Dos fechas y un proceso

Del 27 de febrero de 1989 al 23 de enero de 2003

Nota de Aporrea: Ese pueblo estaba dispuesto a ir por más, pero el Presidente Chávez, imbuido de humanismo, pretendió convertir a bestias políticas en sesudos ciudadanos de paz, legislación y diálogo. No pararon en la conspiración y hoy, en el marco de la conmemoración del 23 de enero, el monstruo, con nuevos bríos, vuelve contra la tranquilidad y el progreso del país, contra la institucionalidad, la riqueza nacional presente en la industria petrolera, la idiosincrasia y valores de un pueblo noble y sencillo.
DEL 27 DE FEBRERO DE 1989 AL 23 DE ENERO DE 2003

(DOS FECHAS Y UN PROCESO)


EL AGOTAMIENTO DE LA DEMOCRACIA REPRESENTATIVA

“Las apariencias engañan”, dice el saber . Este refrán, como muchos otros, sintetiza sabiduría y pertinencia. Por décadas, la democracia venezolana, con su carácter representativo, la alternancia de los partidos mayoritarios (AD y COPEI) y el “respeto” a la participación de los partidos minoritarios, fue ejemplo a seguir por otras naciones del sub-continente Latinoamericano. La construcción de grandes centros comerciales, el apoyo a una élite artístico-cultural, los concursos de belleza, la cultura del petróleo, el ascenso social, en fin, un arcoiris de manifestaciones alteraban cualquier posibilidad de tener una visión, un tanto objetiva de la realidad venezolana donde, además de lo señalado, se conjugaba el juego de medios de comunicación vendiendo imágenes de hombres públicos (Presidentes, Gobernadores, Artistas, por ejemplo), como productos de un régimen que garantizaba la movilidad social y la participación de todos sus ciudadanos, vinieran del estrato social que vinieran.

Esas apariencias, junto a una renta petrolera suficiente como para darle una mísera porción a los sectores populares, servía también para esconder el enriquecimiento ilícito de pequeños sectores, para garantizar la evasión de capitales, para profundizar la corrupción y con ello la desintegración ética de toda una nación. Bajo la sombra de la democracia más estable de América Latina, creció la exclusión social; miles de niños y adolescentes fuera del sistema educativo; hombres y mujeres en edad productiva sin profesiones u oficios conocido enriqueciendo el mercado del desempleo; ancianos sin sistema de jubilación y pensiones miserables cuya cancelación se realizaba tardíamente.

En ese régimen de democracia y distribución de la riqueza, se acabó con la poca producción del campo; se impuso una tensión social, económica y cultural, donde las grandes ciudades y Caracas en particular, se convirtieron en la meca de hombres, mujeres y niños a lo largo y ancho del país, dejando a la provincia en el total abandono, característica clásica del subdesarrollo, además de la privatización y quiebra de empresas del Estado, y al mismo tiempo, exportación de la renta petrolera, enriqueciendo a centros financieros del mundo, dejando para nuestras ciudades capitales un inmenso cordón de miseria, de vida salvaje con su secuela de mortandad infantil, de jóvenes amarrados a las drogas, a la delincuencia y a la muerte violenta prematuramente. Es también, bajo la democracia y la libertad del régimen puntofijista, donde se desata una violencia inusitada contra cualquier vestigio de crítica u oposición seria. Estudiantes y trabajadores murieron bajo el efecto de la tortura o el vil asesinato en la calle; otros pagaron continuas penas de prisión y unos cuantos más tuvieron que cobijarse en la clandestinidad o en la indiferencia.

Quizás no exista país alguno en el mundo que contando con inmensos recursos y vendiendo una imagen de democracia, implantará un sistema de gobierno más vil, injusto y violento. Por allí es por donde hay que buscar las razones y causas del despertar de hoy. Que junto al acrecentado desprestigio de las clases dominantes, de sus líderes más reconocidos, de una política clientelar que ya no se podía sostener; de una representación en las cámaras del Congreso cada vez más identificados con sectores de la dominación (fracciones parlamentarias pertenecientes a cadenas de periódicos, de televisión, de empresas. Ministerios regentados por empresarios o financistas directamente vinculados, en lo personal con el carácter público del ente que representaban).

