Hace muchos años atrás, cuando entonces mi amigo, el poeta i colega Guillermo Ferrer, postizo o quimérico cronista de la ciudad, escribió en su pequeña obra de ensayos DICTADOS DE LA NOCHE, una frase que decía, “solamente siento odio cuando paso frente a las iglesias”; discutimos el problema entre amigos de un grupo de tertulia cultural, pues mi lastre religioso (por mi formación en el hogar de mis padres) que, aunque ya estaba en vestigios, me incitaban a decirle que deberíamos respetar las creencias ajenas, además de no meter en el mismo saco de hombres de mentes medievales i con mui deficientes estudios, especialmente científicos (por prohibidos solapadamente) a todos los sacerdotes formados en Seminarios, cuyas oscuras artimañas i prejuicios, conocí a través de un brillante estudiante de filosofía que afortunadamente, con estos estudios, superó los terribles traumas psicológicos i morales que sufrió cuando su madre, sobre todo, lo quiso convertir en sacerdote. Ese fue como un hijo para mí, pero un absurdo accidente de tránsito, cuando también se dedicaba a la música para la cual fue un privilegiado, le quitó la vida en plena juventud creadora. Sin embargo, fue para mí, la manera de conocer ese mundo falso, oscuro, melindroso i mediocre de los Seminarios i lo poco que allí se aprende, a no ser repetir los disparates de esa antología llamada Biblia, digerir dogmas i a manipular verdades. Este hijo adoptivo en el conocimiento, afortunadamente se salvó del destino del protagonista de Hermann Hesse en la obra BAJO LA RUEDA, pero una de las irresponsabilidades más comunes en el tránsito terrestre, le segó la existencia. En mis últimos años, a pesar de haber dicho que la Filosofía no me había borrado la idea de Dios (una vez dicté un conferencia sobre DIOS DESDE LA FILOSOFÍA) i que lo consideraba aristotélicamente como una entidad lejana i desconocida; ya más estudios, más experiencia i más realidades podridas conocidas de la iglesia de Roma, me corroboraron lo que dice un poeta i filósofo amigo, Manuel Martínez Acuña, aunque la frase no la haya creado él, pero le admito que Dios no creó al hombre (ni a este mundo tan imperfecto, miserable e injusto) sino que el hombre creó a Dios por el solipsismo existencial del cual habla Karl Jasper; i la iglesia o todas las iglesias i sectas del mundo, tomaron ese miedo de implorar en última instancia (por el miedo a la muerte, el premio o el castigo) a un ser supremo, como el más grande, perenne i desfachatado negocio que haya conocido la Humanidad o las humanidades. La iglesia es MAPHIA.
Por eso, iglesia i cristianismo, ahora lo hago público, para mí no existen; al igual que todas las religiones, pues como dice Bertrand Russell en una frase que repito a cada paso, “todas son falsas i nocivas”…¡i también inútiles! Goethe me reconfortó con una frase que igualmente he utilizado varias veces: “Quien tiene ciencia y arte, ya tiene religión; quien carece de ciencia y arte, que tenga religión”.
