A la memoria de Pedro Camejo, el Negro Primero
¡Dime tú, capitán, que al sur llevas el alba!
¡Brigadier de las rosas! ¡Guardián de sementeras!
¡Comandante del fuego! ¡De la chispa!¡Del trueno!
¡General de los pueblos! ¡Soldado de los hombres!
¡Segador de las sombras! ¡Padre de las auroras!
¡Dime tú, conductor de sueños y de soles!
¡Si está viva, si brilla, si canta hacia la vida
la espiga que tu pueblo sembrara en Carabobo!
Bolívar:
¡¡Viva está para siempre!!
¡¡Para siempre está viva!!
¡¡Y con ella en los puños debemos avanzar
sembrando sus semillas!!
¡¡sembrando sus semillas!!
(Una Espiga sembrada en Carabobo, Cesar Rengifo)
Jóvenes de Venezuela y del mundo. Así como cada persona tiene su propia y diferente personalidad junto a sus semejantes seres humanos, Venezuela como país tiene también la suya basada en una historia imborrable. Gracias a ella surgimos como un pueblo único en la diversidad que tienen todos los pueblos de la tierra.
Herederos de Bolívar, nacidos en una Tierra de Libertadores, aprendimos a enfrentar a todo poder dictatorial imperial y totalitario que pretenda borrar las diferencias y la originalidad de cada persona pues no nos consideramos ovejas que se llevan ciegamente a pastorear. Por eso estamos obligados a conocer cuáles fueron los hechos que nos hicieron nacer con orgullo, humildad y mucha dignidad, venezolanos y venezolanas.
Entre las tantas batallas que tuvimos que dar para conquistar nuestro derecho a nacer como país, la Batalla de Carabobo ocurrida un 24 de junio de 1821 fue la más importante. ¿Por qué?
Porque con ella el ejército libertador le propino una derrota de tal magnitud al ejército imperialista español que lo dejó acorralado al occidente del país, en la ciudad de Puerto Cabello, hasta que finalmente en 1823 los españoles abandonaran nuestro territorio de forma definitiva.
A la distancia de una época diferente a la nuestra, la Batalla de Carabobo puede perderse para las nuevas generaciones viéndola solamente como la batalla decisiva de nuestra independencia. La clave para valorar su magnitud histórica se encuentra en las palabras que dijo Bolívar 10 años antes. Entre el 3 y el 4 de julio de 1811, previo a la Declaración de Independencia (5 de julio), el entonces Coronel Simón Bolívar dio un discurso en la Sociedad Patriótica de Caracas para que los venezolanos nos animáramos a luchar por “(…) la gloriosa empresa de nuestra libertad”. Contra los temerosos y vacilantes que justificaban su falta de coraje argumentando que grandes proyectos como ese deberían prepararse con calma, Bolívar daba una respuesta que todavía hoy resulta impresionante: “Trescientos años de calma ¿no bastan?”
En Carabobo dimos más que el paso definitivo. Acabamos con una dominación extranjera de más de ¡300 años! que había empezado un 2 de Agosto de 1498, cuando Colón en su tercer viaje llegó a la desembocadura del río Orinoco. Se dice y se lee fácil.
Por si esto fuera poco, el mundo debe conocer que ya desde 1811 Bolívar tenía en mente una estrategia de carácter continental. Afirmaba que con la liberación de Venezuela se colocaría “la piedra fundamental de la libertad suramericana”. Por eso una vez que Carabobo aseguró la liberación de Venezuela, Bolívar se lanzó con su ejército a la Campaña del Sur con la cual logró la independencia y la libertad de los países bolivarianos. Caso único en la historia de la humanidad de un ejército que sale de sus fronteras para liberar a otros pueblos sin ocupar y saquear su territorio y ni siquiera reclamar botines de guerra por la empresa. ¡Qué grandeza y generosidad la de Bolívar!, ¡Que grandeza y generosidad la del ejército de Venezuela!
