Cuenta el oficial realista Tomás Surroca y de Montó, en su libro La Provincia de Guayana en la Independencia de Venezuela, que la población de Angostura (actual Ciudad Bolívar) fue sitiada por las fuerzas patriotas a la cabeza del general Piar, desde el 12 de enero al 17 de julio de 1817.
Este riguroso cerco que las fuerzas patriotas causaron al ejército español y la población civil, resultó en el más devastador exterminio que se ejecutó contra civiles en toda la historia venezolana.
Como testigo de esta tragedia y su posterior sanguinario desencadenamiento da testimonio este oficial, quien estaba bajo las órdenes del brigadier Miguel de la Torre, comandante de la plaza de Angostura.
En su libro, Surroca indica que el “día doce de enero de 1817 los implacables enemigos de los españoles, Piar y Cedeño se presentaron frente a la capital, y colocando gruesos piquetes de caballería en los caminos que van a ella, la dejaron enteramente sitiada.” Esto obligó a la población civil a pernoctar en las embarcaciones que estaban ancladas en el muelle de la ciudad. Ya de día regresaban a sus hogares o iban cautelosamente a las orillas del Orinoco para buscar forma de alimentarse.
Surroca y de Montó detalla la manera cómo debió la población soportar las penurias que traen la falta de alimentos, medicinas y demás insumos necesarios para sobrevivir.
En su libro el teniente coronel cuenta que al paso de los meses la población agotó todo lo almacenado. Esto llevó a decretar “el exterminio de los gatos, perros, zamuros, lagartos, ratones y otros animales inmundos” que se convirtieron en manjar para los famélicos habitantes de Angostura.
La práctica de “comer cueros de vaca y de novillo” se hizo cosa común en la población angostureña. “Al principio se contentaban con tostarlo y pelarlo bien con navaja y después lo echaban a la olla que hacían con verdolaga, pira y otras hierbas. (…) Cuando lo ponían a cocer le mudaban también dos o tres ocasiones a los primeros hervores y luego lo dejaban hasta que estuviese bien cocido”
De las sobras de carne de puerco y de gallina, criados en rústicos espacios y cercados en palo a pique, los hambrientos pobladores se las ingeniaron para mezclarlos con algunos frijoles y arroz. De ello se origina ese plato gastronómico que después de tantos siglos es santo y seña de la identidad guayanesa.
Pero en los meses del cerco de Angostura hasta eso se agotó e incluso también, los cueros y demás alimañas. Fue tanta la desesperación por la falta de alimentos que la gente llegó al extremo de comerse las hierbas que sobresalían por entre las piedras de las calles y calzadas.
Los hambrientos lugareños soportaron poco más de seis meses, entre las amenazas de asalto a la ciudad, continuos bombazos que los patriotas lanzaban desde la población de Soledad o la incertidumbre por la violación de las mujeres o aniquilación total de la población. “Desde el primero de julio –escribe Surroca- que no había pan para el pueblo, ni había más alimento que el cuero, cuya comida atacó a los cuerpos débiles, de manera que privándoles el sudor se hinchaban monstruosamente y muchos morían caminando por las calles; y así fue que era rara la familia que no iba vestida de luto.” “A las madres que criaban a sus hijos se les huyó la leche y morían de necesidad sus tiernos hijos.”
El sitio terminó cuando las autoridades españolas ordenaron la evacuación de la ciudad, a través del Orinoco. Poco más de cuatro mil almas se embarcaron en bergantines, barcazas y goletas, y hasta curiaras y fueron a dar a la antigua Angostura (hoy Castillos de Guayana) cerca de la desembocadura del río. Fue trágica la travesía. Debieron enfrentar al otrora “pirata Brión” y sus legionarios, además de la cólera del “tirano Bolívar”, quien meses antes había sido derrotado y causado significativas bajas por los realistas.
Los lugareños embarcaron con sus pertenencias, enseres, objetos de valor en oro y plata, y hasta los bienes de la iglesia, sus santos y archivo de la diócesis. La mayor parte de este tesoro fue a dar al fondo del río, perdiéndose totalmente. Allí quedó sepultada también más de la mitad de la población que fue acosada por las embarcaciones patriotas.
La plaza de Angostura fue abandonada definitivamente, el 19 de julio de 1817 y “solamente la sostenía un corto número de esqueletos ambulantes.”
Cuenta Surroca que por la disputa de estos bienes se debió la enemistad entre Piar y Bolívar, quienes “armaron tal disputa que llegaron al extremo de darse pescozones; y a no haber sido, que algunos oficiales de palacio acudieron a pacificarlos, sin duda que el mulato hubiera acabado con el Jefe Supremo.”
De las cuatro mil y tantas almas que partieron de Angostura apenas poco más de mil llegaron a su destino final, la isla inglesa de Granada. Allí fueron tratados mal y muchas familias debieron continuar para otros sitios.