Es en el marco de todo lo antes dicho que se escenifica el acto denominado: “La coronación de C.A.P.”, con todo su despliegue de invitados especiales, la pompa de una verdadera coronación ante un pueblo ansioso de justicia social y resolución de sus más sentidos problemas. Es así que se hace presente el espíritu justiciero del 27 y 28 de febrero de 1989.

LA DESARTICULACIÓN DE UN MODELO DE GOBERNABILIDAD

Como todos sabemos, la desarticulación del modelo de gobernabilidad democrático-representativo venezolano no comienza el 27 de febrero de 1989, ya venía desarrollándose como proceso en los grados de represión ya mencionados, en la profundización de la desigualdad social, en la distancia entre dirigentes y dirigidos, en los campos desolados y las ciudades llenándose de cordones de miseria, en la existencia de una gran riqueza debido a la renta petrolera y una pobreza como reina absoluta en el seno de las clases populares, son las mejores evidencia de una gobernabilidad desarticulada, sólo en capacidad de reprimir y justificar, como una fatalidad natural, el ser un pueblo pobre asentado en un territorio inmensamente rico. En ese sentido, el 27 de febrero no es más que el manifiesto acabado de una población que no está clara de hacia donde dirigir su descontento, que no actúa con agenda oculta; pero que si tiene conciencia de que el régimen en el cual se desarrolla su vida no le garantiza solución ni respuestas a sus problemas más sentidos. Es una observación intuitiva del imaginario popular, que apenas en un artículo publicado por el profesor Luis Damiani en el periódico “Ultimas Noticias” (De la subversión política a la Subversión social), en 1988, logra visualizar.

Con el sacudón del 27 y 28 de febrero, el pueblo de Caracas, como expresión de todo un conglomerado nacional de frustraciones, puso los puntos sobre las íes, que tanto falta hacía y por más que los enemigos del pueblo trataron de dar otra lectura, para los sectores mas críticos (sean de derecha o de izquierda), quedó claro que se había fracturado la gobernabilidad democrática-representativa, se abría un nuevo capítulo en la vida institucional venezolana. Es la antesala para las insurgencias militares del 4 de febrero del 92 y del 27 de noviembre del mismo año. Recordemos que el transcurso que va del 27 de febrero al 4 de febrero del 92, conformó un escenario de componendas político-partidistas de parte de los sectores dominantes, de reacomodos militares y de protestas populares, en contra de los politiqueros y defensores del viejo régimen y que no se van a parar hasta el propio día de hoy en la defensa de lo logrado con Chávez Frías en la Presidencia.

Los golpes de Estado del año 92 evidencian aún más la fragilidad del régimen democrático-representativo, conduciendo a las cúpulas que controlaban el poder a ir a la búsqueda de una salida conveniente a sus intereses, a un hacer que se cambia para no cambiar nada y es cuando sujetos como Ramón Escovar Salóm, Fiscal General de la República introduce ante la Corte Suprema de Justicia una demanda contra Pérez, por malversación y peculado de partidas secretas. La Corte se reunió el 20 de mayo de 1993 y declaró que sí había indicios para enjuiciar al presidente; de acuerdo con la Constitución Nacional, Carlos Andrés Pérez fue suspendido de sus funciones públicas y se encargó de la primera magistratura el presidente del Senado, Octavio Lepage, en tanto el mismo Congreso designó al individuo que gobernaría el país con carácter de interino hasta la finalización del período que correspondía a Pérez, en caso de que el juicio no le fuera favorable y la sentencia se produjera antes del 2 de febrero de 1994. La sentencia condenatoria de la Corte se produjo el 30 de mayo de 1996, sin el agravante de peculado.

El presidente interino seleccionado por el Congreso fue el senador por Acción Democrática Ramón J. Velásquez, quien contó con los votos de AD y COPEI, más otros partidos minoritarios y prestó juramento el sábado 5 de junio de 1993.
En las elecciones de 1993 obtuvo la presidencia Rafael Caldera, ‘autoexcluido’ de COPEI, encabezando esta vez un nuevo partido, Convergencia, y apoyado por otras organizaciones como el MAS, PCV y MIN. Caldera tomó posesión el 2 de febrero de 1994, para un período de cinco años.

