¡De rodillas, nunca más!

12 ideas para aportar a una interpretación de los sentidos del chavismo


I
Si alguna vez se escribiera un Credo del chavismo, no podría faltar la afirmación: “Creo en mis propias fuerzas, en el poder resistente y creador del pueblo; y en el destino soberano de mi país”.
Es importante lo que se dice, pero quizás es más importante quiénes lo dicen.

Quienes hacen esta afirmación están rebelándose de una maldición de siglos que los convertía en objetos, en cuerpos sin espíritu, en números que figuraban en contabilidades ajenas, en blancos permanentes del escarnio y el ninguneo, en desheredados en su propia tierra, en avergonzados de su identidad nacional.

La dimensión de esa rebelión es compleja.

Es  histórica, de clase,  racial,  religiosa,  nacional y nuestramericana, de género,  comunitaria, plebeya, rebelde, contradictoria y mucho más que eso. Quien quiera catalogarla, encasillarla, corre el riesgo de que lo más valioso se le quede afuera.

Buscando una consigna que pudiera sintetizar esa rebelión, no he encontrada  nada mejor que: ¡De rodillas, nunca más!

Esa consigna no puede pronunciarse gratuitamente.  Presupone el reconocimiento de haber vivenciado la humillación. Es patrimonio de los acusados de habitar “un país de flojos”, de los pata en el suelo, de los plebeyos, de los impuros de sangre, de los descalificados, de las de sexo “débil” o “impreciso”.

Mucho se ha insistido en como la figura de Chávez permitió catalizar esa rebelión, pero Si se trata de discutir los sentidos del chavismo, me parece más atinado enfocar como ese pueblo rebelde fue moldeando a Chávez.

Ha llamado la atención por ejemplo de que Chávez se hubiera hecho cargo de la responsabilidad del alzamiento del 4 de febrero de 1992.

¿Podría haber hecho otra cosa?¿O acaso los pata en el suelo, pueden sacarle el cuerpo a las responsabilidades? ¿O acaso él provenía de una clase social que puede evadir la ley? ¿O acaso él había sido educado en valores que legitimaran la impunidad?

No actuó diferente a los políticos del sistema. Era diferente.

Provenía de otra arcilla. Y desde reconocer ese punto de contacto y reconocimiento con el pueblo, propongo prestar  más atención al alfarero que a la obra modelada.


II
Quienes se han preocupado por precisar nombre y fecha del encuentro de Chávez con la figura de Simón Bolívar, coinciden en  precisar que fue en sus primeros años de soldado y  responsabilizan al General Pérez Arcay de haber llamado su atención sobre la gesta de los libertadores.

Cabe preguntarse: ¿Hay alguna condición especial de la arquitectura cuartelera que permite atesorar en sus rincones los recuerdos de las gestas liberadoras? Me parece que no, al menos en mi país no ha sucedido algo parecido.

¿La responsable de esa sobrevivencia no habrá sido la particular composición del ejército venezolano que permitía que, pobres, negros, zambos y mulatos llegaran a ser profesores o altos oficiales con mando de tropa? ¿La responsabilidad de esa memoria viva, no habrá sido el descuido gringo de permitir que vientos populares se filtren en las rendijas cuarteleras?

Chávez fue un milico pobre. Uno más de esos patas en el suelo que buscó en la milicia un lugar de ascenso social. Y soñando los sueños de un milico pobre se lo encontró a Bolívar, de la misma forma que hoy muchos milicos pobres que ingresaron al Ejército o la Guardia Nacional tratando de escaparle a la pobreza, se lo encontraron a Chávez.

Dicen que así empezó ese encuentro. Años después  esa fabulosa maquina de olvidar que es la memoria fue seleccionando recuerdos preciosos de su infancia y apareció el relato sobre el tatarabuelo Maisanta, para acercar a Zamora y enlazar más fuerte a Bolívar.

No fue decisión de Chávez encarnar a Bolívar, fue decisión del pueblo subirlo a su cabalgadura

Como no podía ser de otra forma, el chavismo se construyo como continuidad inexorable de las epopeyas de los que acompañaron a Bolívar y a Zamora.

Fueron ellos los que conservaron la memoria. Fue un pata en el suelo quien volvió a enhebrar los hilos de la memoria, para romper el anatema del país de flojos y recuperar a Venezuela como un país de Libertadores.

Y la arrechera acumulada durante siglos contra el gringo avasallador y prepotente, empezó a tomar cauce.

III

Muy joven, sabemos, Chávez leyó el Manifiesto Comunista. Pero lo que entendió Chávez del Manifiesto Comunista vino mucho después. Fue su propio pueblo quien iluminó esas  lecturas de adolescente. ¿Como era que decía? - Ahora entiendo.

