Señor Miguel Sanmartín
Estimado Señor:
Mi saludo ante todo.
Su artículo “Hora de la Cordura” publicado en la edición de hoy (25/03) de El Universal me produce total desconcierto, pues usted allí propugna o auspicia la asignación de cuotas de participación para elementos opositores en las funciones técnicas del CNE, cuando lo aconsejable es que prevalezca la tesis de que quienes sean designados para manejar en los próximos años tan importante poder del estado, en todas sus áreas, lo sean ciudadanos imparciales, es decir independientes y jamás tutelados por organizaciones políticas de ningún tipo, las cuales, como usted bien lo sabe, cuentan con sus respectivos espacios de participación paritaria durante el acto de la emisión del voto en todos los eventos comiciales y muy activa en cada una de las auditorias que se realizan antes, durante y luego de los mismos, tal y como lo contempla la ley o como así lo dispongan otros acuerdos que, generalmente se dan, en la idea de garantizar mayor pulcritud al acto electoral.
De manera que su discurso lejos de abonar por la cordura, coadyuva a que jamás aparezca como signo de clara voluntad democrática de una oposición extraviada que pareciera no querer salir de ese laberinto en que se ha metido por su propia cuenta…Me atrevo a garantizarle, mi estimado amigo, que así ocurrirá, pues hay algo que se hace evidente aun cuando ello le produzca escozor: La dirigencia opositora no termina de calar en las masas, las cuales, casi en su totalidad, respaldan a Hugo Chávez (revise por favor las últimas encuestas) y ante esa realidad que prefiere ocultarla para engañar al país e inclusive engañarse así misma (el balance de sus derrotas es terrible, pues van diez seguidas), ya sabe que la única opción que tiene es no contarse y la mejor fórmula que vislumbra para no hacer evidente que sus seguidores son, en definitiva, una minoría sin ninguna opción de futuro, es desacreditar a cualquier CNE que sea designado y a seguir transitando la ruta de la desestabilización y la caída del “dictador”, sin importarle que para ello haya que aliarse con el diablo, cometer fechorías y hasta recurrir al magnicidio.
El país, sin duda, quiere una oposición seria, dispuesta a pelear con las armas de la democracia y que ofrezca un programa alternativo al del chavismo. No quiere una oposición como la que tenemos, muy torpe, que ha demostrado hasta la saciedad que toda estrategia de lucha “política” que escoge la lleva al rotundo fracaso y nunca rectifica y dice que se equivocó, sino que continúa achacándole todos los males del país a Chávez. Mire usted si no fue así su última trastada, esa la de haber decidido no concurrir a las elecciones parlamentarias de diciembre pasado, lo cual la privó de estar representada en el Parlamento con al manos veinte (20) diputados, pero que, por paradógico que parezca, lo aseguraron y lo continúan diciendo, que eso fue un gran triunfo. Veinte representantes opositores en cualquier parlamento del mundo es una cifra importante, tal y como ocurrió en nuestro pasado reciente con la escasa representación que tuvieron en el Congreso de la Cuarta República los partidos y movimientos izquierda que, si mal no recuerdo, nunca llegaron a tener veinte diputados y más aún si examinamos las de los países europeos, donde en la gran mayoría de ellos los grupos ecologistas, seudocomunistas, comunistas y hasta neofascistas, que con cinco o diez o doce o quince parlamentarios es mucho lo que logran en alianzas moviendo la balanza hacia uno u otro objetivo.
Otra cosa: recuerde que “no votar” es un derecho constitucional y que, además, sólo y únicamente eligen los votos que se depositan en las urnas…(!)
Atentamente, Iván Oliver Rugeles