Durante estos siete años la oposición ha recibido contundentes derrotas infligidas por las mayorías nacionales, no sólo en procesos electorales, también en enfrentamientos como el golpe de Estado, sabotaje petrolero, movilizaciones masivas y dondequiera la oposición ha pretendido encontrar terreno para levantar sus banderas de dominio y sumisión. Siempre que la oposición trata de levantar vuelo, lo único que consigue es preparar la siguiente derrota. Está maltrecha y sin rumbo. Transita el camino que le marquen desde el extranjero.
En los últimos dos años el CNE ha sido el objetivo a demoler. La campaña incesante, sustentada en el desprestigio institucional y de sus directores, ha estado acompañada de peticiones y exigencias: informe de Registro Electoral; auditoría de urnas; no utilización del “capta huellas”, etc., exigencias que han sido atendidas en su oportunidad. En lo único que no serán complacidos es, en cambiar la tecnología electrónica por el “conteo manual”, porque ello es como renunciar al automóvil y volver al burro. Renunciar al teléfono celular y volver al de magneto y manivela.
Pero la última derrota la acaban de recibir del presidente del CNE, Jorge Rodríguez: “...renuncio a postularme para el nuevo CNE y así no convertirme en excusa para la no participación en elecciones.” ¿Por qué la renuncia de Jorge Rodríguez es una derrota más para la oposición? Porque la deja desnuda y sin argumentos. La campaña mediática había concentrado sobre Jorge Rodríguez esos odios que no le permiten comprender los móviles de un revolucionario, muy diferentes a los de un burócrata o un burgués. La calaña del burócrata y del burgués no le permite entender el sentir de los verdaderos luchadores revolucionarios, como Bolívar o el Che Guevara. Para el burgués sólo hay propósitos bastardos de enriquecimiento o de figuración que se pagan con ministerios, embajadas, negociados, enriquecimientos y comisiones. No entienden lo que es la renuncia ni el servicio a ideales colectivos, como en el caso de Jorge Rodríguez: garantizar elecciones libres y limpias.
El argumento para la renuncia tiene un gran mérito. Está en su derecho hacerlo. Pero envuelve un gran despropósito. El país pierde la experiencia y capacidad adquiridas en la conducción del CNE, demostradas ante la nación y reconocidas por organismos internacionales que avalaron la realización de las cuatro últimas elecciones. ¿Por qué el CNE ha de transitar el aprendizaje e inexperiencia de nuevos directores? Mejorar lo presente, es lo más prudente. Renovar el CNE, es plegarse al chantaje, al capricho vil, fraudulento y mediático de la oposición.
!Es así, doctor Jorge Rodríguez!
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