Se puede leer una y cien veces que la lógica del capital es la ganancia y de que acumula sobre la miseria ajena, pero hay que vivir la pobreza y la marginación, hay que escuchar a las más dolientes víctimas del capitalismo y hay que conocer los relatos del accionar de los más perversos capitalistas, para encarnar esas ideas.  La indignación siempre precede a la conciencia y la rebelión de los pata en el suelo venezolanos que estalló en el Caracazo, era pura indignación.

Después vinieron los viajes recorriendo el país. Y la comprobación que Venezuela no era otra cosa que un gran rancherío que rodeaba a un puñado de barrios ricos. Pero no solo era una deuda interna en carne viva. Era también una voluntad de cobrarla. Era América y África vueltas a saquear, pero con ánimo de revancha histórica.

Insisto, no fue Chávez, era un temporal que bajaba de los cerros, que venía de la selva y la sabana.  Era la lucha de clases en versión tropical y sudamericana. Esa bronca acumulada durante siglos le prestó el lenguaje a Chávez y al chavismo: “Esos oligarcas, esos sifrinos, esos pitiyanquis, esos majunches “. Los apodos y la pronunciación que denuncia, señala, insulta,  la puso el pueblo.

IV

La descalificación de Chávez como zambo, tuvo las mismas consecuencias políticas que descalificar a Evo Morales como indio. La burguesía se atribuye el derecho de imponer proyectos, sueños y valores, de apoderarse de la ética y la estética, pero suele confundir sus barrios con los territorios de los abandonados. Allí tiene menos influencia y suele suceder que el descalificativo se torne valoración identitaria.

En aquel país del rancherío interminable ser zambo, mezcla de indio y de negro, era lo más común, lo genuino. Los raros, los extranjeros, eran los otros, los catire. Pero además los catire eran los que gobernaban.

En el nivel más elemental de identificación política el chavismo es el partido de los negros, de los indios y de los mezclados de sangre. Si los catire gobernaron quinientos años y solo distribuyeron miseria, era sensato apostar a los de la propia sangre. Y desde que gobernó un zambo y la vida fue mejor, va a costar mucho que negros, indios y los mezclados de sangre cambien de partido.

Cuando arreció el paro petrolero y hubo que recurrir a la leña para cocinar, cuando la guerra económica destruye los salarios y vacía las bodegas, cuando el gobierno parece desbordado, impotente, cuando la confusión y la desesperanza se va apoderando del alma de los pueblos hay un impulso vital que viene desde atrás y desde adentro para seguir confiando en la raza, en los iguales de piel, en la identidad de la sangre.

V
Dicen que Chávez era santero. Puede ser cierto. Lo que es seguro es que el chavismo practica una religión con pocos intermediarios, donde los dioses están vivos y andan muy cerca de la gente.

Esa convivencia, esa familiaridad casi promiscua  ha terrenalizado a los seres divinos al punto que se dejan influenciar por los humanos. Esta reapropiación de los dioses por parte del pueblo crea un imaginable disgusto en la burocracia eclesiástica, albacea de los dioses muertos y administradora de culpas y dispensas.

No es para menos. Cualquier pata en el suelo opina sobre Jesucristo, se hace pastor, hace arreglos con dioses, o comenta que el santo viene a visitarlo a la casa.

El chavismo es un movimiento con un fuerte componente religioso que incluye a evangélicos, católicos, santeros, budistas, originarios y otros grupos que comparten este sentimiento de reapropiación.

La religiosidad chavista es mas comunitaria que institucionalizada, más solidaria que ritual y, por la influencia afrodescendiente, bastante fiestera. Los cumpleaños de los santos siempre son una buena excusa para la parranda.

La insistencia que los valores religiosos son anticapitalistas provocan no pocos desasosiegos en las jerarquías y en algunos izquierdistas momificados que, por distintas razones, ven mermar sus clientelas  frente a una nueva espiritualidad que derrama humanismo, pero que además es muy divertida.

VI
Ser chavista es una forma muy particular de ser venezolano. Una venezolanidad que incluye  a los colombianos, los haitianos, los cubanos, los bolivianos, los ecuatorianos, los brasileños y los argentinos. Pero no es tan amplia como para admitir a los portugueses que, insertados como patrones de comercios y distribuidoras de alimentos, son mayoritariamente escuálidos.

Las cifras de colombianos que viven en Venezuela son discutibles. Unos dicen que son un millón y medio, otros que superan los cinco millones.

