A escasas horas de las elecciones, ya no hay tiempo para más diferencias; el objetivo de los chavistas si quieren mantener el legado del Comandante Eterno, es unirse para ir a votar el domingo si de verdad sienten correr la revolución por las venas. Solo así se puede garantizar el triunfo que requiere Venezuela sin el riesgo de regresar al pasado, al Fondo Monetario Internacional como quiere Lorenzo Mendoza, y al dominio del imperio gringo, hegemonía que hizo a los pobres en Caracas comer perrarina y se agradecía, porque en muchos otros lugares del país, ni siquiera comida de animales podían comprar para saciar el hambre.
No estoy en contra de las discusiones ni las diferencias dentro del mismo proceso revolucionario, pero en el tiempo que resta solo queda concentrarse, meditar, cavilar en lo que hizo Chávez por los más necesitados, y prepararse anímicamente para ir a puyarle los ojos en la maquinita electoral. Cómo decía Bolívar: "Vacilar es perdernos" o como decía al cantautor Alí Primera: "si la lucha se dispersa, no habrá victoria en el combate".
Las críticas y autocríticas bien pueden retomarse con mayor vigor después de las elecciones si se obtiene el triunfo, pero para eso se requiere del voto de cada uno de los camaradas, de lo contrario, será difícil. No estamos ganados, la victoria se obtiene en los diferentes centros de votación con el sufragio.
Demostremos a los vendidos al imperio, a los golpistas, conspiradores, guarimberos, "hambreadores" del pueblo, a los acaparadores, especuladores, que los chavistas hacemos colas en el mercado para desbaratarles la guerra económica, y más rápido y con mayor entusiasmo, la haremos en los centros electorales con el fin de darles en la madre… que nunca más lleguen a Miraflores con su pretensión de entregarle Venezuela a los gringos.
Las últimas horas que restan, repito, debemos utilizarlas para reflexionar, recordar que Chávez una vez que llegó al poder lo primero que hizo fue aplicar el Plan Bolívar 2000 y subir a los barrios, donde la gente perecía de mengua. Los pobres se morían de hambre, ni siquiera tenían pasajes para trasladarse en bus al ambulatorio o al centro asistencial más cercano, y mucho menos con qué comprar una pastilla.
En ese tiempo los semáforos estaban cundidos de mendigos pidiendo; los que podían comprar un pastelito llegaban a cualquier restauran y los pordioseros se lo querían quitar de la boca. Había hambre, demasiada hambre. Tanto que eso desencadenó en el famoso Caracazo, hecho en el que la gente asaltó los establecimientos de venta de alimentos, y les echaron plomo parejo. La cantidad de pobres asesinados la pararon en unos cinco mil, sí mal no recuerdo, pero algunos dicen que por ahí pasaron corriendo.
Pensemos en la Gran Misión Vivienda Venezuela, a los pobres se les esfumarán las esperanzas de tener una casa; los viejitos y las viejitas perderán sus pensiones, acabarán con el país como lo hicieron en la IV República. Consideremos Mercal, las jornadas de alimentos a cielo abierto, que el presidente Maduro coordina, para que la gente tenga la comida que le quitan los opositores responsables de la guerra económica. Traigamos a nuestra memoria las obras más resaltantes que se niegan a ver los opositores, como los metros, trenes, carreteras, sistemas de transportes modernos, hospitales…
Y no sigo, tampoco es mi intención reconstruir la lista de obras y logros de la revolución, sino que sencillamente reflexionemos, pensemos en Venezuela, en nuestros hijos, nietos, madres, padres, hermanos, al tiempo que imaginemos a los militares gringos pasando por el frente de nuestras casas como amos y señores del país, el mismo de Bolívar, de Chávez.
No son pocas las mujeres violadas en Colombia por los soldados imperiales, y no hay justicia terrenal fuera de los EEUU que los pueda alcanzar.