Por eso cuando los jóvenes de este siglo XXI se crucen en cualquier rincón de Venezuela con hombres y mujeres de nuestro ejército, deben prestar atención a la pequeña y gigante inscripción que verán en el hombro izquierdo de su uniforme: EJÉRCITO FORJADOR DE LIBERTADES. Ahí está la historia y el origen de nuestra identidad.
Sin embargo ese despertar del pueblo comandado por Bolívar 300 años después quedó truncado por traiciones y falta de liderazgos que le diesen continuidad. Durante los siglos XIX y XX caímos en otro oscuro letargo hasta que volvimos a despertar con la Revolución Bolivariana. Chávez llegó convencido también que esos 200 años más de calma que habíamos mantenido eran más que suficientes. Rompimos otra vez las cadenas que aprisionaban nuestro noble espíritu libertario y junto al nuevo despertar del pueblo venezolano iniciamos el siglo XXI construyendo una nueva Venezuela. Por eso como dice el General y ministro para la Defensa Vladimir Padrino López:
"Hoy estamos en otra guerra de independencia, con otros contextos, con otros medios, artificios, pero siempre inspirados no sólo en la proeza, virtudes y hazañas de nuestros libertadores, sino en la grandeza de la historia venezolana. El pueblo no puede estar desvinculado de su historia" (UN, 16/06/2015)
Y si nuestro General recalca que el pueblo “no puede estar desvinculado de su historia” es porque la dura experiencia de mil batallas nos ha enseñado que a veces cuesta ver y entender lo que somos y de lo que somos capaces. Una dificultad que se debe, por un lado, a que no nos hemos estudiado a nosotros mismos para valorarnos como un pueblo y por otro porque hemos comprendido que nuestros enemigos nos estudian, saben de lo que somos capaces y por eso se han dedicado, como en su tiempo los españoles, a atacarnos de mil maneras buscando minar nuestra autoestima y nuestra identidad venezolana. La pregunta inevitable es: ¿Vamos a permitirlo?
La vida es siempre carga positiva, optimismo, esperanza y sobretodo voluntad para superar las adversidades. Afirmar lo contrario ¿Para qué sirve?, ¿A quién le sirve?
Venezuela enfrenta hoy algunas dificultades en un momento donde la humanidad atraviesa diversos y graves problemas. ¿Deberíamos por eso darle crédito a los que dentro y fuera del país auguran los peores desastres en lugar de luchar para superar nuestros problemas?
Se sabe que para un equipo deportivo que quiere vencer, siempre es decisivo junto a la preparación física y la estrategia, la actitud mental propositiva, la confianza en la victoria. Es la actitud que permite superar los obstáculos y eventuales reveses. Para la vida de cada persona y para la vida de todo un país eso también es necesario. Nadie es tan pesimista para dudarlo pero al llegar la confrontación política vemos como muchas personas experimentan un retroceso, sobre todo las de la oposición. Dejan de razonar y de ser capaces de manejar su inteligencia emocional. Pierden la razón, no la de sus críticas y argumentos que puede ser válida, sino la razón positiva y constructiva sobre cómo enfrentar lo que parece negativo, lo que puede estar mal hecho y que debe ser corregido. Controlados por un dogma opositor teñido de odio e intolerancia repiten hasta autoconvencerse que todo está mal y que solo resta buscar la forma más rápida de acabar con el gobierno. A partir de ahí los grupos se dividen. Están los indiferentes, los que apoyan ciertas críticas al gobierno, pasando por quienes lo atacan sistemáticamente hasta llegar a la derecha golpista, decidida de manera clara y deliberada a una confrontación abierta contra el gobierno y sus instituciones. Se valen de los rumores, las mentiras sistemáticas y toda una serie de sabotajes que desembocan en la violencia directa financiando grupos paramilitares (finca Daktari, 2004), invocando en el límite extremo y de manera abierta o velada para que ocurra una intervención militar extranjera.
