Tal cual lo hemos venido señalado en otras oportunidades, si algo nadie puede poner en duda es la capacidad y disposición del presidente Nicolás Maduro de asumir el compromiso y las responsabilidades en la conducción de la patria, de asumir las complejidades del momento histórico y de enfrentar las incertidumbres con firme resolución. Dificultades que el propio presidente, con toda humildad, viene enfrentando, negándose incluso a compararlas con aquellas vividas por el Comandante Chávez, en su afán de mantener esa distancia sublime entre él y el padre de esta revolución.
Esto ha quedado demostrado fehacientemente en estos casi 25 meses al frente de la jefatura del Estado, sin poses de ningún tipo o de puesta en escena cuando hace ejercicio del poder político, en medio de todo tipo de ataques, de una guerra económica y mediática, en un contexto internacional donde el Imperio en su desenfrenada pretensión hegemónica se reacomoda forzando una nueva etapa de la guerra fría y a una carrera armamentista de escala global.
Es importante hacer hincapié en este tema, porque las adversidades por las que estamos atravesando nos llevan a veces a poner todo en duda, a no tener certeza y confianza en la conducción de este duro camino de construcción revolucionaria, del cual no podíamos esperar transcurriera sin graves consecuencias, y más aún sin tener entre nosotros al conductor de este proceso. En tales circunstancias, para cualquiera que asumiera el rol protagónico de conducción de la Revolución Bolivariana, seguro estamos, tendría que enfrentar las mismas vicisitudes, contradicciones y complejidades del momento, de la cual sólo saldremos con la unidad monolítica de las fuerzas revolucionarias y con la conciencia de un pueblo decidido a enfrentar cualquier escenario por más complejo que éste sea, en aras de seguir adelante con el legado de Chávez.
Conscientes estamos que cualquier proceso revolucionario y en particular nuestra revolución están siendo escrutados permanentemente, un elemento que siempre la caracterizará, que incita que la realidad sea constatada a través de resultados materiales inmediatos, casi siempre con índices y parámetros fabricados dentro de esa misma concepción capitalista, obviando y omitiendo generalmente los cambios sociales profundos que se vienen sucediendo desde el año 1999 en el seno de la sociedad venezolana. De allí que la derecha opositora no reconozca y se apresuran en ocultar lo logrado hasta ahora en nuestro país en términos de inclusión, redistribución de la riqueza, democratización y participación política, tan sólo por mencionar tres aspectos que consideramos sustantivos. De esto podemos sacar como corolario que no podemos dejarnos obnubilar por los problemas coyunturales del presente, olvidando en un suspiro todo lo logrado hasta ahora y lo que está por construirse en los años por venir.
Hoy ante el fracaso de todo intento de desestabilización interna aparece una nueva estocada contra nuestra patria, una acción cuidadosamente diseñada desde el exterior que pone una vez más en evidencia los intereses por los cuantiosos recursos naturales y estratégicos de esta bendita tierra. Sus siniestros objetivos se han posado en nuestra amada Venezuela, buscan fabricar la excusa de "la defensa de los intereses" del Imperio como ya lo han hecho con otros pueblos, donde han sido capaces de llevarlos al enfrentamiento entre hermanos y a su propia destrucción hasta lograr apropiarse de sus riquezas. Los ejemplos sobran, pero los más recientes nos llevan hasta Irak, Afganistán, Libia y Siria.
Hoy ante el fracaso de todo intento de desestabilización interna aparece una nueva estocada contra nuestra patria
Como ya se ha venido señalado, en esta ocasión se trata de un plan desde EEUU que pasa por "transnacionalizar" el territorio esequibo en reclamación por Venezuela, alineando a Guyana con la política estratégica norteamérica por el control de materias primas y energía. Una situación que requiere generar y avivar tensión entre Guyana y Venezuela, dando apoyo para que se desarrollen acciones que flagrantemente violan y pretenden desconocer los acuerdos alcanzados entre ambos países por el territorio en disputa.
