La utopía bolivariana-chavista-madurista

La contrarrevolución fascista está demostrando tras su criminal asecho su incapacidad para resistir la represión revolucionaria que le está oponiendo el gobierno que preside el presidente obrero Nicolás Maduro. El boicot, acaparamiento y el alza inflacionista de precios, han sido contenidos por la acción estatal. El fin del bandidismo organizado que extorsionaba la economía venezolana encontró su muro de contención.

De otro lado, la Asamblea Nacional ha sancionado un cuerpo de leyes terminantes del Estado neocolonial y de su orden dependiente. A pesar de que Washington se ha ocupado de alentar, financiar y organizar núcleos conspirativos capaces de relevar las fuerzas supletorias destruidas.

La IV República, regímenes demoburgueses signado por la corrupción administrativa, el gansterismo sistematizado y el aumento de la pauperización socioeconómica de las amplias capas de la sociedad han sido convertidos en triza ante los postulados sociales más avanzados de la Constitución de 1999.

Y aunque no estamos ante el fin de la historia, si estamos en la conclusión de un Estado clientelar de dependencia neocolonial. Un dominio colonial bien instalado que se había mantenido inmutable durante 500 años, sobre el cual Bolívar evocó 300 años de privación de los derechos por la fuerza.

Pero aún después de dos siglos de rotas las primeras cadenas, apenas tomamos conciencia de que luchar por una independencia integral no es una idea sacada del capricho de un líder, nos referimos al eterno Hugo Chávez, padre del proceso socialista que se ventila en Venezuela; encarnamos una vida nueva para éstas y las futuras generaciones

En efecto, la independencia concebida como proceso de emancipación frente al dominio imperial que había arrebatado la libertad a la población presente en a finales del siglo XV, durante el proceso secular de implantación de la formación socioeconómica proyectada a través de una fuerza de dominio colonial, durante ciento de años lejos de ser neutralizados por las guerras civiles, se fue transmutando con renovada fuerza de dominación ante la llegada de nuevos intereses y nuevas forma de producir del sistema económico capitalista y luego imperialista.

El terror sembrado por Monteverde y los canarios en el año 1812, que en 1813 se extiende con una guerra de exterminio, fue contrarrestado por la guerra a muerte decretada en éste año, donde los denodados hijos e hijas de esta Patria, enardecidos ya por el sagrado fuego de la libertad y la independencia, clamando venganza por tantos crímenes y aberraciones y persecuciones, juran combatir hasta perecer o colocar triunfante sobre sus altas llanuras el pabellón tricolor de la Patria.

Ahí está el sacrificio por la Patria, todo debía sacrificarse por la Patria: sosiego, riquezas, familias, la vida misma, salvándose solo de estas cruentas luchas el honor y el heroísmo.

Bolívar fue aborrecido por la oligarquía de la época colocándolo como chivo expiatorio para no asumir la responsabilidad de la propia clase social causante de las ruinas de la posguerra. En nuestra historia hay un cúmulo de escenario de cómo la burguesía ha sido apátrida y traidora.

Estos contextos de nuestra historia que desde hace 15 años con la llegada del eterno Chávez al poder se han ido diluyendo como “brizna de paja en el viento”, en la que hoy la nueva epopeya Bolivariana-Chavista-Madurista y socialista, le han dado un giro de 180 grados encendiendo la mecha patriótica de las futuras generaciones. Con un camino y un devenir floreciente, vigoroso y repleto de vida.

No han sido en balde los ríos de sangre patriota derramados por los hombres y mujeres en esta gesta emancipadora e independentista. Esta perspectiva ofrece, sin lugar a dudas: Chávez es el precursor de nuestra independencia integral, que la oligarquía pretendió distorsionar en abril de 2002 y ahora en nuestros día bajo el aval imperialista buscan por todos los medios el retorno de una vida inhumana que no volverá.

Son más de 200 años de dominación colonial en la que las capas humildes del pueblo, campesinos, pescadores, obreros e indígenas, trabajadores y trabajadoras, sostuvieron con su sangre y trabajo a una sociedad excluyente que dejaba para ellos solo miseria en lo económico, político y social. En un hábitat absolutamente deshumanizado.

Lo que no advirtió la burguesía es que todo esto formó parte de un entramado del materialismo histórico para la resistencia que se venía gestando muy lenta y hasta sigilosamente en el transcurrir de los años de opresión y explotación, que hoy se traducen en la mayor suma de felicidad.

¡¡¡Viviremos y Venceremos!!!


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Alberto Vargas

Abogado y periodista, egresado de la UCV, con posgrado en Derecho Tributario y Derecho Penal. Profesor universitario en la cátedra de Derechos Humanos

 albertovargas30@gmail.com

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