El presidente Nicolás Maduro ha convocado a formar un equipo para sugerir una nueva agenda económica. He aquí mis propuestas.
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Convocar un encuentro de reflexiones sobre la economía venezolana con economistas bolivarianos, profesores, expertos en áreas industriales, estudiosos de las finanzas, trabajadores y empresarios comprometidos, más una representación de comuneros, dirigentes de partidos revolucionarios, pueblos indígenas, agraristas, ecologistas, que discutan abiertamente el modelo, la coyuntura y las propuestas económicas productivas para Venezuela. Este evento no debe ser una tramoya televisiva, tampoco un evento academicista, ni menos un gallinero en el Poliedro. Debe ser una Constituyente Económica Bolivariana.
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Las tareas de esta reunión deben ser: 1) Definir con claridad cuál es el modelo económico de la Revolución Bolivariana, más allá de las consignas circunstanciales y slogans electorales. 2) Cuáles son las medidas que deben tomarse en el corto y mediano plazo para enfrentar la crisis actual.
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Las prioridades de ese nuevo modelo económico son: a) reducir la dependencia de las importaciones, b) mejorar los rendimientos del negocio petrolero, c) contribuir a diversificar la economía en base a nuestras ventajas comparativas, d) aprovechar nuestras potencialidades turísticas para generar economías endógenas altamente empleadoras, e) vencer las debilidades en soberanía alimentaria.
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A nivel fiscal se imponen las siguientes medidas: a) colocar precios sinceros a los combustibles, que sean económicamente adecuados y socialmente viables, b) aplicar criterios progresivos a los impuestos nacionales, c) estimular la producción interna de alimentos y bienes de primera necesidad, d) establecer impuestos especiales a las actividades especulativas como banca, bolsas, finanzas y seguros, e) rebajar la carga impositiva regresiva a la ciudadanía, f) recortar los gastos burocráticos, g) pechar el mercado de divisas, y h) tomar medidas sobre capitales nacionales colocados en la banca del exterior.
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El Gobierno debe trasladar a la iniciativa ciudadana todos los activos no estratégicos que constituyen cargas al erario nacional; por ejemplo: hoteles y otras actividades turísticas-recreacionales, medios de entretenimiento, comercio de misceláneas, exquisiteces y bienes superfluos.
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Convocar a los productores agropecuarios tradicionales y nuevos, a una campaña nacional por la recuperación del campo, con definiciones claras en cuanto a precios, rubros prioritarios, asesoría técnica, subsidios y estímulos financieros. Este plan debe incluir un programa especial de retorno a la cultura rural, con énfasis en los niveles educativos primario, medio y técnico, medios de información públicos, y ofreciendo respaldo privilegiado a quienes emprendan nuevas unidades de producción.
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Desarrollar un programa agresivo, creativo y práctico que promueva en corto plazo nuevos emprendimientos en áreas artesanales, pequeña y mediana industria, bajo el enfoque del pueblo empresario.
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Implementar un plan nacional de formación en oficios: mecánicos, torneros, plomeros, ebanistas, latoneros, y otros de gran requerimiento social.
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Establecer un plan emergente de control, desarrollo y aprovechamiento racional, ecológico y soberano del potencial minero del sur del país, gran parte del cual es explotado por grupos criminales en detrimento de la nación y el medio ambiente.
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Continuar y mejorar los proyectos de energías limpias que se ejecutan actualmente, masificando su fomento y utilización.
Desmitificar la economía, romper el círculo vicioso de los clichés
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La premisa del modelo ejecutado estos años, según la cual el rentismo petrolero que predomina en nuestra economía, ocurre porque nuestro país "capta una renta internacional que nadie produce", no es correcta. El petróleo y sus derivados son producidos por la clase trabajadora petrolera, desde el obrero que participa en la exploración, extracción, refinación y comercialización, hasta los Guardias Nacionales que murieron en Amuay cuidando esas instalaciones, pasando por los profesionales que diseñan, coordinan, planifican y ejecutan los proyectos energéticos y sociales de nuestra industria. Hay que diferenciar la renta, que es el pago por el uso de la tierra y sus bienes naturales, concepto que en el negocio petrolero se conoce como royalties o regalías, de la plusvalía que la clase trabajadora incorpora al petróleo sacándolo de la tierra o el mar y transformándolo en cosa útil. Esas ganancias de la industria e impuestos que cobra el Gobierno, son la suma de esas plusvalías. Es muy importante aclarar esto, porque de allí parte la caracterización de la economía venezolana y la necesaria transformación revolucionaria de la actitud y aptitud productivas del país. El Estado y PDVSA actúan como propietarios capitalistas, que aún en el plano de lo público, no son en sí mismos garantías de la perfectibilidad del modo de producción y distribución. Verbigracia CADIVI.
