La crítica constituye la semilla de la revolución. La confrontación de los contrarios es el motor fundamental del desarrollo histórico, la cual da impulso a la dialéctica materialista que enfrenta las contradicciones a través de la lucha de clases.
Esta confrontación se da tanto en el campo de las ideas como en el campo de la acción práctica, pues la teoría se convierte en práctica en la medida que se aferra a las masas con un accionar transformador y revolucionario, tanto desde el punto del enfrentamiento material como desde el punto de vista intelectual, ético, cultural.
En el campo de las ideas la confrontación debe ser productiva, ya que sólo la claridad de los postulados ideológicos, éticos, estratégicos y políticos permitirá el avance de la revolución en el campo de la acción real concreta: la praxis revolucionaria.
Esto explica la abundante y excelente producción intelectual durante los siglos XIX y XX, época en que la ebullición de la revolución proletaria invadió todos los rincones del planeta, y no por casualidad surgieron pensadores de la talla de C. Marx, F. Engels, Proudhon, Bakunin, Plejanov, V.I. Lenin, L. Trotsky, K. Liebknecht, R. Luxemburgo, A. Gramsci, Mao Tse Tung, G Luckas, K Kosik, C. Mariategui, F. Castro, E. Guevara y otros, que tantos e importantes aportes hicieron para la construcción de un proyecto revolucionario socialista, basado en la desaparición de las clases sociales y la propiedad privada.
En dialéctica la historia es el árbitro y el pueblo el actor. Nadie puede erigirse dueño de la verdad ya que lo que hoy puede ser válido históricamente hoy o mañana tesis a negarse. El debate de las ideas, la lucha ideológica debe asumirse con respeto y seriedad, no como un ejercicio de catarsis intelectual, o de mera especulación teórica, sin basamento material. De ahí que la concepción materialista de la historia surge y evoluciona como una visión científica de la realidad, y la revolución como el resultado de las contradicciones entre las categorías y las formas económicas, políticas y culturales que constituyen la sociedad.
La revolución la hacen los pueblo y el pueblo está constituidos por hombre y mujeres de carne y hueso, realidades sociales con conciencia e historia individual y colectiva. En consecuencia los revolucionarios están determinados por las condiciones materiales en la que se desarrolla el proceso revolucionario. Además, la conciencia revolucionaria se expresa de diferentes formas y contenidos, diferentes formas de interpretar la realidad y de actuar, de ahí la visión de totalidad de la concepción materialista y la praxis revolucionaria.
Observo con preocupación que en los espacios de debate revolucionario, la confrontación ideológica y política se ha convertido en diatriba estéril cuyo objetivo es la desacreditación, ofensa y acusación de contrarevolucionarios a los adversarios. El irrespeto y la descalificación constituyen el método para demostrar que se es más revolucionario que El Che y más chavista que Chávez. El lenguaje procaz, de baja calidad intelectual adereza los argumentos, convirtiendo su discurso en un panfleto escatológico, tipo volante guarimbero, sin que agregue nada importante para el proceso revolucionario que vivimos, y que tanto necesitamos.
Hay compañeros, conocidos y reconocidos como camaradas luchadores de verdad verdad, que participaron en acciones, asumieron posturas, responsabilidades y se mantienen en el escenario revolucionarioSe podrán tener diferencias, pero sus comportamiento político reivindica su papel en la historia de la revolución venezolana. Es el caso de J.V. Rangel. Otros, mantienen posturas críticas, pero dentro del campo de la controversia revolucionaria (D.A. Rangel, Douglas Bravo, Carlos Betancourt), si que sean necesariamente chavistas.
Hay personajes que abandonaron el campo revolucionario y devinieron en delatores, apostatas, agentes de la derecha, mercenarios del imperio (No necesitamos identificarlos) No vale ni siquiera la discusión ideológica con ellos.
Otros, ubicados dentro del campo del chavismo, mantienen tesis de derecha, producto por supuesto, de la falta del debate de las ideas, y la clarificación del socialismo que queremos
Los hay quienes realmente están desubicados, son de derecha pero se creen socialistas. Y otros, son derecha, saben que son de derecha, reconocen que son derecha, y creen que el chavismo es un proyecto de derecha.
Ahí está el verdadero terreno de la discusión, pero discusión seria, de altura, productiva, genuinamente comprometida. No ejercicios de retorica pseudorevolucionaria, con una alta dosis de disociación ególatra, donde se pretende ser en neo líder de la revolución, asumiendo posturas tomadas de los nuevos iluminados de la izquierda, con posiciones posmodernas e innovaciones teóricas falaces para demostrar que el chavismo ha fracasado.
Creo que ahí está el verdadero papel del revolucionario. Debatir, hacer crítica sana, denunciar, pero sobre todo actuar, hacer trabajo en las comunidades, organizarno sólo mirar en el ojo ajeno.Humildemente.
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