El Presidente ha juramentado a Francisco Arias Cárdenas como embajador de Venezuela ante las Naciones Unidas y los comentarios no se han hecho esperar.
Esta decisión es aceptada sólo por el respeto, la confianza y el amor que este pueblo siente por el comandante, pero si hubiesen hecho una encuesta para pulsar la opinión de la ciudadanía, e incluso de los cuadros de dirección del proceso revolucionario, seguro estoy que Francisco no estaría entre los primeros diez mil posibles candidatos.
El argumento más sólido que he escuchado para justificar y aceptar la mencionada decisión es que el comandante no se equivoca, pero nada más lejos de la realidad. Chávez es el líder indiscutible de este proceso, el político que mejor ha interpretado los sueños de este pueblo, un hombre integro, incansable y dedicado a hacer de esta tierra un país de justicia y libertad. Sin duda es un hombre honesto, carismático y un excelente estratega; pero atribuirle características de semidiós le hace un flaco favor a esta revolución que requiere de la crítica constructiva de su militancia.
¡Claro que se equivoca el Comandante! y claro que se va a seguir equivocando. Por ello, quienes abrazados estamos a sueños de patria grande, no podemos ser indiferentes ante errores como éste, y mucho menos justificar nuestras posiciones con actitudes y frases que reflejan una peligrosa desviación ideológica, como lo es el culto a la personalidad.
Quien esta nota escribe, puede comprender que el corazón y los principios cristianos del Presidente no den albergue al odio y hacen del perdón un principio de vida, pero para perdonar no hace falta correr tantos riesgos. En estos momentos, cuando el gobierno de George W Bush arremete en el plano internacional contra el gobierno venezolano, no podemos darnos el lujo de contar con un embajador en la ONU con las características y el currículo político de Arias Cárdenas.
Arias es un hombre que quería ser sacerdote y terminó en el extremo opuesto, abrazado a la carrera de las armas. Se alzó contra la corrupción y las prácticas inmorales de la cuarta y terminó siendo un subalterno de uno de los padres del puntofijismo. Llegó a ser gobernador del Zulia con el respaldo de los partidos de derecha y repitió con el respaldo de los partidos de la Revolución Bolivariana, para luego ser nuevamente el candidato de la derecha y rival del Comandante en las últimas elecciones presidenciales.
Arias no fue sólo un rival político de Chávez; se declaró enemigo de esta revolución y conspiró para destruirla. Creo que nadie ha olvidado que el 11 de abril estaba en Fuerte Tiuna junta aquellos que pocas horas después, abolirían la constitución y decretarían la muerte de la democracia.
Sólo cuando se dio cuenta que la oposición no tenía futuro, comenzó a pensar en la posibilidad de volver a las filas de la revolución. Su coqueteo le costó el rechazo y el desprecio de la derecha y le dejó un solo camino por recorrer… hoy lo transita con éxito, para tristeza de muchos compatriotas.
Fiel a mi costumbre de no poner mi pluma sino al servicio de conciencia, expreso el profundo malestar y dolor que me embarga, porque un hombre como Francisco Arias Cárdenas se haya encargado de una posición vital para este proceso, existiendo, por lo menos, diez mil que tenían más méritos como profesionales, como políticos y como revolucionarios.
Que Dios me perdone si estoy equivocado, pero el hombre que no aguantó dos pedidas de la oligarquía criolla para traicionar la revolución; no creo pueda resistirse a las ofertas que gringolandia le harán los dueños del país más rico y poderoso del planeta.