Las pasiones más violentas, más mezquinas y más repugnantes que anidan en el pecho humano de la burguesía empiezan a desboronarse, toda vez que, la realidad mundial ofrece que quienes aúpan el modelo o el sistema capitalista, se estén dando cuenta vagamente de que la sociedad actual no es algo pétreo e inconmovible, sino un organismo susceptible de cambios y sujeto a un proceso constante de transformación. Leamos los indicadores científicos.
En lo que se refiere a la historia hay quienes la conciben como un conglomerado de hechos individuales, como un caos de anécdotas sin unidad y sin ley; otros se esfuerzan por introducir en el caos una unidad, de acuerdo con esquemas o axiomas preestablecidos que imponen desde afuera a los hechos. El marxismo, por el contrario, muestra cómo nace, de la interacción entre individuos actuantes en cierto momento, un efecto integral, o sea social e histórico; y de qué modo este proceso social se desarrolla según las leyes universales del devenir, como un proceso natural.
El marxismo escapa a las dificultades con que tropiezan las concepciones unilaterales de la sociedad y de la historia. El método dialéctico permite estudiar los hechos históricos y sociales tal cual son; sin deformarlos, los concibes como evidentes, accesibles a la investigación metódica y racional. No establece otro axioma que el de la conexión de los hechos en sus contradicciones, en sus interacciones y en su devenir. El marxismo es una ciencia no una ideología.
Luego, en el socialismo la libertad no puede consistir en la privación de los bienes, sino, por el contrario, en su multiplicación. La relación del hombre con los bienes no es esencialmente una relación de subordinación, salvo en una sociedad donde los bienes son sustraídos a las masas humanas y acaparados por una clase, tal como sucede en el sistema capitalista.
La relación dialéctica del hombre con los bienes se resuelve normalmente, y en todo momento, mediante una toma de conciencia del hombre como vida propia y goce apropiado de su vida, como poder sobre la naturaleza y sobre su propia naturaleza. De otro lado, la relación del hombre con los “fetiches” se manifiesta como enajenación de sí y pérdida de sí: es esta relación la que el marxismo denominó alienación.
El hombre, la mujer no se hace humano más que al crear un mundo humano; llegan a ser ellos mismos en y por su obra, sin confundirse con su obra y sin embargo sin separarse de ella. La superación de la alienación implica la superación progresiva y la supresión de la mercancía, del capital y del dinero mismo, como “fetiches” que reinan de hecho sobre lo humano. Implica también la superación de la propiedad privada.
No la supresión de la aprobación personal de bienes, sino de la propiedad privada de los medios de producción; medios que deben pertenecer a la sociedad y pasar al servicio de lo humano.
Otro elemento que traemos son los sistemas morales, los cuales han sido siempre instrumento de dominación de una clase social. Marx mostró de muchas maneras que nunca existió una moral de amos y una moral de esclavos, sino sistemas morales establecidos por los amos para los esclavos.
Tanto el derecho como la moral sancionaron siempre las relaciones y condiciones existentes, a fin de inmovilizarlas e inclinarlas en el sentido de la dominación de las clases económicamente privilegiadas y políticamente reinantes.
En consecuencia, la alienación moral no está separada histórica o socialmente de las otras formas de alienación: la ideología en general, el derecho, la religión, etcétera. Es necesario crear una nueva ética, liberada de la alienación moral y de la alienación ideológica.
Solamente los obreros y obreras pueden mediante su acción poner fin a la alienación, porque la vive y la sufre por entero. Sólo ellos pueden liberar a la sociedad y a su género liberándose a sí mismo, porque soporta todo el peso de la opresión y de la explotación. La clase trabajadora y humilde, en su condición de clase oprimida, aceptó durante cientos de años los valores morales que le fueron impuestos y los mantenían sometidos: resignación, humildad, aceptación pasiva, etcétera.
Esta clase hoy ascendente (los trabajadores y trabajadoras) se está liberando de los valores ilusorios y está creando sus valores propios, su heroísmo, sus virtudes. Como trabajador explotado y oprimido, solo necesita paciencia y resignación; pero como individuo consciente de su clase, y por tanto de su papel histórico, tiene necesidad de coraje, de sentido de la responsabilidad, de optimismo.
La necesidad de unir la disciplina colectiva con la iniciativa individual resuelve prácticamente, en el dominio limitado pero profundamente real de la acción, el viejo conflicto entre lo individual y lo social. Lo posible, que surge hoy en el horizonte y que envuelve el devenir, es la realización del pueblo. Y todo porque otra vida llega a ser posible, ante lo irracional y lo absurdo: el Socialismo. ¡¡¡Viviremos y Venceremos!!!
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