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La segunda idea equivocada se la escuché todos estos años a varios voceros de nuestro gobierno. Decían en mensajes televisivos y discursos, que las empresas del Estado no necesariamente deben generar ganancias, que lo importante es que produzcan bienes y servicios para la población. Esta concepción es errónea. La empresa estatal de orientación socialista tiene que producir bienes y servicios de calidad para la población, pero debe, obligatoriamente, generar ganancias (o si se prefiere, para no repetir la categoría capitalista, digamos excedentes) para enfrentar los retos de invertir en crecimiento, actualizarse tecnológicamente, pagar la depreciación de equipos e instalaciones, mejorar las condiciones salariales y de seguridad social de sus trabajadores, y cumplir con sus obligaciones de corresponsabilidad comunitaria. Esa visión incide en una actitud productiva escasa, que es uno de los problemas que tenemos que superar como sociedad, y está íntimamente ligada al tema del rentismo que antes comentamos. La chequera petrolera sirve para subsidiar empresas improductivas, pero ese juego –lo dijimos hace una década- es harto peligroso e inestable. El socialismo del siglo XXI tiene que ser productivo para garantizar el bien social, la estabilidad política y la soberanía nacional.
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La tercera idea loca es esa que algunos gurúes centralistas le "vendieron" al Gobierno, de que "en Caracas cabe otra Caracas". Esta concepción es profundamente contrarrevolucionaria. Atenta contra el concepto filosófico esencial del buen vivir, porque condena a los ciudadanos a ser presos del enjambre de concreto y asfalto, ruido, contaminación, basura, colas y estrés. Contraría el principio productivo del socialismo, porque se trata de una ciudad parasitaria de la nómina burocrática y los contratos públicos. Beneficia a la parásita burguesía comercial importadora, que es la que gana con un mercado de millones de seres humanos hacinados en un solo lugar, cercano al puerto donde baja los cachivaches que venderán a las pobres víctimas del consumismo neoliberal reinante. El país debe gastar sumas astronómicas en obras públicas, subsidios, espectáculos, monumentos, metros, metro cables, etcéteras, y hasta televisoras que informen sobre el tráfico vial, para una capital colonialista capitalista improductiva. Mientras, miles del interior del país y del extranjero, seguirán viniendo a "disfrutar" las oportunidades de la capital, que nunca tendrán en sus lugares de origen. Esta paranoia capitalina es antieconómica y antiecológica. La concentración exagerada de población en un pequeño espacio sólo favorece al capital. Por un lado dispone de abundante mano de obra, lo que abarata los costos en cuanto a salarios, y, por el otro, cuenta con un mercado cautivo para la venta de mercancías que le permita la realización del capital. Si en las tempranas economías capitalistas de Europa, la ciudad crece alrededor de las industrias, en nuestras rezagadas economías colonizadas la ciudad se orienta al mercado de exportación. Siempre mirando hacia el exterior, se busca la cercanía del mar para embarcar las materias primas extraídas y descargar las manufacturas provenientes de la metrópoli. Esta ciudad no desarrolla una industria propia ni produce sus alimentos. Sin embargo, crece patológicamente como aglomerado caótico sin identidad. La trampa rentista que reproduce permanentemente la dependencia, se agrava por el abandono del campo que conlleva a la quiebra de la soberanía alimentaria. Otra consecuencia directa del modelo de capital colonialista dependiente es la elevación desmedida de los costos de construcción y de la instalación de los servicios públicos que nunca alcanzan a cubrir el incremento poblacional. La visión urbanística dominante es devoradora de la extensión territorial, lo que implica un gasto ecológico extra por las distancias a cubrir y los materiales a consumir. La perversidad de esta herencia colonial llega al extremo de penalizar a los habitantes del resto del país haciéndoles pagar unos precios establecidos por los oligopolios capitalinos, de manera que el precio fijado en la capital regirá hasta en los campos de donde sale el producto. El centralismo burocrático también obligará a centenares de personas a viajar a la capital a tramitar cualquier clase de diligencias, desde procurar el cobro de unas prestaciones sociales hasta legalizar unos documentos. Caracas concentra una cuarta parte de la población del país. La nómina pública es el núcleo duro del cual se sustenta la mayoría y el resto es la centrífuga de los servicios y el comercio que el mercado capitalista explota a conveniencia. El valor agregado de la ciudad tiene signo negativo. El gasto público, esa gigantesca renta petrolera, atrae al capital especulativo que lleva doscientos años chupándose el presupuesto. El valle está que explota, y, aunque le hagan un segundo piso, su paranoia se revertirá tarde o temprano contra los cambios revolucionarios. Su lógica es preservar el Estado burgués colonial heredado. Y ¡ay¡ del que ose intentar cambiarlo.