Se trata de crear un perfecto escenario que busca, por una parte, internacionalizar este conflicto y provocar una salida de fuerza que aleje del ámbito de la diplomacia cualquier solución. De allí que veamos un lenguaje y un tono muy agresivos desde el Gobierno de ese país, cuya estrategia no es otra que iniciar una escalada de acciones que logre sacarnos de la doctrina de la negociación y poner en entre dicho la diplomacia de paz que profesamos desde la Revolución Bolivariana. Esto pasa por posicionar ante la opinión pública internacional a Guyana en un plano de "minusvalía" para ganar los apoyos y simpatía que conduzcan a condenas destempladas contra nuestro país y a la "solidaridad internacional" que no es otra que la intervención de EEUU y de otras potencias extranjeras, que ya han tomado posición en ese territorio y adelantado inversiones para sus planes extractivos.
Un plan que no ha dejado nada al azar, pasa también por avivar la tensión con otro de los países fronterizos con los que mantenemos negociaciones para la delimitación de áreas marinas y submarinas: me refiero a Colombia. Una tarea que, de mutuo acuerdo, hemos acordado adelantar a través de una Comisión Binacional conformada para tal fin. Por ello, causa extrañeza una respuesta altisonante y exagerada desde la cancillería colombiana, protestando por una acción de nuestro país en el ejercicio de su soberanía plena en esos espacios. En esencia, se busca abrir distintos frentes de ataque en forma simultánea que debiliten cualquier respuesta por parte de Venezuela y les permita ganar espacios y avanzar en sus pretensiones expansionistas.
Veamos cómo además de generar condiciones de inestabilidad a lo interno, a la par se alinean y confabulan para forzar a abrir un nuevo frente de atención y distracción, esta vez en el plano internacional. Entonces no es casual ni son hechos aislados las permanentes "visitas" injerencistas de personeros políticos de distintos países, que vienen a nuestro suelo para entrometerse sin desparpajo en la política interna. Es, sencillamente, parte de un guión que debe cumplirse para seguir justificando y dando continuidad al desprestigio programado de nuestro país en el plano internacional al acusarnos de todo cuanto se les ocurre.
Se trata entonces de complejizar el escenario nacional e internacional del país, de asfixiarnos en medio de la batalla que libramos como pueblo. Sin embargo, soy de los que cree firmemente que otra vez el Imperio ha errado en sus cálculos, pues al contrario de introducir más entropía en el sistema, esta estrategia nos conducirá irremediablemente a cohesionar y unificar al pueblo venezolano alrededor de la defensa de la patria en un genuino sentimiento nacionalista que está muy por encima de diferencias políticas e ideológicas. Una prueba de fuego para esa derecha apátrida, y una oportunidad para reivindicarse y desmarcarse aquellos sectores que, aun adversando al presidente Nicolás Maduro, sean capaces de entender el momento histórico que atraviesa la patria.
Frente a todo esto, y en medio de las dificultades actuales, el Presidente nos plantea la repolitización, la reideologización, remoralización del pueblo, apelando a los verdaderos valores revolucionarios como pilares necesarios para la defensa de la Revolución Bolivariana y el socialismo que nos hemos propuesto construir.
Cómo no entender entonces las dificultades por las que atraviesa la patria y a las que el presidente Nicolás Maduro hace frente decidido a defenderla y no dejar desvanecer el legado de Chávez. Es una tarea que él solo no puede llevar sobre sus hombros. Es crucial y definitorio que toda nuestra gente comprenda, se sensibilice e internalice el esfuerzo que debemos hacer para superar las dificultades por las que hoy atravesamos.
Ya es tiempo de dejar atrás la conducta facilista de responsabilizar siempre a otros. No fue enseñanza de Chávez "escurrir el bulto". Por el contrario, él siempre asumió e hizo suyas toda las responsabilidades. Ese objetivo lo alcanzaremos unidos y en la lucha permanente, pues no se trata sólo del esfuerzo y el compromiso del Presidente.
Ha llegado el momento de dejar a un lado la mezquindad para reconocer en su justa dimensión el enorme esfuerzo que viene haciendo Nicolás Maduro para dar continuidad a una revolución que venía siendo conducida con el estilo y liderazgo del Comandante Chávez.
A esto se le suma tener que llevar a cuestas ese inmenso legado y el peso de la historia de suceder a ese gigante, paradigma de la sociedad latinoamericana contemporánea y, nos atrevemos a decir también, de otras latitudes. Hoy más que nunca es hora de hacer realidad esas frases inspiradoras del Comandante Eterno, como ésta: unidad, lucha, batalla y victoria.