La discusión que debiera ser

  A raíz de la carta de Giordani, pero también desde antes, con las intervenciones de Nicmer Evans, Vladimir Acosta, Toby Valderrama, Víctor Alvarez, Roland Denis, los compañeros de “Marea Socialista” y un largo etcétera, se ha desatado una discusión ética (resalto esta palabra) en el seno del chavismo acerca de la crítica y la autocrítica. Esas opiniones siempre se refieren al hombre y no a lo que dice. Como los hábitos discursivos del chavismo corresponden a sus orígenes en los cuarteles y los recintos de la izquierda sesentera y ochentera, se ha atacado a todos los críticos mencionados (incluido Giordani) principalmente por el lado de la lealtad, la disciplina y el compromiso. Este enfoque lleva lógicamente, en un razonamiento propio de tribunal de guerra, a la sentencia de traición.

  No sé si alguien ha hablado de responsabilidad. Todos son conceptos éticos o, mejor dicho, morales, porque aluden al ámbito de lo obligatorio, y no de lo optativo. Pocos han entrado a considerar los argumentos, dejando un poco de lado la calificación del hombre. Tal vez en eso han sido más acuciosos desde la oposición, incluido el sagaz Luís Vicente León.

  Para mí, lo más importante, en todo caso, desde este ángulo ético, es la responsabilidad. En efecto, al decir públicamente, se actúa políticamente, y ese hacer tiene consecuencias que se deben asumir. Si denuncias que Maduro se aparta del “auténtico” chavismo, debieras ser capaz, entonces, de diseñar e impulsar una acción política (por definición colectiva) que o, a) haga rectificar a Maduro o b) quite a Maduro y ponga a alguien más “auténticamente chavista”. Esto definiría la construcción de una tendencia en el seno del chavismo, si es que no quieres pasar simplemente a la oposición, así sea ésta de “izquierda”, a la usanza de los trotskistas de los años veinte o treinta. Al parecer, Giordani no está en eso. No sé los otros compañeros. En todo caso, esa línea de acción no caracteriza necesariamente una traición. En todo caso es discutible: ¿traición a quién o a qué?

  Esa obsesión por la traición (reminiscencias del cristianismo, del militarismo y el stalinismo) impide discutir acerca de lo que considero lo más importante, si lo que queremos es dilucidar cómo avanzar: ¿dónde empezaron realmente los errores que llevaron a la actual situación problemática económica (que por razones estrictamente propagandísticas los compañeros evitan caracterizar como crisis)? ¿Qué fue lo que estuvo o está tan mal y, por consiguiente, hay que corregir y de qué manera?

Luís Vicente León y Víctor Álvarez coinciden en que la pifia principal que trajo consigo el desborde de la inflación, la devaluación, el desabastecimiento, la contracción del “aparato productivo”, la especulación con las divisas, fue el control de cambio o, más específicamente, el anclaje monetario, que convirtió al dólar en la mercancía más escasa y desató la especulación monetaria que conllevó a los otros males que nos colocan hoy en un callejón sin salida. O, para ser más precisos, nos han llevado a una situación en que los “ajustes” (léase aumento de precios y unificación cambiaria con inevitable devaluación) son inevitables para cualquiera, por más socialista que fuera el gobernante.

  Hay quienes van más allá y señalan aspectos del supuesto “modelo chavista”: el alto gasto público, la fusión de PDVSA con el resto del estado, las expropiaciones, la pérdida de autonomía del BCV, el uso a discreción de los distintos fondos (sobre todo, el super-fondo chino), el cálculo insincero de los ingresos petroleros en el presupuesto que encubre el mecanismo perverso de los créditos adicionales, la masiva impresión de dinero inorgánico, etc. En esto han insistido los críticos de la oposición, y últimamente voceros chavistas lo han aceptado. Cada uno de estos puntos amerita una reflexión. Lo notable, desde un punto de vista político, es que, si todo esto fue un error, el principal responsable no es siquiera Giordani, sino el propio Chávez. Pero aquí cabría una precisión: ¿acaso existe un “modelo económico chavista”? Creo que no, porque el Comandante ensayó varias políticas. Pero, sobre todo, porque el horizonte es el socialismo, y en todo caso, esas políticas atendían a soluciones contingentes a problemas urgentes.

  La realidad suele ser compleja y mezclar asuntos. Hoy se observa un viraje pragmático de la conducción del chavismo, no sé si porqué una tendencia pragmática derrotó a otra más “doctrinaria” (encabezada presuntamente por Giordani) o todo el equipo, incluido el propio Chávez, siempre ha sido pragmático. Lo cierto es que se ha pagado (y con dólares) la cuestión principal que es el mantenimiento en el poder y la estabilidad política; para ello se ha contado con la estupidez táctica de la oposición, con buenos resultados para la continuidad del chavismo. El pragmatismo se alimenta a sí mismo, porque funda su validez en los resultados inmediatos. Pero, por otra parte, ese inmediatismo lo puede llevar a la tumba. Sobre todo porque puede hacer perder el horizonte. Esa es la discusión que debería ser.

 



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Jesús Puerta


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