Hay leyes de la economía que debemos conocer, comprender y abordar.
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La primera: que siempre, a nivel social, habrán recursos limitados y necesidades crecientes, y que la satisfacción de necesidades primarias trae consigo el surgimiento de otras nuevas. Dice Silvio Rodríguez, gran filósofo cubano, "que cuando se tiene escudo, luego se quieren los guantes".
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La segunda: que el dinero, como mercancía de mercancías, medio de pago, medición del valor y fetiche de la realización de la plusvalía, es un elemento tan esencial como peligroso en el manejo de las variables económicas. Por tanto, su cuantía, ubicación y circulación, deben ser custodiadas con celo, y administradas con criterio científico, austero y riguroso. No cabe duda alguna que una errada política monetaria, hará estragos en el resto de las categorías del ciclo económico. Más en situaciones de escasez de productos. El mercado ordinario adquiere la forma de subasta y los precios se fijarán al monto de quién más pueda pagar. Masa monetaria y circulante, sí, y definitivamente sí, están correlacionadas con la inflación. Verbigracia pueblos fronterizos tomados por bachaqueros (caso extremo).
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La política cambiaria de un país (y se llama política porque es un asunto de gobierno) tiene que ajustarse a los vaivenes de la producción interna y la balanza de pagos; en esta materia las indefiniciones, omisiones, improvisaciones, tienen consecuencias fatídicas. Miremos el espejo.
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Las relaciones de producción dominantes en el planeta son las capitalistas. El socialismo no viene por decreto. Decretarlo puede ser, a veces, abortarlo.
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Estatismo y socialismo no son sinónimos. El poder burocrático es esencialmente anti socialista, reproduce relaciones de subordinación, discriminación y control cerrado del acceso a las decisiones.
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La corrupción en una economía mono exportadora, estatista y burocratizada, es un aliciente negativo que envilece el aparato productivo, quiebra las fuerzas morales de las instituciones y obstaculiza el acceso a los derechos.
De la economía informal a la economía criminal
Coincido con Sismondi en la idea de que la economía es una ciencia moral.
Esta conclusión del autor ginebrino pasa por la discusión de los límites éticos de la ganancia y de la necesidad social de una justa distribución de la riqueza.
Desde la perspectiva marxista habría que ver críticamente la tesis sismondiana, sin embargo, creo que en las actuales circunstancias hasta las propuestas reformistas tienen carácter revolucionario.
La construcción del socialismo tiene esa problemática intrínseca: la contradicción de armonizar la producción de bienes y servicios suficientes para una vida material gratificante, con la prédica de unos nuevos valores espirituales que pugnan por abrirse paso en la madeja de egoísmos que es el mercado capitalista.
Visto a la inversa, el socialismo no será posible hasta que esos nuevos valores espirituales guíen la producción y distribución de bienes en la sociedad. He allí el meollo de un proyecto que irremediablemente es a largo plazo.
En la visión mecanicista del marxismo, es el "ser social" quien determina "la conciencia", pero la experiencia ha demostrado que esta prelación no surte efecto de manera instantánea. El sistema capitalista tiene sus herramientas ideológicas muy bien desarrolladas para manipular la conciencia, no sólo de clase –en clave sociológica- sino, incluso, la conciencia como especie humana, que en vez de proteger sus condiciones naturales para existir, está dispuesta a destruirlas para complacer las apetencias del capital.
