Después de la publicación y disfunción de la infeliz carta, escrito o reconcomio en blanco y negro, con el que el inefable Jorge Giordani expusiera sus discrepancias con el gobierno revolucionario, me dispongo a escribir.
De entrada la reflexión mañanera me obliga a remitirme a un ejercicio de la imaginación, con el cual intento ponerme en los zapatos del infeliz camarada y sus secuaces. Así logro tocar su desgracia, y siento la tristeza que ha de sentir él, por tanta intoxicación de arrogancia que supera sus viejas convicciones tanto alabadas, tanto ponderadas y poco rebatidas en el pasado.
Es triste que por resabios petulantes de manifiesta inconformidad consigo mismo, se desbarate con los pies, lo que en otrora admirara, acariciara y ponderara como la cúspide de la historia económica de la patria. Y es mucho más triste, que a sus años y experiencias, no pueda entender que la revolución es dinámica y cambiante y el tema no es de individuos sino de procesos colectivos y dialecticos que obligan a una conducta consustanciada con la realidad de un país que atraviesa por una guerra económica, política y cultural, la cual demanda prudencia, calma y cordura en quienes tienen responsabilidades de estado en el alto gobierno.
Soy de la idea y praxis que los trapos sucios se lavan en casa, pues los enemigos manifiestos jurados y confesos de la patria, no pierden oportunidad para atracar desde sus albañales al pueblo organizado y libre.
En ese sentido más allá las razones técnicas económicas, que en todo caso pueden discutirse en un debate critico pero comprometido, está el hecho de la traición, deslealtad y ese intento por separar el Gobierno de Maduro de la línea del Chavismo duro como corriente histórica por continuar. Así, la canalla mediática hace fiesta y hasta la Sra. María Machado, delira con el supuesto derrumbe de la revolución por la salida del gobierno del triste compañero, sus reconcomios y sus inefables acólitos.
Es importante hacer notar que, en la oposición mucho ven en las palabra de Giordani el fin del chavismo, mientras otros menos esperanzados en el derrumbe, observan con preocupación los acertados cambios que está sucediendo en la revolución en pro del fortalecimiento del estado y sus instituciones.
Es así como ante esta nueva conjura, los revolucionarios debemos cerrar filas para no caer en la tentación de comparar y juzgar a priori lo que solo la historia y su desarrollo nos develara. Hay que apostar al éxito, poner la vida al servicio de la patria y no escudarse tras razonamiento testimoniales que más parecen manifiestos mabitosos de quienes a falta de brillo y liderazgo, luce sus galones de general sin mando ni tropa ante los cadáveres insepultos de sus iguales autoexcluidos del proceso.
Basta de difamaciones, de la crítica injuriosa que lejos de ayudar a corregir el rumbo, se alía a aquello que tiran del timón al lado contrario a la revolución. Seguro estoy que seguirán saliendo por el desagüe de las aguas negras todos los que auto inspirado por el protagonismo ególatra huyen ante la batalla planteada por los enemigos de la patria.
Maduro es más que el presidente, la punta de lanza de este proceso. Por ello cuando digo, todos con Maduro, estoy diciendo, todos con la revolución. Vayamos al debate interno, divergente pero nunca disidente, sin atajos no traiciones.