“La vida es un proceso de modificación, una combinación de estados
que tenemos que pasar. Cuando la gente no cambia de estado y
permanecer en él, es una especie de muerte.”
Anaïs Nin
“¿Qué fue, camarita, como estáis?” fue el saludo de Anacleto al verme llegar y, sin esperar a que me sentara, me dijo: “Vos estuviste comprometido durante mucho tiempo ayudando a conformar la esperanza del Socialismo del Siglo XXI: los Consejos Comunales”. Con el ceño fruncido continuó: “¿No eran esos los que debían organizar el Poder Popular para lograr una democracia participativa y protagónica? ¿Te acordáis de las palabras del Gigante cuando dijo que eran la herramienta fundamental y de vanguardia para avanzar en la construcción del socialismo, porque representan la célula fundamental de la democracia revolucionaria y verdadera? ¿En que ha quedado eso? ¿En pura letra muerta o de verdad hacen su trabajo?”. Siguió con el ceño fruncido y finalizó: “La verdad es que los protagonistas de esta historia están en deuda con el soberano, porque ya era hora de que en verdad se hicieran sentir”.
A diario leemos y escuchamos las quejas, de muchos compatriotas, referidas a la situación por la que estamos pasando, en especial en nuestra Tierra del Sol Amada, que colinda con la hermana República de Colombia. Ya es común escuchar lamentos como “hace años que me censé y no me han dado mi casita”, “llevo años esperando mi pensión de la Gran Misión en Amor Mayor y naa… eso es un engaño”, que si las madres del barrio, las madres procesadoras, los hijos e hijas de Venezuela, no han cobra’o desde hace dos o tres meses; que si el pato, que si la guacharaca, “que ya no se aguantan las colas”, “que ya no se aguanta la basura ni que el transporte público corte las rutas”, “que el gobierno tiene que ponerle mano dura a los que acaparan” y pare de contar.
Es cierto que la situación por la que estamos atravesando, por todas las guerras inducidas a las que la carroña opositora y sus aliados del norte nos tienen sometidos, no es fácil, pero…
¿Recuerdan las palabras de Hugo Rafael Chávez Frías cuando nos conminó a la conformación de una estructura social en la que el pueblo tuviera una figuración protagónica y participativa? Si no las recuerdan, son estas: “Los Consejos Comunales son la herramienta fundamental y de vanguardia para avanzar en la construcción del socialismo, porque representan la célula fundamental de la democracia revolucionaria y verdadera”. ¿No fue esa una forma de decirnos que el Estado somos todos y que como tal tenemos no sólo derechos sino también deberes?
Del mismo modo es cierto que el gobierno revolucionario debe, junto al pueblo, responder de manera contundente ante la guerra que la burguesía le ha declarado. Pero fíjense: “junto al pueblo”, pueblo “organizado en Consejos Comunales”, porque son los Consejos Comunales la base sobre la cual se construye la democracia participativa y protagónica que plantea la Constitución Bolivariana, como diferentes expresiones organizadas de los movimientos populares. Es decir, la forma de organización más avanzada que pueden darse los vecinos, de una determinada comunidad, para asumir el ejercicio real del poder popular, para poner en práctica las decisiones adoptadas por la comunidad. Hasta ahora, ¿qué han hecho los Consejos Comunales para asumir esa responsabilidad?
La carroña opositora se llena la boca diciendo que esa organización sólo ha servido para pedir y para robar, y con ello tratan de desacreditarla. Pero qué lejos de la verdad están, porque si bien es cierto que algunos sólo se dedicaron a eso, la mayoría trata de cumplir con sus funciones, dentro de sus carencias, de la mejor manera que pueden. Y es que los organismos encargados de “acompañarlos, instruirlos y asesorarlos” permanentemente, se han hecho de la vista gorda y los han dejado a la deriva sin las herramientas de formación tan necesarios para el éxito de su gestión. La nueva democracia que estamos construyendo sólo será invencible si su base es fuerte y esa base son los consejos comunales, porque son la autoridad permanente en su área de competencia, ante la cual se debe plantear y derivar todos los problemas de índole colectivo y por ser el interlocutor ideal entre la comunidad y cualquier instancia de Gobierno Estadal o Nacional.
Cualquiera diría: “soñar no cuesta nada”. Pero a ese yo le respondería que en cualquier momento los miembros de los Consejos Comunales se arrecharán y despertarán a sus deberes, y empezarán a ejercer la Contraloría Social en sus áreas geográficas de competencia, ante todo y todos los que atenten contra el buen vivir de sus miembros; que empezarán a llevar a cabo fiscalizaciones de los oferentes de bienes y servicios para combatir el bachaqueo, el acaparamiento, la especulación y la usura, así como la inseguridad; y que serán los interlocutores válidos ante el gobierno regional. Se darán cuenta que cumpliendo con sus deberes, no sólo como ciudadanos, sino como organización colectiva, lograrán un mejor vivir.
Ah… Algunos les dirán que el gobierno sólo trata de convertirlos en “sapos, pero ¿Es ser sapo luchar por el bienestar de tu familia? ¿Es tu amigo el que te quita el pan de la mesa, el que te saca los reales del bolsillo cuando te vende productos a precios especulativos, el que te atraca o roba en tu comunidad, el que te esconde los alimentos y las medicinas, el que te sube indiscriminadamente las matrículas de las escuelas, el que viviendo en tu área de competencia se aprovecha de las necesidades de todos los vecinos? “Pero cuando no tienes reales yo te fío”. La pregunta es: ¿A qué precio? Si los Consejos Comunales son la autoridad permanente en la Comunidad, ¿qué negocio funcionaría sin su aprobación? Porque, para darle la aprobación de funcionamiento, estos tendrían que ajustarse a la Ley. Por ejemplo, ¿qué cara pondría el dueño de una tiendita, que venda un refresco de dos litros en 150 bolos o un kilo de carne en 700, si le llega el Consejo Comunal y le lee la cartilla? “Es que a mi me venden caro y yo tengo que ganar algo”. Si no puede vender a los precios establecidos como “justos”, que no le compre a los que le venden caro, porque no se le va a permitir precios especulativos. En la unión está la fuerza.
Bien decía Gramsci que para que haya un “Príncipe Moderno”, o sea, un partido político, debían confluir tres elementos: 1- Elemento cohesivo, 2- Elemento masivo y 3- Elemento intermedio. La Revolución tiene al hijo de Chávez, Nicolás, como elemento cohesivo, a millones de chavistas como elemento masivo, pero el elemento intermedio, que debe ser el conector, el enlace entre los dos primeros elementos, el dirigente medio, todavía está en formación, porque muchos sesudos se olvidaron de la importancia que tienen los cuadros de un proceso para su sostenibilidad en el tiempo.
Con el despertar de los Consejos Comunales a sus DEBERES, lucharemos por la liberación, mientras la carroña majunche lucha por la opresión. Por eso, ¡no volverán!
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