El cambio social emerge de las crisis, pero las crisis ni los meros cambios de superestructura, son condición suficiente para que se produzcan las revoluciones. Porque revolución que no se sostiene, se extingue en ese infinito baúl de los recuerdos que es la historia.
Tal es la coyuntura crucial del proceso venezolano, caracterizada por la complicación estructural e inducida de variables macroeconómicas, fiscales, monetarias y cambiarias, en intersección con graves distorsiones microeconómicas que amenazan con desbarrancar el nivel de vida de la familia trabajadora.
Un campesino de la frontera me dijo hace unos días: "Entre Cadivi y el bachaqueo van a acabar con este país". Su pesimismo es el reflejo de su indefensión ante la crueldad del mercado; más, su brevísimo diagnóstico, sintetiza magistralmente el drama de nuestra economía: mandan la corrupción y el rebusque.
El mayor peligro es que por estos atajos del lucro se llega rapidito a la "legitimidad" del delito. El sueldo mensual de un trabajador industrial o un profesor universitario, se lo gana un "comerciante informal" en un par de horas. La trocha fronteriza y el "resuelve" callejero son más rentables que el esfuerzo productivo disciplinado; saldo pésimo para una nación, para las nuevas generaciones y para el socialismo.
En ese submundo lúgubre la especulación y la coima son apenas verrugas en la profunda descomposición que engendra nuevas clases poderosas a partir de la ganancia mal habida: narcotráfico, mafia, sicariato, paramilitarismo sobrevuelan como buitres la patria que ven desfallecer.
En el escenario de corregir las desviaciones imperantes, tiene que haber sanciones para los "bachaqueros" gigantes que se robaron en un año más dólares de los que tenemos en reservas internacionales.
Le corresponde al Estado impedir que continúe el imperio de la economía criminal; para lograrlo tiene dos tareas: dar el ejemplo y aplicar la justicia. Sería la mejor política económica.
Lo decíamos el 8 de diciembre de 2014: Ideas para gobernar el terrible 2015
El 2015 viene difícil. Inflación, baja del petróleo, presión cambiaria, entre otras dificultades, ameritan una gran creatividad y valentía. Todos estamos obligados a aportar. He aquí algunas ideas. Tal vez no seamos tomados en cuenta por los decisores, pero cumplimos un deber. Aclaro de antemano, que sin una lucha firme contra la corrupción, la criminalidad y la impunidad, ninguna idea servirá para nada. También creo fundamental, definir con precisión la política económica, para lo cual los actores con poder, deberían acercarse más a la economía política.
En lo económico, fiscal y monetario.
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Todas las empresas públicas no estratégicas, como hoteles, azucareras, televisoras, etc, que funcionen con pérdidas o carezcan de utilidad práctica a los fines del Estado, venderlas a la iniciativa ciudadana, sea a cooperativas, asociaciones de trabajadores, o empresarios particulares. No hay que confundir socialismo con estatismo. Menos en la transición.
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Abrir un ambicioso programa de relanzamiento agrario, con estímulos a los actuales productores, especialmente al campesinado, y un plan de reclutamiento voluntario de nuevos labradores que deseen incorporarse a la producción agroalimentaria, con entrega de tierras, asistencia técnica y financiera. Empezar en la propia administración pública. Sólo hay productividad en el campo, cuando hay suficientes beneficios y servicios para una vida digna. No se decreta la soberanía alimentaria. Se produce día a día, con mucho trabajo y sudor.
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Gasolina. Establecer Contribuciones Especiales en cada compra de gasolina o diesel por un monto razonable, entre diez o veinte bolívares, para financiar programas gubernamentales sensibles a toda la población, por ejemplo, reforestación de cuencas y bosques, dotación a laboratorios educativos, u otras propuestas altruistas; con campañas bien diseñadas de sensibilización y rendición pública de cuentas y resultados. Podría ser el inicio paulatino de una revisión serena del precio de los combustibles.
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Política cambiaria. Eliminar ya los tipos de cambios Cencoex y Sicad 1. Las importaciones del Gobierno calcularlas a un monto de interés nacional, pero las privadas al valor del mercado, que métodos hay para estimarlo. En cuanto a los viajeros, hay que clasificarlos: viajes con fines científicos, docentes, académicos, de salud, culturales, institucionales, a una tasa prudente, pero viajes de placer, turismo, o negocios, a tasa de mercado.
