En una campaña electoral con los ribetes de la que estamos transitando, cualquier cosa puede pasar, desde profundizar las acusaciones de Narco Estado por parte de organismos estadounidenses indiciando a personas cercanas al gobierno, hasta hacer estallar cartones de huevos ante funcionarios de la SUNDDE, tal como lo hizo un comerciante en estos días…Porque esa es parte de nuestra realidad asechada, vilipendiada y distorsionada.
Por eso podemos ver que a un pequeño comerciante se le hace inasible la razón de ser de su actividad, y aprende cuanto artilugio creado por la economía clásica que invita por todos los medios aprovecharse del cliente. Como esa es la norma, les resulta risible ese treinta por ciento de ganancia establecido por la Ley de Precios Juntos y cualquier medida que impida volatilizar el salario de sus conciudadanos. Son apéndice de la cultura empresarial instaurada, la que presupone que el mejor sistema de gobierno es aquel que no le pone controles a la actividad comercial y permite el enriquecimiento desmedido.
Así lo ha entendido siempre la casta empresarial. Por ejemplo, en el gobierno de Lusinchi sacrificaron 20 mil vacas de alta calidad Holstein porque el aumento de los alimentos concentrados no les permitía obtener las ganancias que tenía establecidas, que este claro, las mataron y botaron sus carnes. Y por la misma razón, echaron al río miles de litros de leche en el estado Zulia, lo que es una actitud generalizada y recurrente en Suramérica. En los últimos años, en Colombia derramaron 6 mil litros de leche en por la huelga agraria para no regalarla a los campesinos, asimismo en Perú por razones similares vaciaron 10 mil litros.
Y no me quiero imaginar a propósito de la orden del gobierno de bajar drásticamente los precios especulativos del cartón de huevos, la cantidad de unidades que a estas alturas habrán botado y los que botarán en algún río o cañada en cumplimiento al dictamen que de seguro ya han hecho en sus cónclaves los grandes productores. Ah, y también los pequeños que de seguro son víctimas en su mayoría, pero asumen actitudes como la del señor del estado Falcón, que al verse asediado por los fiscales de la SUNDDE, quienes le solicitaban apegarse a la Ley, reventó los huevos delante de ellos.
Bien caracterizó Samuel Moncada (1985) a la casta empresarial venezolana en su libro "Los huevos de la serpiente". En ella precisa cómo el movimiento empresarial penetró e influenció las estructuras del poder político y económico en Venezuela.
¿Qué sociedad aguanta el libre albedrío desatado para aumentar todos los días los rubros de primera necesidad? En este caso, el incremento continuo de los precios de los huevos que se convirtió en un medidor inflacionario doméstico. Si, para que la gente humilde que poco considera el referencial del dólar paralelo, tuviera frente así, a cada momento su degradante realidad con el "termómetro huevo".
De lo que si debemos estar muy seguros a estas alturas, es que los huevos de la serpiente, que dibuja Moncada, hoy están vivitos y dinámicos. Y votarán donde estén para revitalizar esa serpiente que la revolución bolivariana apenas tuvo tiempo de trastocar.