El Che Guevara es un pensamiento, toda una filosofía que les recuerda a los revolucionarios, eso mismo: ser Revolucionario. En la historia del socialismo mundial pocos revolucionarios han sido tan admirados y queridos como él. Hasta en el último rincón de nuestra Tierra su figura es convocada para acompañar las rebeldías más diversas. Es un ejemplo ético y de principios en todo y en cualquier proceso revolucionario.
Sin embargo, este atractivo creciente años tras años, el Che ha generado al mismo tiempo desprecios, odios, sospechas y condenas. No sólo entre sus enemigos históricos, el imperialismo y la burguesía, sino también en las propias filas del movimiento socialista.
Entre estos desprecios y condenas, los más celebres han girado en torno a las acusaciones de "idealista", "subjetivista", "aventurero" y, primordialmente, "romántico", sí, romántico y más de una vez ha sido rechazado por su romanticismo. Sospechoso por no poder ser encasillado en ninguna de estas cristalizaciones, y además, por haber hablado y escrito en voz alta sobre los problemas prácticos y teóricos de la revolución y el socialismo. El mensaje revolucionario del Che debió soportar durante cierto tiempo la incomprensión y el silencio sistemático.
Aunque se le respetaba, y se le llegaba a admitir en el panteón socialista, sólo a condición de prescindir de su radicalidad política y quedar congelado como un mártir. A la postre su supuesta "ingenuidad política" era el pasaporte ideológico que lo disculpaba ante el mundo y sus camaradas que desviaron el camino. Estas versionas descabelladas ampliamente difundidas en las biografías mercantilistas, su romanticismo ético correría parejo con su presunta ignorancia y desconocimiento de la teoría marxista. Es decir, el pensamiento revolucionario de Guevara quisieron ocultarlo o al menos banalizarlo.
El Che en sus múltiples manuscritos, planes para futuros estudios, apuntes, cartas y discursos, dejó todo un programa de investigación. Articulando ética y crítica científica de la economía política, crítica científica y política, política y cultura, cultura e historia, historia y ética. Hace una invitación magistral al retomar la herencia del insigne e inmortal Carlos Marx.
Por lo que, en nuestros días, el desafío ético del Che, retomando el programa teórico, político y epistemológico de Marx, permitirá volver a instalar en la agenda de la revolución las perspectivas políticas radicales, antiimperialista y anticapitalista, que está desmembrada.
"Endurecernos, sin perder la ternura jamás", aconsejaba el Che, y en este tiempo, esta puede ser una buena pista para conservar la firmeza frente a un poder que apela discrecionalmente a los mecanismo de cooptación de voluntades, y de disolución de principios. Firmeza frente al poder, frente a los diversos rostros de dominación, frente a las intenciones de homogenizar y domesticar la voluntad popular. Y ternura para mirarnos a los ojos de las oprimidas y los oprimidos, de los condenados de la tierra, y reconocernos para multiplicar el trabajo voluntario, los gastos solidarios, el pensamiento crítico, el diálogo fecundo.
Firmeza y ternura para guevariar al mundo, integrando en nuestra militancia el sacrificio y también la alegría, la audacia, el deseo de vivir dignamente. Firmeza y ternura para crear colectivamente un proyecto no mesiánico, no enajenante de la revolución, sino el lugar donde las mujeres y los hombres sean auténticos sujetos de la historia. Firmeza y ternura, para que la revolución siga siendo la forma en que se nombra la fiesta del pueblo, la de la creación, la de la victoria, y el horizonte socialista. Hacía allá vamos: ¡¡¡Socialismo!!!