Las polémicas suscitadas recientemente en ocasión de la contratación de grupos adversos al gobierno venezolano para presentarse en el cacareado festival Suena Caracas, fueron ocasión para advertir no sólo la gran paradoja existente entre los temas mediáticos que ocupan la atención de cierto número de personas que emplean las redes sociales, y los temas trascendentales sobre los cuales no existen pronunciamientos radicales (referidos a la raíz) por parte del pueblo venezolano; sino también la insistencia del gobierno madurista de seguir consolidando una cultura desde y para la enajenación de la población.
A través del hashtag #NoaChinoyNachoenFestivalSuenaCaracas que se posicionó durante más de cuatro días seguidos en twitter, y diversos textos publicados en portales considerados "leales" al gobierno venezolano, se criticó la actuación contradictoria de los funcionarios públicos encargados de coordinar la ejecución de este tipo de eventos, y en una muestra con pocos precedentes en el escenario mediático del país, lograron que el mismo grupo que era protestado, declinara su participación en el evento.
Es realmente significativo constatar cómo estos preocupados militantes revolucionarios de las redes sociales de Internet, nunca han "unido esfuerzos" para lograr un cambio en las políticas de los ministerios y organismos encargados de la seguridad de obreros, indígenas y campesinos que luchan por sus derechos y sus tierras, y que han muerto víctimas de sicariato bajo la impunidad que conceden el resto de los organismos jurisdiccionales, responsables de garantizar al menos, un justo escarmiento para quienes promueven este tipo de acciones terroristas. (¡Aún no termina de secarse la sangre irredenta de Sabino Romero Izarra y de sus compañeros de combate, en las dolorosas tierras de Sierra de Perijá!)
Tampoco hemos logrado sentir la acción revolucionaria mediática de estos venezolanos, para solicitar coherencia por parte del gobierno nacional, en relación con el debido respeto a normas internacionales en materia de asilo político o extradición, cuando han estado en juego la suerte de humildes colombianos que luchan contra el gobierno paramilitar que actualmente impera en nuestra vecina nación, o en los recientes casos de Pérez Becerra y Julián Conrado. Mucho menos la situación del compañero vasco Asier Guridi Zaloña contó con tamaño espaldarazo. Y menos aún el activista de izquierda alemán Bernhard Heidbreder recientemente aprehendido en la ciudad de Mérida, acusado falsamente como terrorista.
No obstante, las conexiones neuronales que ciertos venezolanos poseen con la farándula, ejerce un poder particular sobre estos compañeros, quienes por lo visto sólo direccionan su acción "revolucionaria" en el ámbito de la Internet y bajo la lógica propia de la cultura de eventos a las que nos "acostumbraron" todas las "repúblicas", incluyendo la "quinta".
Lo anteriormente expuesto se refiere fundamentalmente a la lógica de "movilización en redes" que comienza a activarse en abierta sustitución a las acciones de calle, con un deliberado propósito de "desmovilizar" a la población y permitir sus "desahogos" a través de mecanismos virtuales. Pero urge también reflexionar sobre la lógica de la cultura de eventos y espectáculos promovida por el gobierno madurista, la cual viene a confirmar nuestra hipótesis sobre la existencia, tal y como sabiamente lo señala el compañero Sierra Corrales, de un gobierno asumido por una socialdemocracia tardía y torpe, que nada tiene que ver con los principios y la ética de actuación de un gobierno socialista.
Para poder reflexionar sobre ello, permítaseme hacer referencia a los hechos ocurridos ayer en Caracas, durante la inauguración del mencionado festival.
Los espacios de la plaza Diego Ibarra fueron los destinados por la Alcaldía de Caracas para el desarrollo de este espectáculo, una plaza descubierta a la que asistió una población sedienta de evasión. Lateral a la plaza, los espacios del Consejo Nacional Electoral fueron destinados para ofrecer una zona VIP en la que la burocracia roja colocó sus carpas para protegerse de la inclemente lluvia y gozó de servicio de tragos (en la plaza, las fuerzas represivas secuestraban el licor al común de los asistentes) y hasta coronó cotillones. Esta distribución espacial no sólo revela las fauces del monstruo en el cual nos hallamos atrapados, sino que fue el escenario perfecto para la presentación del grupo de rock Desorden Público, invitado también al show en el marco de la "cultura de paz, respeto y tolerancia" que promueven nuestros gobernantes.
