Genealogía del ser americano. IV. La vuelta al indianismo

Si hay algunos componentes decisivos en la formación del ser americano, son tanto el indio, como el negro; elementos claves en esa amalgama de relaciones culturales y expresiones humanas que configuraron a nuestra América. “La literatura referida al indio nació casi al mismo tiempo que la conquista del nuevo mundo. El- encuentro con el otro- es una de sus implicaciones desde el punto de vista textual”; nos dice uno de los tantos autores que abordan el tema. El discurso literario y el indigenismo se nos manifiestan, uno, como material del hecho histórico; otro como documento de registro para la interpretación de esa realidad social y política.

Los primeros escritos sobre el tema indígena describen la exuberancia de las tierras americanas, así como más tarde, el duro tratamiento social dado a los indígenas. La novela indigenista se desarrolla en el contexto de la literatura del romanticismo; manifestándose en dos perspectivas: la primera, la del lirismo, que idealiza el tema del indio y se alimenta de las leyendas del pasado; la segunda, la de un belicismo político que se expresa en las contradicciones de la realidad social. Dentro de la primera perspectiva encontramos obras, tales como: “La Araucana”; poema extenso del conquistador español Alonso de Ercílla (1533-1594), que describe las luchas entre españoles e indios araucanos del actual Chile. Otros trabajos son “El araucano domado” (1596) del Chileno Pedro de Oña. Los comentarios reales del Inca Garcilaso de la Vega (1609-1616).” “Cautiverio feliz” de Francisco Núñez Pineda; drama en lengua quechua sobre la historia de amor entre los Incas Pachacútec y Túpac-Yupanqui, del padre Valdés. En Cuba encontramos a Gertrudis Gómez de Avellaneda 1814-1873; poetiza que se interna en el campo narrativo, cuya temática aborda el pasado indígena. “Guatimozín,, novela publicada en 1846 es una de sus mejores narraciones, aun cuando la crítica opina muy fuerte de ella, en cuanto a su estructura, en tanto que novela; sin embargo no deja de reconocérsele la calidad de la información histórica, así como la descripción de usos y costumbres entre los Aztecas.

La segunda perspectiva trata de un “belicismo político”. Una panorámica de la novela indigenista, aun cuando sea muy general, nos ayudará a situarnos frente al hecho histórico: primera fase, la indianista; luego parará a ser indigenista y dentro de ella se sucederá el desarrollo de varias etapas o procesos. En su recorrido vamos a encontrar distintas maneras de abordar el tema, ya no idealizando la vida del indio, sino denunciando la vida y explotación de los indígenas bajo distintos contextos y diversas formas de producción capitalista; según opinión de algunos críticos, esta narración se puede denominar perfectamente novela social. En esas fases de su desarrollo, encontramos que los autores se plantean varias vías de solución al problema indígena y que vienen a representar una especie de programa político-social. Este proceso llega aproximadamente hacia la mitad del s xx. En los años cincuenta, el guatemalteco Miguel Ángel Asturias, reformulara el enfoque del abordaje del tema indígena; dentro de esa perspectiva se inscriben varios autores reconocidos que abordan la temática. La dinámica continuó y el exceso de ideologización de la corriente, según los críticos, termina por agotarla; surge luego el neoindigenismo, para más tarde dar paso a la narración testimonial y por último al pluriculturalismo, que nos sitúa en la etapa actual, que hemos denominado vuelta al indianismo.

Hoy el indianismo reaparece con significativa fuerza en un discurso más amplio, y que va desde los movimientos propiamente indígenas, los movimientos sociales, movimientos ecologista, discursos desde el seno mismo de algunos partidos políticos de tradición occidental y hasta de gobiernos. Hoy el movimiento social general aboga por la salvación del planeta y en ese discurso sobresalen los preceptos de la cultura indígena y su manera de entender la relación con la naturaleza. Resulta interesante el encuentro actual entre la dinámica de los movimientos sociales, que reivindican una nueva relación entre vida y naturaleza sustentados en un sentir y cultura originaria indígena; por un lado, y el desarrollo histórico del discurso literario que aborda la cuestión del indio, su cultura y la segregación social que ha históricamente ha sufrido, por el otro; cuestión planteada en las diversas expresiones literarias de la novela indigenista. No estamos diciendo que esos procesos hayan estado separados, que hayan estado divorciados; sin embargo, ahora la cercanía entre ellos es más evidente. Tenemos una larga tradición en la literatura, particularmente el género novela que aborda -la cuestión- indigenista y que abarca cerca desde la mitad del s. xix; hasta lo que llevamos del xxi. El discurso literario, en tanto que discurso de la realidad, se nos evidencia, se nos hace presente con nuevo vigor, testimonia, describe, se transforma en documento histórico; se hace plataforma para la reflexión. Nuestro momento histórico está inscrito en búsquedas de esquemas de vida alternativas a la experiencia vividas hasta ahora; lo que algunos dirían, una filosofía de vida que integre hombre y naturaleza desde nuestro propio espacio existencial. Desde esta perspectiva, pensar la cotidianidad, la supervivencia, la vida, es imperativo para el hombre actual.

El indianismo actual no es el mismo al de los primeros años de su emergencia. Encontramos que en los discursos de los movimientos sociales, que en su accionar están vinculados al problemas de la tierra, o a contextos urbanos, que luchan por desarrollar nuevas formas de relaciones, nuevas formas de comprensión de la vida y sus espacios; están fuertemente impregnados por los elementos que conforman la cultura indígena. La realidad del indigenismo actual, esta distante de las primeras evocaciones liricas que sobre el indio se hacían. Si observamos con atención, Bolivia, que puede ser considerada una de las expresiones indigenistas más significativas del continente, en su dinámica económica-social no puede escapar a las estructuraciones y condicionamientos que el capital impone sobre el conjunto de la sociedad. El presidente Evo Morales, además de indígena, ha sido obrero, sindicalista, miembro y dirigente de partido político con estructura moderna, etc.; cuestión que hace de él y muchos bolivianos indígenas, la expresión de un pueblo que se ha desarrollado en una dinámica cultural y social que es producto de un modo de producción y dominación capitalista. Las estructuras a través de las cuales hacemos nuestra cotidianidad, la escuela, el trabajo, tiempo libre, medios de comunicación, etc., etc., es decir, todos los espacios donde tenemos inmersas nuestras vidas, son canales a partir de los cuales nos vamos integrando, nos transformamos y en consecuencia, reaccionamos, como una cuestión natural, dentro de esa lógica del capital. Somos hombres portadores de una cultura genuina, originaria que se va transformando a partir de las estructuras de vida que nos impone un modo de producción.

Tenemos pues, que el indianismo actual no puede ser el de los primeros tiempos Esto no es bueno ni malo; es sencillamente un hecho histórico- cultural y como tal lo registramos. Pero lo que si debemos considerar, con cierto detenimiento, es que representa un aspecto a considerar en términos de las definiciones de lo que somos como pueblo y la identidad que desarrollamos. Considerar esta transformación político-social-cultural es clave para la manera de entender las manifestaciones actuales del mundo de hoy, que hemos llamado el fenómeno del indianismo actual.


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Luis. E. Villegas. N.


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