Que los pueblos deben distinguir con claridad al enemigo es algo de Perogrullo. Un enemigo bien identificado pierde buena parte de su capacidad estratégica. Pierde el factor sorpresa que es mucho. En el caso de la Revolución Bolivariana esto resulta de primerísimo orden. Estamos frente a un enemigo con gran capacidad para aprender de sus errores y dotado de inmensos recursos como soporte de su línea estratégica. La Revolución Bolivariana tiene en el imperialismo estadounidense, no sólo su verdadero enemigo, sino un formidable oponente. Ninguno de sus movimientos son casuales. La sucesión de ataques –aparentemente inconexos-, que sufre el gobierno bolivariano de parte del imperio responden a una estrategia integral que debe ser identificada para desarmar su efecto.
Como una hidra de mil cabezas, el imperio combina acciones poniendo el énfasis ahora en una, ahora en otra, sin desechar ninguna. Moviendo sus tropas en esta guerra de cuarta generación -que no otra cosa son los medios, periodistas, opinadores, expertos y políticos criollos, apátridas, lacayos y rastreros-, organiza variados ataques con un solo fin: extirpar de la faz de la tierra el “peligroso” ejemplo de dignidad de la revolución bolivariana. Véase como la última secuencia de ataques responde a este fino hilván. A mediados del mes de abril pasado, secundando unas declaraciones dadas con bombos y platillos en Miami por Patricia Poleo, el diario del Bloque de Armas, 2001, publicó un titular de portada, a ocho columnas y letras rojas, en el cual se afirmaba que: “VENEZUELA HA RECIBIDO COHETES CON CARGA NUCLEAR DE IRÁN”. Por supuesto, el titular respondía a un “trabajo de investigación” del periodista Jesús Brando quien lo basaba en “fuentes confiables”. Tres días después, el General Bantz Craddock, Jefe del Comando Sur de los EE.UU., declaraba a la prensa su: “preocupación por noticias periodísticas bien fundamentadas (El trabajo de investigación de la joyita apátrida), que indican la probable existencia en Venezuela de armas de destrucción masiva”.
Continuando el hilo de la estrategia un vocero del Departamento de Estado –quien pidió no ser identificado-, filtraba la noticia de la “creciente preocupación por la identidad ideológica del gobierno de Chávez con el terrorismo colombiano… el soporte….e incluso la probable existencia de bolsones de terrorismo islámico actuando en Venezuela”. Justo en el momento –nada inocente ni casual-, en que el Presidente Chávez está en Europa y se dirige a Libia, Sean McCormack, vocero del Departamento de Estado, anuncia la nueva lista de estados terroristas y estados no colaboradores en la lucha antiterrorista. ¡Aleluya!. Ghadaffi sale de la lista de países terroristas y Venezuela entra en la de países no colaboradores. No termina allí. McCormack concluyó su rueda de prensa con una, nada velada amenaza: “Vendrá nuevas acciones”. Al día siguiente, el Embajador ante la OEA de los EE.UU., John Maisto, solicitaba la aplicación de la Carta Interamericana a Venezuela, atendiendo el pedido del corito formado por el desnaturalizado Toledo, otros embajadores centroamericanos y el “perseguido y acosado pueblo venezolano” (léase Marcel Granier, el Mataduras y Patricia Poleo).
El pueblo venezolano y la dirigencia revolucionaria tienen la gravísima responsabilidad de no equivocarse. Todas estas acciones, incluida la presencia de la flota en el Caribe, amén de las acciones “contra el miedo” que activaron rápidamente los sátrapas criollos, se inscribe en una estrategia global. Ya la aplicaron con notable éxito contra la revolución sandinista. ¡Miedo! Las acciones de la contra nicaragüense tuvieron como objetivo sumir en el horror al pueblo nica. Frente a un pueblo atemorizado el imperio colocó una elección: Sandinismo, igual amenazas, tensión, crispación, guerra, horror y miedo. La Chamorro, colaboración, paz, tranquilidad, empleo, bienestar. Al final, el pueblo cansado optó –para su desgracia-, por la “paz”. La dirigencia revolucionaria bolivariana no puede pisar ese peine. Los acercamientos del enemigo –que no el adversario-, son como el bajeo de la boa. Esperan romper el cordón umbilical, emocional y espiritual, entre Chávez y su pueblo. ¿Las salidas? ¡Muchas!...pero todas con el mismo fin: SACAR A CHÁVEZ DEL CORAZÓN DEL PUEBLO. Aislarlo, hacerlo responsable de todos los males. A ello se prestan unos cuantos dirigentes sin conciencia, cómplices o tontos útiles, de la boquita para fuera y por sueldo “revolucionarios”.