Los hechos han demostrado que a pesar de ese gran esfuerzo y esa inmensa obra de ingeniería política que conduce a uno de los fundadores de la Democracia-representativa a jugar el rol de conciliador de clases, de realimentación del sistema, fracasó. La solidaridad con los militares golpistas continuó su marcha, las protestas populares se acrecentaron, la represión continuó su marcha. Y así como en lo social, la respuesta del pueblo en la calle designó el fin de la gobernabilidad burguesa; el triunfo de Chávez en la contienda electoral del 98 marcó el fin de dicha gobernabilidad en lo político, quedando por delante la monstruosa tarea de destruir las bases de esa gobernabilidad represiva y clasista en lo ideológico y cultural.

LA CONSPIRACIÓN 2002-2003

Con el triunfo de Hugo Rafael Chávez Frías, se le abre al pueblo el legítimo derecho a ser actor y protagonista, sintiendo que uno de los suyos, tal vez el mejor para las grandes mayorías, es el huésped de Miraflores. Ese pueblo mil veces denigrado, humillado y perseguido, siente hoy que esas horas de persecución e injusticias quedaron en el pasado. Mientras, para los sectores dominantes de antaño, ese liderazgo de Chávez es interpretado como un atentado a sus privilegios, por lo cual mucho antes de que Chávez se coloque la banda presidencial, comenzaron el trabajo conspirativo para sacarlo. Ya para ese momento las clases dominantes intuían el peligro que como sectores privilegiados corrían; ellos saben que no existe revolución alguna, que simplemente está la intención de hacer más justa, solidaria y digna la vida del venezolano; más autónoma y soberana ante los intereses extranjeros; de trabajar por una más justa distribución de la riqueza, y simplemente, todo ello es inaceptable para quienes se creían y creen dueños absolutos del país.

De manera tal que ya en la instalación de la Asamblea Constituyente, representantes del viejo régimen se cuidaron de asegurar palancas de control sobre el nuevo orden político-social (no olvidemos el trabajo de Miquilena y el actual sistema de justicia, la conformación de la fiscalía y el C.N.E). La misma concepción de la Constituyente fue una estocada a la participación de las mayorías. Fue un esfuerzo, muy en los parámetros de la IV República, donde dirigentes populares y/o profesionales de mucha valía, al no pasar el filtro del señor Miquilena, quedaban fuera; así, mientras la constituyente iba por un lado, la cotidianidad popular iba por otro.

Se da entonces un nuevo cuadro político y la presencia de un nuevo actor, el M.V.R. Como figuras centrales del modelo democrático-representativo-corrupto, A.D. y Copei quedan fracturados, debilitados, en algunos casos cubriéndose bajo la sombra de propuestas político-partidistas que aún vendiéndose como nuevas, continuaban siendo viejas por sus métodos y estilo de trabajo; Primero Justicia, Alianza Bravo Pueblo, Solidaridad, Proyecto Venezuela, entre otros; comienza a avizorarse el germen del Fascismo en algunas de esas agrupaciones, que luego impregnará a la casi totalidad de la oposición al gobierno bolivariano, dando pie a la intentona golpista del mes de abril del año 2002. De igual forma, será actor fundamental de esa realidad el nuevo Don de la política nacional, que a la sombra de Chávez montará acuerdos y componendas acrecentando su poder; y como se verá, a finales de diciembre de 2001, luego en el marco del golpe de Estado de abril de 2002, fue ese poder, además de apoyos foráneos, el que le dio piso político a los conspiradores; fue ese mismo Miquilenismo el que se activó en las instancias jurídicas para decidir que no existió golpe de Estado en abril y es esa misma maquinaria que activada al máximo, deja libre a golpistas, exonera de responsabilidad a delincuentes políticos, mientras logra encarcelar a los compatriotas del Puente Llaguno. Es obra de ese tinglado del mal articular a militares golpistas con políticos tradicionales, así como a las cúpulas de la CTV y la Iglesia, la dirigencia de Fedecámaras y alta gerencia de PDVSA, además de garantizarse el espaldarazo de los medios de comunicación y su política terrorista, los cuales se convertirán en los muchachos de la película del terror que todavía padecemos.

