Relatos de torturas durante el régimen puntofijista II. Prohibido olvidar


Camarada Miriam Barreto Merchán. Es un caso más, ocurrido en el Campamento Anti-guerrillero en el caserío de Bejucal, no es nada diferente a lo que ha ocurrido en otros Campamentos y otros caseríos azotados por la violencia represiva. El Teniente Frías Avendaño cortejaba a la muchacha y al ésta negarse a sus requerimientos decidió tomar venganza. Detenida y torturada, su cuerpo de campesina de 19 años fue violada por el Teniente, y por toda la tropa, hasta que ninguna vida quedó en él. A manera de escarmiento pasaron un palo entre sus brazos y piernas amarradas y así la pasearon desnuda por todo el caserío. Murió presuntamente por no entregarse al oficial, y así lo creyó la gente durante mucho tiempo. Estaban equivocados. Su corazón latía en la guerrilla y eso la había hecho crecer hasta convertirse en enlace de una Columna. El patólogo diagnosticó en la autopsia que había muerto por bronconeumonía.

Camarada Juan Pablo Rojas. En medio del calor sofocante de Cachipo recogieron y enrollaron los cables. Un silencio en toda la habitación. El dinámo fue sacado. También los trozos de manguera y un Blackjak que había caído a un lado. El piso fue lavado cuidadosamente, igual que las paredes grises llenas de desconchaduras. Sólo cuando todo estuvo listo y presentable se dio la aprobación. Al día siguiente los Fiscales debían venir a levantar un Acta certificando el suicidio. El cadáver fue colgado por el cuello, de la reja del ventanuco.

Camarada Juan Chacón Lanza. Fue en el caserío Los Pozos. Lo reconocieron en un procedimiento de rutina y su aspecto de campesino no pudo ocultar su condición de guerrillero. Supo que iba a morir y de su odio y su firmeza nació el desprecio que lo llevó a escupirle el rostro del Mayor Machado, quien dirigía la tortura. Fuera de sí el oficial ordenó quemarlo vivo. Fue rociado de gasolina y su cuerpo se fundió en una sola llama, muriendo en el silencio obstinado que había empuñado como arma en la tortura.

Camarada Noel Rodríguez. Lo vieron otros presos en Cocollar, campamento antiguerrillero, en el cual estuve preso también, me golpearon, pero no me torturaron por la intervención de mi madre en Caracas y por la denuncias que hizo mi primo Jacinto Ramírez (periodista) ante la prensa y los medios de comunicación. A Noel Rodríguez lo torturaron día y noche. Del calabozo a la carpa de la Verdad y viceversa. Tenían que cargarlo porque no podía caminar. No podía hablar y cuando lo tiraban en el tigrito quedaba exánime y como muerto. Finalmente un día no lo vieron más. Su cadáver apareció ahora y le fue entregado a su madre después de transcurrido más de 50 años.

Camarada Victor Soto Rojas (El mocho Soto), como lo llamábamos cariñosamente, gran amigo y luchador revolucionario incansable como su hermano, Fernando Soto Rojas, actual Presidente de la Asamblea Nacional. Desde uno de los tigritos vieron cuando lo subieron. Cinco hombres abordaron el helicóptero. Uno con braga y casco de piloto. Otros tres con uniformes de combate y lentes oscuros. Los primeros llevaban fornituras de las que colgaban pistolas de reglamento. El quinto hombre llevaba las manos amarradas a la espalda y estaba desnudo. Se perdieron de vista sobre las montañas de El Bachiller. Una hora después, al aterrizar el helicóptero, descendieron sólo cuatro hombres. El que iba desnudo y amarrado nunca volvió a aparecer, lo lanzaron del helicóptero. Sus familiares y su madre, que murió a los 102 años, estuvo buscando su cadáver toda la vida.

Camarada. Cornelio José Alvarado, lo capturaron en la Avenida San Martín de Caracas, después de mucho tiempo de andar buscándolo. En el edificio “Las Brisas” de la DIGEPOL lo torturaron durante varios días, como pudieron atestiguarlo otros presos, entre ellos Lino Martínez, Robert Jiménez y Felipe Quintero Padrón. Fueron los torturadores el Cabezón Cermeño, Atahualpa Montes, “Niño Jesús”, Erasto Fernández e Iván Maldonado Ordoñez. Un día se dejaron de escuchar los gritos de Niquita, como le decían sus compañeros. Apareció a la otra noche en la DIGEPOL de Maracay, donde el policía-forense diagnosticó muerte por hepatitis.

Camarada Jorge Rodríguez (padre), gran amigo y luchador revolucionario incansable. Era previsible que ocurriera. Experiencias similares anteriores le habían dejado el cuerpo débil. Era mucho lo que había llevado, y su humanidad no estaba preparada para los excesos. Sólo su corazón latía fuerte y ardiente como siempre. Callado se les quedó entre las manos, aferrado a su silencio. La sede de la DISIP se llenó de Fiscales y periodistas. No pudieron construir una coartada y tres torturadores debieron asumir el papel de chivos expiatorios. Era un cadáver demasiado grande.

Camarada Alberto Lovera. Cuando ya nadie esperaba volver a verlo, lo encontraron. Su cadáver flotó en una playa de Lecherías. Tenía algunos miembros desprendidos y su viuda pudo trabajosamente reconocerlo a partir de algunas señales particulares del cuerpo. Llevaba una gruesa cadena atada al cuello, con un pico que debieron pensar serviría como ancla. No fue así.

Camarada Fabricio Ojeda. Antes que los separaran vieron como lo llevaban hacia el tercer piso de las oficinas del SIFA junto al Palacio de Miraflores (Yo estuve preso en su celda). Fue asesinado. El informe oficial señaló suicidio por ahorcamiento, pero nunca permitieron que se le hiciera la autopsia. Prohibido Olvidar. No Volverán. Por esto y por muchas otras cosas, debemos permanecer unidos más que nunca. Contra el sectarismo , el Dogmatismo y sobre todo en contra del Imperialismo Yanqui y sus lacayos nacionales e internacionales. Unidad, Combate, Batalla y Victoria, por un mañana Socialista. Venceremos.



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Raúl Ramirez

Abogado, profesor y escritor. Ex-guerrillero.

 rauljoseramirez@hotmail.com

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