Tremenda la polvareda que ha levantado el ex ministro Giordani con su carta, tanto que solamente la fiebre del mundial la supera en actualidad. Y es que ha provocado la intervención de propios y extraños al gobierno exigiendo aclaración y definición utilizando los “escasos medios” y la “poquita libertad de expresión que este rrréeegimen permite”.
Han ladrado muchos perros. Dice el proverbio árabe, “Hay que dejar que los Perros ladren", efecto ocasionado cuando se hace algo, ruido, andar, hablar, actuar, el perro por instinto ladra y hasta puede agredir o morder. Semejante es la actitud irracional de los extremos: la del oposicionismo maledicente y perverso con respecto a todo lo bueno que hace el Gobierno ocultado por los medios y siempre a la zaga magnificando los errores. Hablan de divisiones y de crisis en los demás y ellos son los campeones del divisionismo, es su caldo de cultivo. Han crecido, pero, a cuesta de divisiones, pactos, camuflajes y padres de las peores crisis. Como es la actitud de los radicales tozudos de izquierda atascados en el pasado, que se oponen a todo lo que para ellos es contrario a sus criterios sin escuchar ni siquiera los razonamientos lógicos hasta del mismo pueblo.
Se ha manifestado la “Canalla”, aquella que ayer maldecía a Giordani y que hoy lo bendice y aplaude, esos personeros que pululan las esferas políticas de no muy claros procederes prestos a inclinarse, ídem de la derecha alemana del pasado, la más acérrima enemiga parlamentaria, que aplaudió frenéticamente al diputado socialista y entusiasta orador, August Babel, por su ardoroso discurso y que lo motivó a exclamar con voz pesarosa: “¡Viejo imbécil! ¿Qué has dicho tú para que te aplauda la “canalla?”, que causó gran impacto en el auditorio. Cesaron los aplausos, hubo risas, y una gran lección.
Conviene ser cauteloso al momento de hablar en público y/o dialogar y accionar puesto que en determinadas situaciones se pueden poner en la boca palabras o ejecutar acciones que a la final beneficien a aquello contra lo que se lucha y perjudiquen lo que se defiende. El aplauso y el halago, señal de aprobación a lo que se dice o se hace, muchas veces no es sincero. Se dan en busca de prerrogativas, como cumplido. Y, los más fervorosos se dan cuando lo que se escucha o se hace, beneficia a intereses mezquinos.
Esta no es la primera vez que algo similar sucede porque el mismo Giordani lo expresó en su carta, “la renuncia que le presenté en diciembre de 2007 luego de una severa diferencia de concepto y comprensión de un grave problema que se venía confrontando” en el gobierno de Chávez. Como es cierta la inconformidad del ex ministro por los asesores franceses ni es la primera vez que altos funcionarios salen enojados del Gobierno. Como también es cierto, que el ex ministro en cuestión tiene responsabilidad en lo que respecta al problema económico y medidas aplicadas.
Una de las prácticas necesarias en todas las esferas sociales es la crítica. Práctica que se debe apreciar puesto que ella provoca corrección esmero y esfuerzo si se quiere eficiencia y eficacia. Lo contrario de la adulación, que genera error y pereza.
Creo, honestamente, que es momento de reflexión, voluntad y acción. De un debate nacional, que Pueblo y Gobierno, discutan y analicen la situación política, social y económica del país. Que se corrija lo que haya que corregir, se tomen las medidas necesarias por el bien de todos, que no se le haga el juego a los que sueñan con ver destruida la patria. Las diferencias, que siempre las habrá, es mejor debatirlas en el seno del partido, con las bases, con el pueblo. Porque nada está por encima del pueblo y su bienestar. “Porque con ingenio harás la guerra, y en la multitud de consejeros está la victoria”, Proverbios 24: 6.