Nadie niega la posibilidad legal y constitucional de que un determinado gobierno pueda llegar a su fin por su incapacidad para gobernar. Confrontemos el discurso contrario a la revolución con la Venezuela realmente existente para evaluar con objetividad si el país está retrocediendo o avanzando en su desarrollo social.
Construcción de más de 700mil viviendas; aumento de la matrícula universitaria de 600mil estudiantes a casi 3millones de estudiantes; pensiones dignas a casi 3millones de ancianos; erradicación del analfabetismo; reducción de la pobreza de un 28.9% (1998) a un 19.6% (2013); disminución de hogares en pobreza extrema del 10.8% (1998) al 5.5% (2013); aumento de la inversión social del año 1999 al 2013 en 64.1%; escolaridad primaria del 95.90% (2013); disminución de la desnutrición infantil en menores de 5 años del 7.70% (1990) al 2.53% (2013); reducción del desempleo del 15.2 % (1999) al 7.1% (2014); aumento del Sector Formal de la economía del 52.38% (1999) al 59.3% (2014); aumento a casi 700mil niños y jóvenes en el Sistema Nacional de Orquestas con la meta de llegar a más del millón 200mil en el 2019. ¿Cuántos países en el mundo pueden mostrar estas conquistas?
Solo la mala intención deliberada, la confusión producto de más de 15 años de ataques permanentes reforzados por el chantaje de la actual guerra económica pueden justificar estas afirmaciones destructivas contra nuestro país.
Por eso necesitamos una vez más, Reimpulsar, Repolitizar y Radicalizar nuestra Revolución. A esta altura debería ser de comprensión colectiva que estamos viviendo hechos similares a los que precedieron en 1973 en Chile al sangriento golpe militar contra el presidente Salvador Allende. Sin embargo todavía no es así.
Repolitizar nuestra revolución implica decirle claramente al país y al mundo que en estos 16 años hemos venido recuperando para la vida real de millones de personas todas las energías utópicas por las cuales la humanidad ha venido luchando desde todos los tiempos. Explicar pacientemente lo complejo que ha sido llevar adelante políticas económicas, sociales y culturales de impacto masivo para millones de personas respetando y ampliando plenamente las libertades democráticas. Decir que lo hemos logrado teniendo que enfrentar al mismo tiempo sabotajes internos y asesinatos selectivos de hombres y mujeres de nuestro pueblo, tanto civiles como de nuestras fuerzas armadas, llevados a cabo por grupos paramilitares infiltrados en el país que se hacen pasar por criminales comunes. Denunciar en voz alta que una parte del mundo calla y que otra desconoce que bajo la propaganda del “aumento de la criminalidad” hay una cortina de humo donde operan grupos terroristas apoyados y financiados por el imperialismo norteamericano. No se trata del guión para una película de acción y espionaje. Esta maldad existe, es dolorosamente real y las personas en el mundo deben salir de su ingenuidad, incluidas las que se consideran de izquierda y que muerden el anzuelo de los medios contra Venezuela. Es hora de reflexionar que tantas coincidencias negativas contra nuestro país no pueden ser pura casualidad. Que políticos del mundo entero realicen ataques permanentes contra la supuesta violación de los Derechos Humanos en Venezuela y nada digan de las lamentables atrocidades de México, incluyendo el reciente asesinato y desaparición de 43 estudiantes, es la prueba más contundente. Cuanta paciencia ha sabido tener nuestra revolución frente a esta indignante infamia global.
Desde la llegada de la Revolución Bolivariana hemos asistido, como nunca antes en la historia contemporánea, a la mayor concentración de ataques sistemáticos que haya recibido un país y su gobierno. Realizados bajo la nueva modalidad terrorista del denominado “golpe suave” la mayoría de las personas no han logrado percibirlo.
Si por petróleo y geopolítica se inventaron “armas de destrucción masiva” para invadir Irak, ¿Que le hace pensar a las personas que el trato será mejor para una Venezuela que tiene las mayores reservas probadas de petróleo del mundo (para 300 años por lo menos)?