Por eso, dados estos datos, horrorosas credenciales negativas para una persona que ha hecho del estudio de la Ética i de las quimeras del Quijote i las profecía de Bolívar (el mismo que dijo no creer en nada en el más allá, i está probado que antes de morir no quiso confesarse ni recibió recursos espirituales) la pasión estudiosa de mi vida de médico, de filósofo i de artista, no es de sorprender que me exprese –como ya lo he hecho en dos o tres ocasiones- con todo el IRRESPETO QUE MERECE, ese pobre analfabeto cultural, maquiavélico político de pacotilla, con antecedentes oscuros en su vida “vaticana” que se llama “Cardenal” Rosalio Castillo Lara, quien hasta desobedeciendo a las imposiciones venidas del Vaticano i “hablando como ciudadano libre” pero con todo los disfraces eclesiásticos (¡Si los viera Cristo!) está hablando en realidad en nombre de su iglesia, comprometido con los más bajos i rastreros propósitos de la oposición venezolana, lacaya enlodada i con cerebros de nuez, de quienes a sabiendas concretas de no tener pueblo i no poder jamás ganar una elección, está en complicidad con lo que ya ha declarado un alto oficial del ejército norteamericano: “Vamos a desestabilizar en lo posible a Venezuela, hasta llegar a un golpe de Estado o a una invasión”. Como ha dicho un entrevistado en el programa EN CONFIANZA, EL Sr. Kicbachi i el Coronel Cabrera Aguirre, es de preguntarle a los “líderes” de la oposición o al Zamuro Castillo Lara ¿Querrían ellos ver a Caracas como Bagdad o a Maracaibo como otra ciudad iraquí, bombardeadas i masacrados su habitantes? I yo agrego, ver destruida la obra de nuestros libertadores i asesinado a nuestro pueblo?
Los hombres del poder religioso –lo demostraron casi todos los Papas del pasado- i los altos jerarcas de la iglesia, son hombres insensibles i falsos. Jamás, por el absurdo i anfibiológico celibato eclesiástico, han sabido lo que es realmente una familia, no solamente por carecer de esposas (aunque sí muchas queridas i prostitutas) pero jamás hijos, i cuando los han tenido clandestinamente los desconocen; la abstinencia, además, los hace delincuentes sexuales muchas veces (hasta Arzobispos), especialmente como pedófilos (siempre he visto como una ironía burlona, un curita dando clases de educación prematrimonial) i por eso, cuando comparamos hombres malos de verdad, como esa notable biografía de Stefand Zweig sobre FOUCHÉ, el genio tenebroso, nos resulta que fue un niño de pecho al lado de un Papa Borgia o de un Cardenal Richelieu o Cardenal Mazarino, tan bien pintados en las novelas de Alejandro Dumas. Por eso, sin tener que hablar más de este miserable “príncipe de la iglesia” (nombres ridículos que inventan, como “excelentísimos”, “ilustrísimos, etc.) que REBUZNÓ ante la Divina Pastora (esos íconos para creyentes que no piensan), inclusive leyendo algo que le escribieron porque saben que es bruto; le aconsejo presidente Chávez que, no espere rectificaciones ni excusas de la alta jerarquía eclesiástica, aunque aparentemente haya cambiado. Primero porque pueden ser “pantallas” i segundo, porque son de la misma estirpe dogmática. Ellos, la iglesia “universal”, son capitalistas de uña en el rabo i sin duda alguna incondicionales del Imperio Norteamericano en el mundo entero. Póngalos a un lado, pero eso sí, mui vigilados. Serán siempre traidores iguales a aquellos del terremoto de Caracas en 1812. La Iglesia es petrificada, inquisitorial, dogmática i anticientífica, hasta el fin de los siglos… i olvídese también de que Cristo fue un revolucionario i un socialista. Póngame si quiere entre sus indeseables por ser tan sincero con usted, pero estoi con Bolívar, con su gobierno de justicia social i con la revolución i la verdad; sin embargo el pueblo necesita no seguir consumiendo la droga más nefasta de la civilización: las religiones. Aunque les duela a muchos i lo crean comunismo (que la gran mayoría ignora qué es comunismo, especialmente un comunicador social que “doctoralmente” certifica que, todo lo rojo es comunismo, tal vez incluyendo Cardenales, banderas i sangre) la religión es el opio del pueblo. Es lo que distribuye desde hace unos 1600 años, ccuando copiaron leyendas orientales i establecieron el comercio de almas i de muerte; esa organización que empezó estafando con la venta de indulgencias i que suavizando o haciendo elegante la palabra a lo Saramago, cuyas IINTERMITENCIAS DE LA MUERTE deben leerse, denominamos MAPHIA.
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