Luego de la rueda de prensa del presidente Maduro a propósito del asesinato de Robert Serra, la indignación por los hechos se multiplica por mil, pues si bien para la ultra derecha paramilitar los revolucionarios somos objetivos políticos con los cuales provocar la citada pelea de perros, o lo que es lo mismo, la lucha fratricida, no es menos importante el triste papel jugado por el escolta traidor quien por su bajo nivel de conciencia, hizo de una disputa con el fallecido un pretexto para venderlo a sus asesinos.
Por eso sin lealtad no hay revolucionario, y no basta vestirse de rojo para parecer interesadamente lo que de corazón no se siente. Personajes como el infeliz ex escolta tenemos en muchos lugares, son indisciplinados, inmaduros y sobre todo, ignorantes de su propia desgracia, practican la infamia y el desprestigio, se engalanan diciendo a los cuatro vientos los supuestos defectos de quien por la posición que ocupa, ejerce el comando y lo peor no tienen conciencia de su profunda debilidad ante el poder económico.
Son esos, los que al momento de aspirar al trabajo adulan y se arrastran, pero a la primera contradicción, se igualan y aspiran venganza. Son esos los peligrosos coleados en el proceso, los que no tienen origen político validado y conocido, los que llegan por las más diversas vías a ocupar puesto de estratégica importancia sin la mediación de un órgano que garantice el cumplimiento de las competencias exigidas para el nivel de responsabilidad política del puesto a ocupar.
De ellos tenemos llenos el saco, y han crecido como la hiedra a la sombra del poder subalterno que no tiene conexión con ninguna estructura de político partidista, ascendiendo por la vía del chantaje, la manipulación, el amiguismo, el arribismo y la traición, a posiciones de importancias, son los mismo que escuchamos decir: “yo soy técnico y no político”, “yo llegué aquí por mis méritos”, “a mi ese pendejo no me manda”, “quien me puso aquí tiene más poder que él”, y en caso del escolta, “ese tipo se cree una vaina porque es Diputado”.
Frente a esta situación, es urgente formar nuestras tropas y reconocer que en esta batalla no hay puesto sin importancia. No basta que el poder popular elija a sus representantes y gobernantes, que el ejecutivo designe sus funcionarios sino preparamos el equipo que va acompañar a cada uno de los compañeros que asumen la responsabilidad. De allí que tan necesario es el compañero que sirve el café como el sabio asesor, ambos están obligados a ser leales, más que a la persona, a la investidura, a la revolución, al Estado Bolivariano.
Nos duele Robert Serra tanto como nos duele este proceso en que estamos comprometidos hasta los tuétanos.