Sin embargo no es solo por petróleo. El motivo fundamental por el que somos atacados y combatidos es por nuestra riqueza espiritual indigena, cristiana, bolivariana y chavista. Somos indiscutiblemente la vanguardia política de los cambios de esta región del mundo llamada la América Latina y Caribeña que ha decidido hacerse valer y respetar junto al grupo BRICS como uno de los polos independientes y soberanos del nuevo mundo multipolar que está emergiendo.
La Revolución Bolivariana ha demostrado tener mucha claridad teórico-política, mucho temple, experiencia y paciencia pues ha sabido soportar todos estos complejos ataques teniendo al mismo tiempo que identificar los errores que sin duda se han cometido. Errores aprovechados por nuestros enemigos externos para atacarnos y hasta utilizados por adversarios internos, supuestos compañeros de una izquierda infantil, sectaria y testimonial que desde su principismo teórico se aleja de la verdadera, nueva y real sociedad que arduamente estamos construyendo. Afirman luchar para la realización de una nueva sociedad pero invocan una abstracta barbarie que no responden.
Ah! Pero nunca faltan las maniatadas comparaciones. ¿Que si nos gustaría disfrutar del sueño americano? ¿Por qué no? A los 50 millones de estadounidenses que viven bajo la línea de pobreza y las poblaciones pobres del Bronx en Nueva York también les gustaría. ¿Que si sería bueno tener el "desarrollo" de un país como Israel? ¡Claro!, a los palestinos y sobre todo a sus niños y niñas sin escuela les parecería estupendo. ¿Qué disfrutaríamos de la calidad de vida de los europeos y que como Bolívar nos gustaría subir algún día al Monte Sacro? ¿Quién sería lo suficientemente estúpido para negarse a esa experiencia? Ocurre que ya son más de 800 los africanos que han muerto ahogados en el Mediterráneo haciendo el intento.
Nadie nos va a enseñar a los venezolanos cuales son los beneficios que el desarrollo de las sociedades modernas ha hecho posible para algunos países, ciudades o pueblos sin olvidar que eso ha ocurrido siempre de una manera desigual y combinada para una pequeña parcela de la población mundial.
Nosotros sabemos mejor que nadie que no vivimos en la sociedad que todos quisiéramos, pero con eso no nos excusamos ni ocultamos bajo el hipercriticismo irresponsable de ciertos intelectuales y quejosos que miran el mundo desde una burbuja relativamente privilegiada. Al contrario, en Venezuela asumimos el complejo desafío de poner las bases de una nueva sociedad y eso solo se hace con contradicciones, retrocesos y avances. Sabemos que todavía no estamos en ella, la estamos construyendo. Lo que sí afirmamos es que tenemos una revolución pacífica, pero armada, y con ella nos hemos puesto en marcha en transición hacia el Socialismo del Siglo XXI.
La bandera de la “Eficiencia o nada” no se la presentó a Venezuela ningún gurú del management y de la “calidad total” a través de una videoconferencia internacional. Fue el mismísimo Comandante Chávez que la propuso como desafío para el gobierno, para el país y para cada uno de sus habitantes. Usted que lee esto ahora y que puede estar propenso para emitir críticas sobre esta o aquella falla del gobierno, ¿Ya lo ha puesto en práctica en su vida personal para comprobar lo “fácil” y “sencillo” que es hacer las cosas como nos gustaría?
Con los pies bien puestos en esta hermosa y maravillosa tierra llamada Venezuela, al lado de nuestro presidente Nicolás Maduro y junto a la indestructible unidad del pueblo con sus Fuerzas Armadas, no tenemos duda.
¡Las semillas de la vida sembradas en Carabobo han germinado!
¡La utopía de que un mundo nuevo es posible, se está construyendo aquí y ahora!
¡Se llama Revolución Bolivariana de Venezuela!