Si los voceros de la Casa Blanca dicen que es "risible" la denuncia sobre un fallido Golpe de Estado contra el Presidente Nicolás Maduro, quiere decir que el asunto es serio y que Washington tiene las manos metidas hasta home. Tal ha sido la táctica de la oposición, negar y burlar estos graves hechos.
Pero yo quiero llamar la atención sobre el asedio y los peligros a que se puede enfrentar el país, por las intenciones de ciertos poderes internacionales que pretenden apoderarse de nuestros recursos naturales. Varias piezas del ajedrez geopolítico se han movido apuntando a Venezuela.
Colombia acaba de presentar a la prensa sus nuevos 32 tanques de guerra inteligentes de fabricación canadiense, en los que gasto 88 millones de dólares. El escenario escogido fue la Guajira. Curioso que un país que negocia la paz interna después de 60 años de conflicto social armado, con una fuerza de seiscientos mil efectivos, siete bases militares con presencia gringa, exhiba sus nuevos juguetes al vecindario.
La intuición patriótica me dice que tenemos que prepararnos para algo fuerte. La oligarquía colombiana crea las condiciones para su añeja ambición de invadir Venezuela. Los medios impresos, audiovisuales y digitales nos agreden moralmente. Cualquier tema lo explotan: exaltan al asesino preso en Ramo Verde frente a una supuesta justicia viciada, celebran con morbosidad nuestros problemas económicos o de inseguridad, y hasta se mofan de nuestros símbolos patrios.
El irrespeto al Escudo Nacional es un mensaje codificado: ese caballo blanco decaído y esas armas rendidas (que le dieron la independencia también a esta Colombia) son la señal para arreciar el ataque. CNN ya absolvió al caricaturista, el cual se vanaglorio de su hazaña: ofender la historia patria.
En lo económico Colombia ha sido clave para el desmadre monetario y el desabastecimiento. Hemos exagerado en ingenuidad diplomática al esperar algo bueno de aquel lado respecto al contrabando y la transparencia cambiaria. Se han chuleado la gasolina, los víveres e insumos subsidiados, a la vez que despedazaron nuestra moneda con la manipulación fronteriza de un peso sobrevaluado a la fuerza por los paramilitares, con la complicidad del gobierno.
Toda esta jugada ha sido diseñada con precisión para doblegar el Proyecto Bolivariano. Mientras, las gandolas con el carbón colombiano siguen destruyendo nuestras carreteras, ensuciando nuestros ríos y el Lago Maracaibo, al que continúa llegando toda la mierda contaminante de Cúcuta.
En el año 1996 yo participaba como diputado zuliano en la Asamblea Regional Fronteriza del Parlamento Andino; durante una sesión en Rio Hacha propuse discutir el tema de los carros robados en Venezuela que circulaban libremente allí. No tuve apoyo ni de mis compatriotas diputados del bipartidismo. Aislado y amenazado, decidí retirarme del evento en forma de protesta. Al bajar del segundo piso del edifico de la Lotería, vi que el vehículo oficial del presidente de la Asamblea Departamental de la Guajira, era una Toyota Samurái negra con placa venezolana, como el 90% del parque automotor de la zona en aquel tiempo.
Muchos de esos autos, hoy deteriorados, sirven aun para contrabandear gasolina y alimentos venezolanos. Como la fragata Caldas, usada pero no parada.
Dejarse burlar e irrespetar tan seguido es poner la otra mejilla, gesto para el que el pobre Abel no tuvo tiempo.