Lo que es seguro es que no hay ningún venezolano chavista que no tenga un pariente o amigo colombiano.  El colombiano es un desterrado de su propia tierra, la identidad chavista se forjó entre los abandonados de Venezuela. Hay un cruce de pesares que los hermana.

Como suele sucederles a los inmigrantes hubo un primer tiempo donde la supervivencia fue el único interés y esa particular situación promovió el individualismo y el no involucramiento en las causas populares del país que los recibió.  En los primeros años, muchos votos de colombianos nacionalizados engrosaron los números electorales de la derecha.

Pero ese peso reaccionario que acompaña a todo fenómeno inmigratorio, fue diluyéndose en el tiempo cuando la superación de las urgencias permitió levantar la cabeza y empezar a socializarse. Los colombianos trajeron en la mochila algo más que dolores y necesidades. Trajeron cultura de trabajo campesina, experiencia organizativa y esos aportes se han ido valorando, incorporados a la identidad chavista.

La afirmación de la nacionalidad a expensas de despreciar al  que nació del otro lado de la frontera es un invento de las oligarquías venezolanas y colombianas

El chavismo, como venezolanidad inclusiva recoge las mejores tradiciones de los ejércitos libertadores de la Gran Colombia.

Si  la inclusión de los haitianos tiene un fuerte componente simbólico, porque desde Leonardo Chirino para acá Haití fue la Patria Negra de la libertad, con los cubanos ocurrió un proceso inverso.

Desde lo simbólico la nacionalidad cubana había sido demonizada durante cuatro décadas por los gobiernos de la IV República.  Fue una ocurrencia de Chávez traerse a los cubanos y ellos se ganaron un lugar demoliendo prejuicios y prevenciones

Quizás la catarata de odio desplegada por la oligarquía cuando el primer contingente enviado por Fidel pisó Venezuela contribuyó a mejorar su imagen. Si los oligarcas los odiaban tanto, no podían ser tan malos. Después, el trabajo abnegado y la humanidad de los cubanos, hizo el resto.

La identidad chavista incorporó a Fidel como a un patriarca y al Che Guevara como un ícono. Y por esa vía también fuimos incluidos los argentinos.

El chavismo expresa un nacionalismo inclusivo que cobija a todos los latinoamericanos que resisten contra el imperio. Y un poco más todavía, porque también cobija a vascos y palestinos.

VII

El chavismo como identidad de los humillados tiene el rostro de quienes, desde hace siglos, fueren doblemente humilladas: las mujeres.

El chavismo es mujer, negra, pobre y madre soltera. Expresa como nadie su rebelión orgullosa. El tejido social del chavismo en los barrios populares es esencialmente una trama de mujeres, de madres, muchas de ellas jefas de hogar.

Fueron ellas  las que primeros se sintieron capaces de organizarse. Las que arrastraron a sus novios, maridos, amantes o hijos varones  a los actos para ir a escuchar a Chávez; las que promovieron  las primeras reuniones políticas,  las que llenaron los espacios de las convocatorias del nuevo gobierno, las que alentaron para bajar de los cerros para derrotar el golpe de Estado, las que dieron vida a las Misiones, las que alojaron y defendieron a los médicos cubanos.

En resumen: las que protagonizaron “La Revolución de las Doñas”.

Son ellas las  que cotidianamente hacen la comunidad, llevan y traen las buenas nuevas, alivian las penas y los desconciertos, promueven las solidaridades, acercan a los confundidos, condenan socialmente a los enemigos de la Revolución.

Nadie encarna mejor al chavismo que esas mujeres que se pararon sobre sus hombros y sus vergüenzas para convertirse en protagonistas de la democracia y de la historia.

Nadie como ellas tiene cuentas pendientes con el capitalismo y el sistema patriarcal y expresan en su rebelión relaciones diferentes donde la subjetividad no pide permiso,  la horizontalidad es regla de convivencia y. donde la inclusión es una vocación que se ejerce sin discursos.

Fueron esas mujeres y organizaciones de  mujeres quienes ampararon a las primeras expresiones de los movimientos de sexo- diversidad. Y seguramente ellas tienen mucha responsabilidad en que los términos marico o marica habituales en el lenguaje cotidiano hayan ido perdiendo su carga ofensiva y  discriminatoria.

A nadie temen más los burócratas que a las mujeres de los barrios populares. Por eso suelen empezar sus actos proponiendo “Una bulla para las mujeres”. No vaya a suceder que las mujeres empiecen a hacer bulla.

VIII

Cuando a los pueblos originarios que viven en la  selva o a la vera de los ríos les vienen a hablar de las Comunas, ellos contestan que siempre vivieron en Comunas.