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Establecer un impuesto a la compra de divisas. Como mercancía que es, este dinero, que además se invertirá en otras economías, debe ser pechado fuertemente.
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Eliminar de raíz la manipulación monetaria en la frontera con Colombia, eliminando las "casas de cambio" irregulares, exigiendo que se cumpla el cambio oficial, y continuar reforzando el cierre fronterizo como medida temporal necesaria para frenar el desangre nacional vía extracción.
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Subsidios. Cambiar radicalmente la política de subsidios: no subsidiar la mercancía, mejor subsidiar a las familias. El producto subsidiado se presta a robo, manipulación contable, especulación y extracción, además de desestimular la productividad. El subsidio directo a las familias necesitadas, alivia la microeconomía del hogar; esto puede hacerse usando como base de datos y red, el sistema educativo público, las nóminas de empresas e instituciones, la seguridad social y Misiones. El medio de asistencia social puede ser por tarjeta, tickets o en especies, según sea el caso y así lo determine un estudio serio de la medida. Las clases pudientes, que paguen precios de mercado, y así dejan de hacer colas, que es lo que más les molesta.
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Empleo. Emprender iniciativas novedosas como un programa nacional de oficios, para formar quinientos mil jóvenes en mecánica, plomería, artesanías, carpintería, enfermería, agrotecnia, gerontología, bomberos, guardaparques, salvavidas, y otras actividades productivas y de servicios importantes, que se incorporen de inmediato al empleo formal. También sería útil doblemente establecer la obligatoriedad de los cursos de manejo certificados por escuelas oficialmente acreditadas, y la revisión periódica del estado de los vehículos, ello generaría miles de empleos a choferes profesionales, personas jubiladas, peritos viales, etc, y ayudaría a bajar la escandalosa tasa de accidentes y sus dolorosas secuelas.
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Vehículos. Abrir por un período determinado de uno o dos años la importación de carros nuevos y usados, que beneficie a empresas, personas, asociaciones, instituciones, etc…Esta medida sacaría una millonada de bolívares del mercado, y bajaría la tentación por el dólar. El apoyo a la producción interna se puede hacer vía inversiones en tecnología y productividad, con resultados visibles en el mediano plazo.
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Industria. Promover y poner en marcha un gran acuerdo nacional para la industrialización de nuestros rubros endógenos y la independencia tecnológica en áreas estratégicas como la salud, para lo cual se requiere el compromiso patriótico de la clase trabajadora, los tecnólogos y científicos, las academias, y el empresariado dispuesto a sumarse con sinceridad, todos bajo el liderazgo del Estado a través del Poder Ejecutivo. Sin desarrollo de las fuerzas productivas no habrá salto al socialismo, ni siquiera habrá patria independiente.
Diez propuesta para empezar.
Bases conceptuales de la Economía Política Socialista
Los clásicos de la ciencia económica, incluido Karl Marx, nos enseñan que ésta tiene un esencial carácter político; por eso se habla de la Economía Política.
Nada atinente a los asuntos de la producción ocurre desligado de la política, ni la lucha por el poder se entiende sin una clara comprensión del fenómeno económico.
El anillo que hace inseparables estas categorías es, sin lugar a dudas, el social.
Economistas burgueses como John Stuart Mill y Jean Charles Simon de Sismondi, en el siglo XIX, y John Maynard Keynes en el XX, plantearon, desde diferentes ópticas, la necesidad de cierta regulación e intervención del Gobierno en los asuntos económicos. Incluso, Sismondi, a quien nuestro amigo Umberto Mazzei recomienda releer y aplicar, formuló una máxima que profundiza el carácter humano de la economía: "La Economía Política no es una ciencia de cálculo; es una ciencia moral".
Los liberales y neoliberales teorizan falsos argumentos a favor de una supuesta libertad absoluta de las empresas, llegando al exabrupto de afirmar que el mercado tiene leyes internas que garantizan el equilibrio y la racionalidad económica. Nada más erróneo; los hechos históricos del capitalismo mundial, han vuelto polvo estos mitos alienantes.