Los hechos de abril son la síntesis más cualificada del proceso venezolano. En ese mes, y particularmente los días 11,12 y 13 se conjugaron, casi a un mismo tiempo y similar ritmo, las miserias humanas, con su camada de traidores y tránsfugas (generales, embajadores, gobernadores); la heroicidad de un pueblo y de importantes individualidades (el Fiscal General, Baduel, Carneiro, entre muchos otros); valientes pronunciamientos internacionales; cobardes silencios de los Medios de Comunicación y evidente complicidad de grandes potencias y países “hermanos”; todo lo cual configuró, después del 13, un ejemplo y oportunidad increíble para avanzar en un verdadero proceso reivindicativo del pueblo latinoamericano. También abril nos mostró las fauces del fascismo, la xenofobia, el racismo, el antibolivarianismo, el odio y el menosprecio social de las clases dominantes. Pero por sobre todas las cosas, en abril, el pueblo venezolano se puso los pantalones largos y marchando por las calles y pueblos de la patria de Bolívar, dijo que nadie le arrebatará su decisión, expresada en más de cinco procesos electorales, que no existe obstáculo en tierra o cielo que pueda nublar sus sueños. Ese pueblo estaba dispuesto a ir por más, pero el Presidente Chávez, imbuido de humanismo, pretendió convertir a bestias políticas en sesudos ciudadanos de paz, legislación y diálogo. No pararon en la conspiración y hoy, en el marco de la conmemoración del 23 de enero, el monstruo, con nuevos bríos, vuelve contra la tranquilidad y el progreso del país, contra la institucionalidad, la riqueza nacional presente en la industria petrolera, la idiosincrasia y valores de un pueblo noble y sencillo.

LA BÚSQUEDA

Interpretar la breve historia venezolana, desde febrero del 89 hasta el 23 de enero de 2003, pasa por tomar distancia con dogmas, prejuicios o ideas preconcebidas y extraídas de la academia o de la estricta experiencia política, pues estamos ante un proceso inédito, no existen fórmulas ni recetario. Requerimos, entre otras exigencias, inventar nuevas categorías y conceptos que nos hagan aprehensible esta realidad político-ideológica-social inesperadamente compleja. Quizás sólo el sentido común, la necesidad de sobrevivencia, pudiera darnos alguna claridad en función de evaluar, profundizar y cualificar la acción político-social. Más ahora, luego de 14 años del sacudón de febrero del 89, constatamos el siguiente escenario:

- Existencia de un Marco Constitucional lo suficientemente coherente como para garantizar, desde la propia institucionalidad, la defensa de lo nacional, el desarrollo, el progreso y la dignificación de este pueblo. La Constitución vigente, desde una interpretación militante, sintetiza los elementos básicos de un Programa para la transformación nacional. Específicamente, el artículo 62 de dicho documento, garantiza en la coyuntura actual la profundización de procesos constituyentes en cada uno de los espacios donde la conspiración pretende sembrar el saboteo: Proceso constituyente en la industria petrolera; en el proceso de producción, elaboración, comercialización, distribución y consumo de bienes básicos; proceso constituyente en todo el sistema educativo; proceso constituyente en el área médico asistencial; en la seguridad pública; en la prestación de servicios públicos y privados; en fin, imponer el protagonismo, argumentos y razones, de los sectores populares, de los más desposeídos ante todo un cuerpo social que ha pretendido ignorarlos a lo largo de más de 40 años de manipulación.

- Presencia de una tríada conformada por la idea de cambio, defensa del proceso y movilización popular, que desde cualquier valoración se constituye en una oportunidad de oro, a pesar de fallas y errores cometidos en el desarrollo de la Democracia Bolivariana. La idea y disposición de cambio es un resorte subjetivo presente en las motivaciones de las grandes mayorías populares. Pueblo bolivariano que ha convertido la esperanza, el anhelo de una revolución con justicia y respeto a la diferencia, en clave fundamental de su existencia. Recordemos como se movilizó los días 12, 13 y 14 de abril bajo las banderas de respeto a la Constitución, amor por su máximo dirigente (Hugo Chávez Frías) y compromiso con el proceso de cambio. Por todo ello, este pueblo merece ser participe directo del Diálogo interpretado como herramienta para la educación, formación, movilización y organización de los sectores populares. Actividad asumida como Proceso Popular Constituyente, con inmediata implementación de mesas de diálogo del ejecutivo nacional con el pueblo, a pesar de la amenaza golpista-terrorista.