Los negros que habitan en las costas del mar dicen que ellos vivieron en las Cumbes.

Los  gochos andinos afirman que la revolución de los Comuneros data de 1781 y que ha sido su costumbre vivir en comunidad.

Este comentario viene a cuenta de reconocer una larga tradición comunitaria en distintos lugares de Venezuela. Pero a  partir de mediados del siglo pasado, la tradición comunitaria va a nutrirse de las experiencias urbanas de los rancheríos que circundan a las ciudades modernas como Caracas, Maracaibo y Valencia, o a los enclaves petroleros en Oriente.

La  necesidad alentó la construcción de esas comunidades urbanas y la síntesis de distintas tradiciones. Los desplazados de lugares donde la tierra proveía de recursos elementales como el abrigo, el agua, la leña, las hierbas medicinales y las frutas tropicales, terminaron habitando en montes pelados o espacios cuyos  recursos se agotaron rápidamente.

La extrema dureza de las condiciones de vida de esas nuevas poblaciones obligó a agruparse colectivamente y a tejer redes solidarias.

Podría decirse que allí, la construcción de la comunidad fue una praxis de sobrevivencia.

Es difícil comprender la génesis del chavismo, su rápida identificación y propagación, si no hubiera estuviera estado precedido por la existencia de un pueblo que, a lo largo de todo el territorio nacional, compartía la condición de abandonados por el sistema y la condición de resistente a partir de formas comunitarias de sobrevivencia. Y también por la existencia de una institución como el ejército que estaba desplegada en todo el territorio nacional, donde milicos pobres estaban fuertemente enraizados con sus comunidades. No por casualidad buena parte de los primeros círculos bolivarianos se construyeron sobre la base de los círculos de veteranos.

En el relato de esos primeros años las redes de militantes de izquierda provenientes de distintos orígenes ocupan el lugar relevante, pero no debe obviarse que los militantes de izquierda  somos más propensos a la escritura y a la publicación de nuestras acciones.

La apoyatura social del proyecto inicial bolivariano es de base comunitaria y es la vinculación  y el dialogo permanente con el pueblo lo que va delineando en la cabeza de Chávez la idea de la Comuna como célula estratégica de un proyecto socialista no estatal.

Como bien dice Aldo Casas no hay un marxismo, hay marxismos. Y la producción de los marxismos es inconmensurable.  Entre toda esa producción  Chávez prestó especial atención a quienes desarrollaron las ideas de la Comunas. Insisto, más que a la obra, hay que prestar atención al alfarero.

IX

La academia se ha ocupado de los pueblos originarios de América y de África, la mayoría de las veces como curiosidad antropológica. Como disección de un cuerpo que, por considerarlo muerto, ya no molesta.

En la Academia esas culturas pueden tener otros lugares. Un lugar de exotismo, de curiosidad tropical, de lengua muerta, de condimento de la identidad nacional.

La cultura  llanera no despierta ni siquiera esa curiosidad.  Porque ¿qué es un llanero? Es una expresión cultural mestiza, ni negro, ni indio. Un pata en el suelo subido a un caballo para andar detrás de vacas ajenas.  Ocupación  del folklore, más que de la academia.

Un llanero es, sobre todo, un plebeyo.

Un pueblo abandonado y humillado solo podía generar un líder plebeyo, y para eso nadie mejor que un llanero. Milico pobre, respondón, fiestero, solidario, cantor, rebelde, humano, cada una de los rasgos de Chávez  eran plebeyos y quizás por eso se produjo una  rápida identificación popular. Fue “Uno de los nuestros”

El chavismo inscripto en la tradición Zamorana es un movimiento plebeyo, que sintetiza las diversas plebeyidades venezolanas.

El chavismo no acredita saberes. Estudia y crea. La tercera parte de los venezolanos son estudiantes, el país tiene la matrícula universitaria porcentual más alta de Sudamérica, es líder en el continente  en la edición de libros y lectores.  Su Sistema de Orquestas de Cámara, incorporan a 632.000 personas y deslumbra por su calidad en las mejores salas de concierto en el mundo.

Sus escuelas de teatro infantil en los barrios son investigadas y puestas como ejemplo por estudiosos de prestigiosas universidades europeas. Sin embargo el chavismo no presume de ser un movimiento ilustrado. Se hace cargo de lo que tiene, una muy variada y despareja producción cultural; no pone distancias de saberes y se propone avanzar con todos.

X

La identidad chavista es una identidad rebelde. Se construye en la lejanía de todos aquellos que se atribuyen saberes superiores.