Pero esos mismos neoliberales son los primeros que claman al Estado auxiliar los bancos quebrados e invadir militarmente otros países para apoderarse de sus recursos naturales. Se apela al Estado como aparato opresor al servicio del capital, pero se le rechaza cuando busca construir la justicia social.
En el caso venezolano, el Socialismo Bolivariano, persigue alcanzar la mayor suma de felicidad posible para el pueblo; dicho en palabras de Mill: "actúa siempre con el fin de producir la mayor felicidad para el mayor número de personas", coincidiendo con la utopía marxista de "una vida gratificante".
Los Clásicos del Marxismo y el propio Marx, insistieron en enseñarnos que la teoría revolucionaria no puede tomarse como receta. La genuina conducta revolucionaria es, comprendiendo las leyes generales que rigen el devenir histórico y la lógica del sistema capitalista en particular, interpretar la realidad específica y aplicar las acciones que correspondan a esa situación concreta.
Lo que está claro, es que la clase trabajadora "no puede limitarse simplemente a tomar posesión de la máquina del Estado tal y como está, y servirse de ella para sus propios fines" (Carlos Marx).
Al referirse a La Comuna de París, Engels concluyó que "la clase obrera al llegar al poder, no puede seguir gobernando con la vieja máquina del Estado; que para no perder de nuevo su dominación recién conquistada, la clase obrera tiene, de una parte, que barrer toda la vieja máquina represiva utilizada hasta entonces contra ella y, de otra parte, precaverse contra sus propios diputados y funcionarios, declarándolos a todos sin excepción, revocables en todo momento". En El Antidhuring, Federico Engels nos dice que cuando "las fuerzas productivas producidas por el moderno modo de producción capitalista han entrado en hiriente contradicción con aquel modo de producción mismo… tiene que producirse una subversión de los modos de producción y distribución que eliminen todas las diferencias de clase si es que la entera sociedad moderna no tiene que perecer".
Sobre el mismo tema, con su característico sarcasmo, el Barbudo de Tréveris comenta: "¡La Comuna, exclaman, pretende abolir la propiedad, base de toda civilización! Sí, caballeros, la Comuna pretendía abolir esa propiedad de clase que convierte el trabajo de muchos en la riqueza de unos pocos. La Comuna aspiraba a la expropiación de los expropiadores… transformando los medios de producción, la tierra y el capital, que hoy son medios de esclavización y de explotación del trabajo, en simples instrumentos de trabajo libre y asociado. ¡Pero eso es el comunismo, el ‘irrealizable’ comunismo!".
Otro clásico de la revolución socialista, aportó esta definición de socialismo poniendo el acento en el asunto de la propiedad: "El socialismo, partido político de la clase oprimida, tiene un ideal en torno al que se agrupan y organizan los esfuerzos de todos los individuos que desean… una sociedad ideal basada en la propiedad común de los medios de producción". Era el camarada y yerno de Marx, el santiaguero Paul Lafargue, el autor de El Derecho a la Pereza.
El mismo que nos legó esta máxima compartida por la militancia revolucionaria de todo el mundo: "La trayectoria del hombre es una constante progresión, tanto en la vida social como en la intelectual, que va dejando atrás lo conocido para adentrarse con creciente ahínco en lo desconocido, previamente representado como ideal en su imaginación. Y esta concepción imaginaria constituye uno de los más poderosos incitantes de la acción revolucionaria".
Esto hay que recordarlo siempre así estemos hablando de cibernética y era espacial, porque, como dijo Fidel: "Hay algunos que se creen que el socialismo se puede hacer sin trabajo político".
Para poder avanzar a ese momento histórico en que "el libre desenvolvimiento de cada uno será la condición del libre desenvolvimiento de todos", tenemos que ser capaces de producir eficientemente los medios materiales que satisfacen las necesidades humanas.
Nada es tan definitorio del concepto de socialismo como la fusión monolítica de la idea con la producción. El socialismo es el único sistema en la historia de la humanidad que sólo es posible construirlo a partir de un acto de conciencia colectiva.
Tanto el esclavismo, el feudalismo y el capitalismo se impusieron en su momento cada uno, por los movimientos históricos que dieron paso a hegemonías minoritarias que poseyeron y controlaron los medios de producción, incluida la industria bélica a partir de la cual se domina el poder político.