En teoría el inmenso despliegue estadounidense se fundamenta en la necesidad de combatir el terrorismo, la proliferación de armas de destrucción masiva y el narcotráfico. El cinismo hipócrita de esta teoría es puesto en evidencia todos los días. Ningún país en el planeta es más terrorista que los EE.UU. Ahí están como pruebas irrefutables la destrucción criminal de Falulla con sus hombres, mujeres y niños. Ahí está la protección al terrorismo expresada en la existencia en Florida de batallones que se entrenan y preparan para aplicar terrorismo en países como Cuba o Venezuela. Ahí están esos dos superterroristas llamados Posada Carriles y Bosh, protegidos por la familia Bush y la mafia mayamera. Es en su territorio donde inmensas organizaciones de narcotraficantes movilizan en sus banco miles de millones de dólares mensuales. ¿Entonces, para qué es ese inmenso despliegue bélico?.
La doctrina de seguridad preventiva ha proporcionado al imperio capacidad para enfrentar simultáneamente conflictos menores. De acuerdo esta novedosa, criminal e inaceptable doctrina “Estados Unidos actuará contra las amenazas emergentes antes de que ellas estén completamente formadas”, añade la cita “en el mundo de hoy el único camino para la paz y la seguridad de nuestra nación es el camino de la acción”. El aspecto central de semejante amenaza es que declaran el uso preventivo de la fuerza para “destruir amenazas antes de que estas alcancen nuestras fronteras”. ¿Hay alguien que dude que el despertar de los pueblos latinoamericanos es una “amenaza” para el Imperio?.
¿Qué excusas podrían tener para el uso de la fuerza?. Estamos ante el imperio más inmoral de la historia. En 1898, la voladura del acorazado “Maine” –con la consecuente muerte de 400 de sus propios marinos-, surto en la bahía de La Habana, fue el pretexto para la declaración de guerra a España y la intervención en Cuba.
En 1917, el presidente Wilson provocó la destrucción de cuatro de sus buques con sus tripulantes para tener la excusa que le permitiera declarar la guerra a Alemania. De igual manera procedió el presidente Franklin Delano Roosvelt en 1941. El provocado ataque a Pearl Harbour era conocido por los servicios secretos de los Estados Unidos antes de que ocurriera. Sacrificaron más de 75.000 ciudadanos estadounidenses para tener la justificación explícita y entrar en guerra. Veinticuatro horas antes de la invasión a Panamá la esposa de un capitán de los marines fue violada por delincuentes enviados por los servicios secretos de USA. La noticia cayó como una bomba en la opinión pública estadounidense: Hordas de Noriega habían violado una ciudadana estadounidense. Esta fue la gota que derramó el vaso. Vaso que habían venido llenando lenta pero inexorablemente por meses. Así procede este imperio inmoral y desalmado.
Los verdaderos dueños del poder político y económico en los Estados Unidos –la misma cosa-, apelan a estos procedimientos con alma de hielo. Más de la mitad de la opinión pública mundial está hoy convencida de que los atentados al World Trade Center y el Pentágono constituyeron una más de estas “acciones de justificación” que les permitió desatar la campaña militar en Afganistán e Iraq, bajo la argumentación de “lucha global contra el terrorismo”. El pueblo venezolano y las autoridades deberían tener esto muy en cuenta. Cualquier cosa, por surrealista o descabellada que parezca es posible. Desde que le terminen “pisando un pié” al embajador Bronwfield, hasta cualquier otra inmoral marramuncia. Guerra avisada no mata soldado y si lo mata…ya lo sabemos.