La actitud del cardenal Rosalio Castillo Lara durante la misa de las jornadas homenaje a la Divina Pastora, de aprovechar la presencia de aquella inmensa masa de devotos calculada en medio millón de personas, para agitar políticamente con la lectura de un discurso abiertamente subversivo y provocador contra el gobierno revolucionario y el Presidente Hugo Chávez.
Resulta increíble cómo un alto prelado, que se supone de una madurez y ponderación, de una larga trayectoria, incurra en un acto terrorista, que no haya medido la magnitud y los alcances de la provocación que significó torcer el rumbo de los actos estrictamente religiosos para torcer el rumbo de estos y leer, con voz asustada, un panfleto político mal redactado que fue una burda provocación para aquella masa, en su mayoría chavista y bolivariana como lo evidenció la tremenda pita y el griterío que fue in cressendo a medida que el prelado leía su panfleto de agresiones a todo lo que significa cambio revolucionario en Venezuela y las descalificaciones e insultos al Presidente Chávez.
¿Qué hubiese ocurrido si aquella masa, o un grupo de ésta, le hace el juego a la canallesca provocación y se abalanza hacia delante buscando callar al oportunista? ¿Si se presente un forcejeo, una estampida o algo similar, cuántos muertos, pisados, atropellados no hubiesen ocurrido por la actitud torpe, fascista, demencial de aquel hombre enloquecido por el odio?
¿Cómo llega el cardenal a ser quien le correspondiera leer la homilía, quién o quienes le prepararon el camino y organizaron el complot?
Es muy claro que lo ocurrido forma parte de un plan subversivo, allí nada es casual, la mano peluda del fascismo, del imperialismo se puede apreciar en su intención de utilizar la Iglesia Católica, los templos, los símbolos cristianos para conspirar. En las conspiraciones del 2002, 2003 y 2004, la Iglesia Católica tuvo una destacada participación.
Un ser torvo y oscuro, profundamente anti venezolano y anti pueblo, lleno de un odio patológico a la revolución venezolana, y de una mentalidad inocultablemente fascista, reaccionaria, políticamente derechista que lo llevó a cometer errores que comprometieron de manera determinante a la Iglesia Católica Venezolana. Monseñor Porras le ha hecho un daño irreversible a esa instancia de la fe y la espiritualidad.
Precisamente, ante la decadencia en la que cayó la Iglesia, desde el Vaticano, con el nuevo Papa, se ha tratado de recomponer a la institución con el nombramiento de un nuevo representante diplomático no comprometido con la subversión y el golpismo, como lo fue el anterior representante del Vaticano, igualmente desde sectores sensatos del catolicismo criollo, que han tratado de sacar a la Iglesia del abismo en el cual se encuentra, despolitizarla, mejor dicho, despartidizarla, desderechizarla, con el incipiente liderazgo –ya debilitado, por la vil maniobra del cardenal– del monseñor Urosa.
Es claro que Rosalío Castillo Lara forma parte de una logia fundamentalista, de grupos extremistas que tienen en la Iglesia Católica venezolana un caldo de cultivo, porque ésta hace mucho perdió contacto con el pueblo humilde –ese mismo pueblo que en Barquisimeto el cardenal trató de manipular y llevarlo a una tragedia– para abrazarse o formar parte de la oligarquía. Incluso la conducta del cardenal golpista tiene connotaciones internacionales y puede prefigurar una lucha en el seno del mismo Vaticano trasladada a la situación venezolana. No se olvide que este cardenal estuvo involucrado en el escándalo del banco ambrosiano y con problemas con la Guardia Zuiza, con el mismo Papa, incluso.
Prevalido de su condición de anciano, que lo hace invulnerable, o jurídicamente intocable por su edad, se presta a ser cabeza de turco para proteger a los que quieren apuñalear a la Patria. Si le hace daño a la Iglesia, en su mentalidad retrógrada, eso poco importa si su utilización contribuye al derrocamiento de Chávez.
Evidentemente que aquella maniobra de bajo calibre diseñada por el fascismo criollo, el embajador norteamericano y ejecutada por el indigno cardenal, compromete de manera extremadamente delicada a las autoridades eclesiásticas, porque más allá de algunos signos de cambio, de ruptura con el estilo político abiertamente derechista y golpista de un Baltasar Porras o el cardenal Velazco, de la temeraria participación de la Iglesia Católica en el golpe de Estado de abril de 2002 o en el paro terrorista de 2002-2003, esos intentos de la nueva dirección de la Conferencia Episcopal resultan cuando menos débiles o dudosos.
Se estrenó la nueva dirección de la Iglesia este 2006 con un flamante documento al país que en su lenguaje repite los lugares comunes de sus antecesores, de la derecha golpista, lleno de actitudes políticas opositoras, medias verdades, falsedades, carencia total de objetividad.
¿No está muy cerca la salida del documento derechista del episcopado de lo acontecido en Barquisimeto en la peligrosa actitud decardenal? ¿No tiene nada que ver una cosa con la otra? Claro, el documento es una posición ideo-política, en todo caso para el debate, y la actitud del cardenal un acto neo terrorista, la acción concreta que prende un conflicto y arrastra a toda la institución, que por más que trate de deslindarse con declaraciones formales o pone al desnudo el inicio de un cisma en el seno de la Iglesia, o los sectores más ultra conservadores como Porras o Castillo Lara terminan por imponerse y entonces la Iglesia formará parte del plan golpista de Rosales, los paramilitares, la embajada yanqui y la desestabilización este año electoral de 2006.
(caracola@cantv.net)