Como podría suponerse, este grupo musical conocido desde hace por los menos dos décadas por su carácter irreverente al poder, y adverso consecuentemente tanto al gobierno del fallecido Hugo Chávez, como al que hoy encabeza el presidente Maduro, interpretó piezas musicales con letras bastantes "ácidas", en las cuales fustigaba fuertemente fenómenos de manipulación mediática, enajenación cultural, prácticas burocráticas y corrupción. Al vocalista de la banda comenzar su discurso de presentación, e iniciar su arenga antigubernamental, Ávila TV −que transmitía el evento en vivo− lo censuró sacándolo del aire, y comenzó a retransmitirlo sólo cuando desplegaron el espectáculo musical.
Dos piezas musicales particularmente llamaron la atención de los observadores críticos que acudieron al evento: una que trataba sobre el tema de la corrupción y la manipulación mediática, y que titularon, "Todo está muy normal"; y otra que llevaba por nombre: "Llorar por un dólar".
La primera pieza fue presentada como "una canción sobre el tema de la corrupción que suena muy sabroso". La letra no podía ser más sugestiva: "Si nos van a seguir robando –cantaba el vocalista− al menos cámbiennos los ladrones" Y se dirigía al público para conminarlos a mostrar su opinión frente a sus "audaces afirmaciones": ¿Estamos de acuerdo o no? A lo que el público respondía con una ovación de alegría y aceptación.
Alegría y aceptación que llegó al máximo de su apogeo cuando el mismo vocalista interpretó una pieza en la cual hacía alusión al robo de más de veinte mil millones de dólares (ya no tengo claridad de la cifra con tantos dimes y diretes frente a este bochornoso hecho) robados a la nación a través de empresas de maletín, mientras lanzaban imitaciones de dólares como papelillos por encima de las cabezas de una multitud eufórica por los efectos del ska, y al parecer, de sus contenidos contestatarios.
Todo un éxito la presentación de Desorden Público. Supongo que valió la pena que la asamblea destinara los ciento sesenta y ocho millones para la ejecución del evento, y que el médico psiquiatra y alcalde de Caracas Jorge Rodríguez, ahora tendrá un diagnóstico mental más alentador para quienes asistieron y disfrutaron de ese fastuoso show. La tolerancia, la aceptación y el respeto, según su punto de vista y el del flamante presidente de fundarte, debió salir ayer bien fortalecida: "Después de todo… es sólo música. La política es otra cosa". O, empleando la jerga, la acción y el baile regguetonero que nuestro ministro del deporte El Potro Álvarez presenta en su video "Regálame un mua" feat Chino y Nacho: "Esta es la unión que le gusta al pueblo". Claro, cómo no se nos había ocurrido: ellos sí saben lo que le gusta al pueblo y esa es la "unidad" que tanto se nos ha venido reclamando.
Y en la "fiesta" del festival Suena Caracas en donde al igual que la canción del cantautor español Joan Manuel Serrat, "el pobre y el rico bailan y se dan la mano"; el "opositor" y el "chavista" disfrutaron al son de la música de "protesta", y al parecer también mandaron sus miserias a dormir hasta el próximo show. Sólo que los incautos quienes creyeron, tal y como lo anunciaban los organizadores del evento por parlantes, que el metro trabajaría hasta las cuatro de la madrugada, les tocó "subir la cuesta", desafiar el peligro de las calles y la lluvia que cayó sobre la ciudad, para su regreso a casa; mientras, los "afortunados rojos" de la zona VIP volvieron a "sus riquezas", transportados por sus flamantes autos particulares y/o conducidos por choferes pagados por el Estado nacional.
"El sol nos dice que llegó el final. Por una noche se olvidó que cada uno es cada cual".
Ojalá a alguno de los incautos se le ocurra −algún día− interrumpir la fiesta… Entonces será más difícil que bailemos todos al mismo compás.