- Existencia de una oposición cuyo poder material y comunicacional por una parte, y las concepciones perversas sobre la participación de algunos actores del entorno gubernamental por la otra, constituyen una real amenaza al proceso que vivimos. Amenaza que en términos concretos se expresa en una interpretación del Diálogo como freno del proceso, poda de sus aspectos más comprometidos con el pueblo y la soberanía nacional. Oposición que sin pudor insiste que en la IV se vivía mejor y que aquí no se conspiró ni se desarrolló un golpe de Estado fascista en el mes de abril, cuya intención básica no era otra que barrer con la institucionalidad, violar la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y fundamentalmente, arrebatarle a grandes sectores populares las conquistas hasta ahora alcanzadas. Oposición conformada por una clase empresarial que con motivo del Saboteo Económico Insurreccional, que ellos llaman Paro, puso en evidencia su carácter parasitario al no lograr, más allá del acaparamiento criminal de alimentos y productos de primera necesidad, una escuálida participación.

- Ausencia, por ahora, en el seno de sectores dirigentes, de asumir la idea de revolución y participación popular como sentimiento cotidiano hacia el forjamiento de una vida digna, de compromiso, de humildad y de respeto. Debilidad de fácil transformación en una increíble fortaleza, siempre y cuando se haga comprensible que los defectos y las virtudes del proyecto bolivariano son parte de nuestro acontecer diario, que no es algo que está más allá de nosotros; es nuestra propia vida. Debilidad que se expresa en la dispersión de escenarios, propuestas, protagonismos y caudillismos porque, entre otras premisas, no se cuenta con una vanguardia colectiva recia, probada y creíble.

Demás está decir que no aprovechar adecuadamente el marco constitucional, el sentimiento de cambio, la interiorización de la complejidad del proceso y el desarrollo de una confrontación revolucionaria a los conspiradores, nos conducirá irremediablemente a la derrota en cualquiera de sus variables o manifestaciones: sea como diálogo para sacar del proceso aquellos aspectos revolucionarios; cambio de agenda gubernamental; gradual sustitución de los voceros críticos del gobierno por vocerías acomodaticias; sustitución del Fiscal General de la República, Defensor del Pueblo, Procurador General o, caso extremo, salida del presidente Chávez por vía violenta o constitucional. Todo lo cual significaría un salto de más de cinco décadas para atrás en la historia de este país. Y ni hablar de las interminables masacres, detenciones, persecuciones, violación de los más elementales derechos humanos, en fin, el desastre total para un proceso que se ha venido desarrollando en paz y con importante expectativa popular. Además de convertirse, en manos de los enemigos de la justicia social en el mundo, en un argumento en contra de las legítimas aspiraciones de equidad social que avanza en el pueblo latinoamericano.

Requerimos, entonces, generar las mejores condiciones para que se despliegue en toda su magnitud la fuerza, la imaginativa, el accionar, la participación, la autonomía, la articulación; en fin, la potencia de todo este pueblo en la participación y profundización del proceso, reivindicando el mestizaje étnico y su expresión política-ideológica de la unidad en la diversidad. De allí la necesidad de estructurar un espacio que dentro de la máxima libertad y espíritu democrático, en el respeto a la diversidad y a los ritmos, garantice el ejercicio de la autonomía de clase y la profundización del carácter político, ético y social de la democracia protagónica y participativa.

El país necesita, con el fin de salvar y profundizar la revolución bolivariana, de una vanguardia colectiva, conformada por hombres y mujeres de una larga tradición de lucha, junto a nuevos cuadros del movimiento popular y revolucionario, con vocería calificada. Basta de un simple llamado a participar en una marcha, de un plan de contingencia elaborado a última hora. Ante la magnitud de la conspiración y la criminal acción de la alta gerencia petrolera, ahora más que nunca, la lucha no se limita a la defensa de Chávez, al protagonismo del MVR, a la presencia del MBR-200, de los Círculos o al Comando de la Revolución, el proceso es de todo este pueblo o de lo contrario es caricatura de proceso. En tal sentido y en correspondencia con la disposición de lucha de los sectores populares, frente a las futuras arremetidas de los fascistas y la ausencia de una referencia político-popular-revolucionaria válida, proponemos el reto de conformar un gran movimiento, que bajo la inspiración de las movilizaciones del 13 de abril y asumiendo esa denominación, se caracterice por:

a.- La Autonomía, el antiimperialismo y la revolución.
b.- El ejercicio de la democracia y de sumo respeto por las opiniones divergentes en el marco de la unidad.
c.- El vínculo directo con los sectores de base.
d.- La lucha frontal contra el protagonismo mal entendido, el caudillismo y demás deformaciones en la práctica política-social.
e.- Ser un conglomerado político revolucionario en capacidad de trascender la coyuntura, dándole perspectiva táctica y estratégica al proceso.
f.- Trabajar en función de superar la dispersión existente en el seno de los sectores de avanzada.
g.- Garantizar la participación de todas las tendencias, las coordinaciones, los grupos e individualidades sin perder su perfil propio, sus áreas de influencia; pero eso si, sumando a su particular práctica político-social una visión de conjunto e integral.
¿Por qué la necesidad del Movimiento 13 de Abril?
a.- Porque las contradicciones, protestas y pronunciamientos de los conspiradores requiere, además de la respuesta gubernamental, la respuesta del pueblo organizado.
b.- Porque existen sectores posicionados alrededor del presidente Chávez que parecen no tener la disposición suficiente de abrir caminos hacia la radicalización del proceso.
c.- Porque las características particulares del proceso no tendrán vialidad desde las concepciones de vanguardias decretadas, partidos tradicionales o simple institucionalidad.
d.- Porque ahora más que nunca debemos revindicar el carácter autónomo y antiimperialista que los trabajadores, artesanos, estudiantes, profesionales, amas de casas, deben asumir en el proceso que vivimos.
e.- Porque ninguna de las instancias hasta ahora conocidas son representativas ante la magnitud de los retos que se nos imponen.
f.- Porque requerimos de una referencia político-ideológica en capacidad de abocarse a la discusión sobre los problemas de fondo de la situación actual.
g.-Porque necesitamos desatar la más formidable jornada de formación de cuadros, generación de políticas y, sobretodo, articulación de propuestas para ejercer gobernabilidad revolucionaria, efectivo poder popular, garantía única para la salvación de este proceso.
h.- Porque tenemos que ser actores fundamentales en el proceso de diálogo desde las comunidades barriales, centros de estudios, fábricas, administración pública, asentamientos campesinos, grupos culturales, empresas básicas del Estado y muchos otros escenarios más.
i.- Porque tenemos que desbaratar de una vez por todas el monopolio comunicacional de la oposición y para ello requerimos de una férrea alianza con las radios, prensa, televisoras comunitarias y la red de medios de comunicación del Gobierno (VTV y Radio Nacional).
J.- Porque, lo antes posible (mes y medio a lo sumo), tenemos que montar una gran Asamblea Nacional del movimiento popular y revolucionario de todo el país con el Presidente Hugo Chávez Frías, donde éste último conozca de manera directa nuestras exigencias y puntos de vista, así como suscriba un Pacto de Gobernabilidad con los sectores populares del país, cuestión que en toda la historia patria nunca se ha realizado.
k.- Porque echar a andar el país, en el marco de la crisis que dejarán los conspiradores, exige el concurso de un sacrificio íntegro, sin distinción de clase, rango o cargos.

Por todo eso y muchas razones más, no hay tiempo para el vedettismo; la hora actual exige seriedad, humildad y sobretodo, unidad de todos los luchadores sociales, de todos los soñadores, de todos los marginados por tanto tiempo. Es el momento de un gran homenaje al pueblo venezolano, generando las condiciones que garanticen el despliegue de sus alas revolucionarias. Más ahora, cuando además de la lucha contra la crisis económica-social generada por la conspiración golpista, requerimos trabajar en el aspecto más complicado de toda revolución: la reforma política-cultural de toda una nación, que imposibilite cualquier vestigio de corrupción o mal uso de los recursos del Estado, privilegios y menos aún profundización de las desigualdades sociales.

Del 27 de febrero de 1989 hasta acá sólo ha habido un paso. Ahora comienza el camino hacia el encuentro con los sueños de Bolívar.

¡LA REVOLUCIÓN BOLIVARIANA NO SE NEGOCIA!
Luis M. Villafaña F.
Mov.13-A


Enero 2003





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Luis Villafaña


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