir de allí Cheo fue siempre una referencia musical, que se potenció mucho más cuando trajimos nuestros destinos al Caribe y nos volvimos parte de él. La particular cadencia y la forma de decir de Cheo Feliciano son una parte indisoluble de la música que nos envuelve y que es tan un pedazo de la vida cotidiana, como el sol del trópico que nos alumbra.
Una muerte insólita, inesperada y hasta algo extraña, la de un hombre que a los 78 años muere en un accidente de tránsito estrellándose contra un poste. Una extrañeza que queda algo moderada cuando nos enteramos que ya venía combatiendo en los últimos tiempos con una mortal enfermedad.
Mayra Alejandra
Nunca hemos sido afectos a la telenovela, durante mucho tiempo la consideramos un género menor y un formato alienante, parte del sistema de dominación de los medios. En los últimos tiempos sin embargo hemos ido aprendiendo gradualmente a respetarla, al considerar que algo de importante debe tener esta creación de nuestra Latinoamérica, que hace que hasta los gringos, los japoneses y los chinos la adopten como género televisivo.
En la Venezuela saudita de Carlos Andrés Pérez era muy difícil ignorar las noticias de la Farándula, que ocupaban algo así como la cuarta parte del espacio de los medios. Así conocimos a Mayra Alejandra, que se distinguía entre las protagonistas de telenovelas por la gran belleza de su rostro juvenil. Sin embargo, siendo fanáticos del nuevo cine venezolano, quedamos fascinados cuando la vimos protagonizar el film de Román Chalbaud Carmen la que contaba 16 años. El comentario fue, Un gran director sabe sacar a flote el mejor talento de sus actores ya que desde la modestia artística de la telenovela, Mayra pudo allí a mostrar su verdadera vena de muy buena actriz. Su muerte conmueve en la medida que llega a una edad temprana, peleando contra una enfermedad letal que hizo muy dolorosos sus últimos momentos.
El legado
Ernesto Che Guevara dijo una vez: Dondequiera que la muerte nos sorprenda, bienvenida sea si este, nuestro grito de guerra y de victoria, ha llegado a oídos receptivos. Siempre interpretamos que esta frase iba más mucho más allá de la lucha revolucionaria, siempre la hemos sentido como una prueba de que la muerte no es importante, si es al final de una vida plena, con objetivos y aspiraciones cumplidas. Las tres personas que nos dejaron en este día aciago, en distintas áreas y a distintos niveles, nos dejan el legado de su obra. Los tres tienen en común ser artistas nuestros, latinoamericanos, de la Patria Grande. Y una vez más el lenguaje mágico del Arte es capaz de trascender la muerte.
Estas líneas no tienen otro propósito que haber intentado un pequeño homenaje a ellos, y un reconocimiento por su vida y por lo que nos dieron. Gracias.