El camino para crear el socialismo es antagónico a todo ese proceso anterior y sólo se transita a partir de la decisión soberana que toman conscientemente las mayorías explotadas, para zafarse las cadenas que los oprimen y asumir por mano propia el presente y el futuro.
Por eso el socialismo no nace mecánicamente del desarrollo de las fuerzas productivas, como pretenden algunos interpretando dogmáticamente a los fundadores del socialismo. El capitalismo no se caracteriza precisamente por padecer psicosis autodestructiva.
El capitalismo es un sistema narcisista, que se ensalza a sí mismo, para eso cuenta con su industria cultural y con una intelectualidad servil que pregona sus bondades. El capitalismo tiene pretensiones de superioridad y eternidad; para eso tiene sus aparatos de dominación política y militar. El capitalismo no se inmola.
Cuando se nos acusa de que nadie sabe qué es el Socialismo del Siglo XXI, nuestros enemigos no están aportando nada nuevo, aunque si están pretendiendo que no inventemos algo alternativo a su sistema de más de tres siglos añejo.
El acto consciente colectivo que nos impulsa a inventar una nueva sociedad, es justamente la convicción de que la existente no sirve.
El sistema que oprime a las mayorías para privilegiar a grupos enfermizos de ambición, el sistema que empobrece y mata de hambre a millones de personas en el mundo mientras derrocha una inútil vanidad consumista, el sistema que destruye diariamente las condiciones de vida de la especie humana, el sistema que apela a las guerras para seguir acumulando poder en pocas manos, ese sistema no nos sirve.
Entonces, los socialistas de hoy si sabemos lo que no queremos, y eso representa la mitad de la respuesta a la cuestión de qué es el Socialismo del Siglo XXI.
Pero para que nuestro Socialismo del Tercer Milenio tenga éxito, no bastará decretar que equis empresa estatal, el Estado todo y hasta el cielo, sean "socialistas". Tampoco podemos resbalarnos por el atajo de creer que el socialismo puede crearse como producto quirúrgico a partir de una disección territorial.
El Socialismo tiene un plano de realización político-ideológico y socioeconómico, y en estos campos no valen los aislamientos de laboratorio. La propaganda socialista tiene su razón política de ser, pero puede terminar siendo burda fraseología, verborrea jactanciosa como decía Mao.
Para hacer un socialismo de carne y hueso, hay que ir más allá, a la mera producción. La vulnerabilidad de una sociedad rentista es infinita ante un enemigo que domina los mercados. Socialismo y soberanía no serán posibles sin una adecuada suficiencia productiva. Para soñar hay que estar vivo.
Tres palabras que le faltan a nuestra revolución
Esas tres palabras son: articulación, emulación, formación.
Articulación es la "unión de distintos elementos que forman un conjunto ordenado". Es lo que le falta a la administración pública y es la terrible distancia entre la línea de la dirección política y su efectiva ejecución.
La descoordinación e ineficiencia en el aparato burocrático atenta diariamente contra el éxito de la Revolución. El Presidente lanza un llamado a corregir prácticas negativas, o da una orden de resolver un asunto importante, pero el engranaje encargado de llevar a término la operación no se activa.
Entonces deviene la frustración popular. El cerebro ordena mover la mano izquierda, pero el hombro, el codo y la muñeca no hacen su parte. Inercia.
Existe incongruencia entre ministerios, y dentro de un mismo ministerio, diversas direcciones se entorpecen. No actuamos como "un conjunto ordenado".
Emulación, en el sentido socialista, es el modelaje social en base al máximo esfuerzo altruista. La administración pública y la "maquinaria" electorera, hacen lo contrario, premian el oportunismo y el arribismo. Primero asciende un aparecido con vínculos familiares o compadrazgos que un revolucionario cabal.
La ausencia de emulación produce desgano en el servidor público y el militante, que ven al oportunista subir por el ascensor mientras ellos remontan la empinada cuesta a pie.
Todavía los propulsores del PSUV que cumplieron la dura tarea de organizar la fundación del partido, están esperando una palmadita en el hombro o el más mínimo agradecimiento. Nada que ver, de eso no se acuerda nadie.
Igual pasa en la administración pública. Los chavistas de corazón que hacen trabajo voluntario, que cumplen las tareas políticas, que van a todos los actos, que son los que salen a la calle a la hora de defender al Presidente, esos no llegan a cargos de dirección. Santa tecnocracia mediocre y acomodaticia.
