Con la conquista del poder a manos de la burguesía (una conquista en la mayoría de los casos violenta, donde la libertad y el derecho de rebelión eran dos grandes pilares) sus intereses de clase se convirtieron en "lo natural", en lo que debía ser en el sentido más teleológico posible. Así, el revolucionario Saint-Just exponía que:
"Los reyes serán enviados al desierto, a hacer compañía a las bestias rebeldes a las que se parecen, y la naturaleza recobrará sus derechos"[1]
Vemos que el dominio de la clase burguesa se convierte en lo natural, lo orgánico. ¿Cómo no rebelarse para instaurar la verdadera libertad, que es expresión natural del ser?
Pero estas expresiones que aparentemente abarcaban a toda la humanidad (libertad, justicia, igualdad ante la ley...) Reflejan el dominio de clase y legitiman el desigual statu quo. El Manifiesto Comunista ya da buena cuenta de ello:
"Vuestra justicia es sólo la voluntad de vuestra clase elevada a la categoría de ley, una voluntad cuyo contenido se halla dado en las condiciones materiales de vida de vuestra clase"[2].
Es decir:
"La base de este error [Lenin se refiere a las opiniones pequeñoburguesas en la II Internacional] reside en el prejuicio, heredado de la burguesía, de que la democracia [y por extensión, la libertad, la igualdad, etc.] posee un contenido absoluto, extraclasista" [...] Los lugares comunes sobre la libertad, la igualdad y la democracia equivalen en el fondo a una repetición ciega de conceptos que constituyen una copia fiel de las relaciones de la producción mercantil. Querer resolver por medio de estos lugares comunes las tareas concretas de la dictadura del proletariado, significa pasarse en toda la línea a las posiciones teóricas y de principio de la burguesía. Desde el punto de vista del proletariado, la cuestión se plantea sólo así:¿liberación de la opresión ejercida por qué clase? ¿igualdad entre qué clases? [...][3]
Vemos como Lenin refleja el contenido conciliador/negador de clase del pensamiento capitalista. Pero incluso en este discurso se reconoce muchas veces un implícito control: por algún punto deben sujetarse a la tierra sus teorías. Incluso en la declaración de los derechos del hombre de 1789, uno de los textos más radicales en la historia de la ideología burguesa se observa esa diferencia, como expone Hobsbawm:
"Este documento es un manifiesto contra la sociedad jerárquica y los privilegios de los nobles, pero no en favor de una sociedad democrática o igualitaria. "los hombres nacen y viven iguales bajo las leyes", dice su artículo primero; pero luego se acepta la existencia de distinciones sociales "aunque sólo por razón de utilidad común"[4].
¡Qué útil resulta aseverar el dominio de clase! Hoy día este tipo de distinciones conviven con el discurso hipócrita de la democracia, la igualdad... Incluso Hegel, el mayor exponente de la filosofía burguesa (no cuento a meros propagandistas como Fukuyama o Huntintong) reconoce este hecho:
"El gobierno no es él mismo otra cosa que el punto que se fija o la individualidad de la voluntad universal[...]no puede, por tanto, presentarse simplemente de otro modo que como una facción. Lo que ocurre es que a la facción triunfante se le llama gobierno y precisamente en ello […] radica de modo inmediato la necesidad de su perecer"[5].
Dándole la vuelta al mundo de la ideas de Hegel obtenemos la intención de una facciónsobre las otras, esto es, la imposición sobre la clase dominante en la forma de gobierno. El propio Hegel expone que frente a la voluntad real del gobierno está "solamente la pura voluntad irreal, la intención" Pero esa voluntad universal real, que no es sino una concepto extraclasista ideal, se convierte en una realidad material a través de la ciencia revolucionaria del proletariado, expresando una voluntad ajena a aquella que está en el poder.
Con el concepto de rebelión pasa lo mismo; cualquier desafío al sistema, incluso en el ámbito de la reforma legalista, es calificado de antisistema, o de atentar contra la democracia (otra vez como concepto absoluto) Y sobre todo, a mantener "la paz", el "orden". En la historia de occidente el perro más pacífico siempre ha resultado tener los colmillos más largos.
Como expone el propio Marx, nadie combate la libertad. A lo sumo combate la libertad de los demás. Evidentemente, se debe mantener el orden. Pero, ¿el orden de quién?
[1] JUST, SAINT. Sur la constitución de France, discurso pronunciado en la Convención el 24 de Abril de 1793. HOBSBWAM, Eric. La era de las Revoluciones. 171789-1848. Crítica, 2011 Barcelona.
[2] KARL, Marx. El manifiesto comunista. Crítica, 1998 Barcelona.
[3] LENIN, V.I. Economía y política en la época de la dictadura del proletariado. Progreso, 1979
[4] HOBSBWAM, Eric. La era de las Revoluciones. 171789-1848. Crítica, 2011 Barcelona.
[5] HEGEL, G.W.F. Fenomenología del espíritu. Fondo de Cultura Económica de España, 1996 Madrid
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