Es polémico afirmar esto cuando la casi totalidad de las convocatorias masivas provienen del gobierno, y a los movimientos populares y a las comunas les ha costado construir una agenda alternativa. Pero una mirada larga del proceso bolivariano demuestra que el chavismo, por acción u omisión, ha mantenido un grado de autonomía de sus conducciones partidarias.

Quizás la expresión más fuerte de esa autonomía la expresó en las jornadas del 12 y 13 de abril de 2002, cuando decidió movilizarse para rescatar a Chávez por su propia cuenta y riesgo.

Esa identidad sintonizaba con Chávez cuando el mismo se rebelaba contras las limitaciones de su gobierno y de su partido. Cuando el mismo reconocía haberse equivocado.

El PSUV es una estructura valorada como maquinaria electoral, pero con escasa capacidad de conducción política.

El presidente  Nicolás Maduro no ha sido abandonado por el apoyo popular cuando fue asediado por las guarimbas y la guerra económica, pero ha tenido apoyo entusiasta y movilización contundente cuando se puso los pantalones y se decidió a polarizar el enfrentamiento con la derecha y con los Estados Unidos.

Maduro, que recibió el pesado mandato de calzar los zapatos de Chávez, también va siendo modelado por el  pueblo.

El chavismo se ha ido conformando como una identidad de resistencia, de defensa de sus logros en el plano de la inclusión social,  el ejercicio de la democracia participativa, y la dignificación nacional.

Avanza a los saltos, mas por reacción ante los golpes recibidos, que por impulsar un plan determinado. Existe y se defiende, luego avanza.

Y cuando avanza se entusiasma y se dispone a defender el nuevo terreno conquistado. Esta perspectiva  plebeya de la intervención política desquicia a la derecha, pero también a muchos militantes e intelectuales de izquierda que se frustran como conductores de masas.


XI

El chavismo está implicado en la azarosa tarea de transitar hacia el socialismo. Para hacer este trabajo ha utilizado las herramientas disponibles, mientras va construyendo otras mejores.

Lo disponible era el viejo Estado capitalista. Además de viejo: corrupto, ineficaz, maltratador y dispuesto a trabar, metabolizar y reproducirse hasta el último aliento de vida.

Construir el socialismo con el Estado capitalista, aún reformado o emparchado, es como hacer un pozo con  un rastrillo.

Gestionar esa herramienta mientras se construye una nueva institucionalidad es misión de aquellos capaces de fruncir la nariz y ponerse a trabajar soportando la hediondez capitalista.

La construcción de lo nuevo, de la pala que ayudará a hacer brotar el manantial del socialismo, es tarea grata y cercana que se asume en los perfumados territorios de la Patria.

Los espíritus delicados, acostumbrados a elegir en la abundancia no pueden comprender que las dos tareas son necesarias. Los pobres y plebeyos, veteranos de sobrevivir en la escasez saben que en la vida hacemos lo que nos gusta y lo que hace falta.

Los trabajadores saben que el trabajo insalubre impone no enclaustrarse, salir periódicamente a disfrutar del aire puro y hacer una rotación necesaria.  Si no se toman estas precauciones puede suceder que nos enamoremos del olor a mierda.

XII

Como identidad de resistencia el chavismo privilegia su unidad política, pero también alberga una disputa permanente sobre sus sentidos. Si acercamos la lupa no hay un solo chavismo, hay por lo menos dos.

Por un lado chavismo popular que, asediado por el Imperio, agudiza sus rasgos identitarios y rumbea para la construcción de un  socialismo de base comunal. Por otro, un chavismo aluvional que rumbea para desapoderar al pueblo y pasteurizar la epopeya. Ese chavismo aluvional se subió al tren de la historia con intereses propios, con vocación de privilegiar lo particular sobre lo colectivo, lo institucional sobre lo comunitario y la obsecuencia sobre la rebeldía.

En el Golpe de Timón Chávez identifico con mucha precisión a ese chavismo que se disfraza con franela socialista, pero mantiene su cochinada capitalista. Sin mucha sutileza, plebeyamente, Chávez recordó que la lucha de clases también pasa por la identidad chavista.
 

El terreno de la disputa no es la academia, ni los debates vía Internet, ni las diatribas que pretenden conmover, ni las roscas de ministerio, ni las maniobras de palacio. Todo eso es apenas un juego que  nos permite entretenernos, descalificarnos, ensalzarnos, buscar trabajo o desahogar la arrechera porque no fuimos tomados en cuenta.

Los territorios son el lugar de disputa de los sentidos del chavismo.

Allí donde está el pueblo, donde fue decidido que: ¡De rodillas nunca más!
Donde vive el alfarero, el que esta pariendo la historia y decidirá, en definitiva, adonde iremos a parar.

 



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