Formación es cultivarse en los saberes y valores de lo que se quiere ser. Formarse como revolucionario amerita de grandes esfuerzos en el estudio, la ética y la práctica.
Insistimos en afirmar que la escasa formación político-ideológica es una de las patas cojas más peligrosas del proceso revolucionario venezolano. Sin ella, la confusión de principios, la preeminencia de la cultura heredada, y la fraseología hueca, engendran "cuadros" de papel y pies de barro.
Mientras no contemos con una política integral sobre formación político-ideológica, el darwinismo político seguirá dándole vida a los más pícaros y pragmáticos, contra los de buena fe, los modestos, los más humildes.
La falta de formación se agrava con la falta de una adecuada emulación, incidiendo directamente en la escasa articulación del aparato del Estado y de la organización política. Círculo vicioso.
Es hora de reimpulsar nuestra Revolución por un camino de mayores logros, pero hay que revisar con urgencia estas carencias fundamentales y rectificar a tiempo los desviados atajos que conducen al abismo. (Dicho en abril 2011)
Para nosotros el socialismo es la verdadera democracia. Un sistema donde el pueblo siempre tiene la primera y última palabra.
Nuestro Socialismo
El socialismo es Ético, Productivo, Antiimperialista, Igualitario de Género y Ecológico.
Es ecológico, porque el Socialismo del Siglo XXI es la opción tomada por los revolucionarios de este tiempo para salvar el planeta de la destrucción capitalista. Hablamos de una ética ambiental originaria que el socialismo asume como suya desde las más raigales convicciones ancestrales, desde el jefe Seatle de la nación swamish hasta la nueva doctrina de los derechos que enarbola Evo Morales.
Es igualitario de género, porque el Socialismo del Siglo XXI es la emancipación de la mujer. Las luchas feministas por enfrentar el terrible y vergonzoso flagelo del machismo, esa perversa herencia de las épocas más oscurantistas de la humanidad, alcanzan su máxima expresión en la construcción de la sociedad socialista. En esto la Revolución Bolivariana ha marcado pauta mundial, siendo pioneros en tener Constitución y Leyes redactadas en el lenguaje de género; amén del protagonismo de la mujer venezolana en todos los órdenes de la vida nacional desde que se inició el proceso constituyente.
Es antiimperialista, porque el imperialismo es la aberración de la contemporaneidad que azota a los pueblos y hunde a la humanidad en los más terribles flagelos, cuales son: el hambre, la desigualdad, la opresión, las guerras, el terrorismo de Estado, el narcotráfico, la destrucción ambiental. La militancia del pacifismo profundo y la autodeterminación de los pueblos es una condición básica para los nuevos socialistas.
Es productivo, porque tenemos que ser capaces de generar los bienes materiales para el buen vivir, especialmente los alimentos y los servicios de infraestructura, las tecnologías e industrias limpias que den asiento al crecimiento poblacional.
Es ético, porque con corrupción no hay revolución, es el principal enemigo interno que nos acecha. El socialismo necesita tres palabras: formación, articulación y emulación. Sólo con cuadros formados política e ideológicamente, con las instituciones del Estado articuladas en un solo esfuerzo, y promoviendo conductas principistas, productivas y altruistas, nos haremos invencibles y perennes.
No basta ganar elecciones para hacer una verdadera revolución. Hay que cambiar la sociedad, cambiarnos a nosotros mismos que somos presos de la cultura dominante, capitalista y consumista.
En las puertas del Tercer Milenio, el Socialismo se nos presenta como una necesidad histórica, porque es la única vía para detener la locura neoliberal que amenaza con destruir la existencia de vida en el planeta.
El socialismo es la forma más elevada del humanismo, porque propone la eliminación de la explotación, busca la igualdad y siembra la justicia, promoviendo valores de solidaridad, responsabilidad y amor.
El socialismo es el único sistema de desarrollo integral, porque no sólo promueve lo productivo, sino que atiende la espiritual, lo cultural, lo ambiental, y lo social, por supuesto, que es su esencia.
El socialismo es el sistema del equilibrio universal del que nos habló El Libertador, porque al promover la igualdad entre las personas y las naciones, permite a cada cual su autodeterminación y soberanía, buscando la cooperación internacional y la paz como piso de un mundo mejor.