Con el firme propósito de crear conciencia, esta vez un poco por la vía del humor, me voy a atrever a hacer algunas reflexiones sobre el comportamiento de los llamados traidores, oportunistas, lacayos, cipayos, corruptos e inmorales en general. O mejor, para no herir a nadie, como les dicen los científicos: reaccionarios, conservadores y reformistas.
Antes, revisemos un poco los estudios de psicología moral más ampliamente aceptados. Estos nos dicen, en pocas palabras, que la moral en cada individuo se desarrolla en la medida que va creciendo, y va adquiriendo conocimientos producto de su relación con el medio que lo rodea. Así, el individuo progresa por diferentes estadios de juicio moral. Son seis en total:
Estadio 1, el castigo y obediencia; Estadio 2, el propósito y el intercambio individualista; Estadio 3, expectativas interpersonales mutuas; Estadio 4, ley y orden; Estadio 5, contrato social y derechos previos; y el Estadio 6, principios éticos universales.
Sin embargo, muy pocas personas alcanzan los estadios 5 y 6. La gran mayoría evoluciona hasta los estadios 3 y 4, del nivel medio convencional. También nos recuerdan, por otro lado, que el juicio moral de las personas no siempre coincide con su conducta moral.
Pues bien. Ubicando a los personajes en cuestión, en la escala anterior, podemos apreciar por encimita, que si éstas personas que las vemos por todas partes, ostentando poder y lujo, se sometieran a una prueba psicológica, lo más probable es que se pasearían entre los estadios 1 y 2. Y a duras penas, los que tienen un poquito de vergüenza, alcanzarían el estadio 3 de conciencia.
¿Qué le pasa a esta gente? ¿Es tanto el malestar que sienten por el pago de la deuda social? ¿Será que sus autoestimas tienen necesariamente que alimentarlas y reforzarlas dentro de una obscena sociedad de clases? ¿O se trata de complejos de inferioridad que no les permiten vivir en una sociedad de iguales, y por esta penosa debilidad tendríamos que apiadarnos de ellos?
Bueno, como sea, no todo está perdido. Estudios realizados con sociedades de chimpancés en su propio hábitat, han arrojado resultados sorprendentes en materia de socialización. A tal punto que, algunos científicos norteamericanos proponen elevar a estas especies hasta la orden de homínidos. De hecho, también se ha detectado una zona en el cerebro que condiciona la moral de los hombres, cuyas características compartimos con estos antropoides.
Si esto es así, yo voy más allá. Todos hemos podido observar a través de documentales por televisión, que los bonobos, chimpancés pigmeos, viven en una sociedad pacífica y altruista. Entonces, les propongo ubicar a esta especie, en el estadio 4 de nuestra escala. ¿Y porqué no?
Claro. Además, con el perdón de los chimpancés por la comparación, ¿no están los enemigos de la revolución más cerca de allá que de acá? ¿No estamos siendo injustos con los primos? ¿No los estamos discriminando? ¿Y si hacemos un cambalache?
Creo, por mi parte, que en el futuro, si la humanidad no se depura de estos individuos, tendremos que darles la ciudadanía a nuestros primos, con cédula de identidad y todo. De esta manera, nos ayudarían a superar los obstáculos del socialismo del siglo XXI.
Por ahora, siendo optimistas, todavía podemos apelar a la creación de conciencia. Si les damos crédito a los especialistas en este campo, el estado de conciencia íntima se puede enseñar, incentivar y fomentar con campañas de concientización, pero sin descanso. O sea, crear conciencia social para ayudarlos a subir de los estadios 1, 2 y 3 a los estadios 4, 5 y 6. Esto implica, más VTVs, más VIVEs, y más APORREAs.
Con mucho optimismo pienso que con cien años de campañas, estos personajes, de ayer y de hoy, podrían entender, por ejemplo, que una sociedad de clases como la nuestra es más vulnerable a una invasión de tropas extranjeras que una sociedad de iguales. Y si no, que se lo pregunten a los noruegos, que saben más de eso.
Para terminar, me dirijo a los que no han podido alcanzar ni siquiera el primer estadio de convivencia, el estadio 4: ¡Señores! Tenemos que entender a la humanidad como un todo. Con todas sus relaciones de causa y efecto. Somos parte de algo y no una miríada de soledades donde cada uno debe luchar contra el otro. Si no se esfuerzan a tiempo para entenderlo, me temo que será el mismo pueblo que los arrojará al pozo de los gigantes.
Nuevamente, mis disculpas a los primos.