Sin dudas que sí. Y no quiero pecar de exagerado optimismo. Sólo que, simplemente, nuestro pueblo va a contar con la felicidad que esté dispuesto a construir.
Así es. Somos dueños de lo que construimos. Mucho más si se trata de conquistas sociales. Luego de la derrota que recibimos en las pasadas elecciones del 6 de diciembre de 2015, nos hemos topado con miles de análisis, críticas, autocríticas, reflexiones, arrepentimientos, deseos de rectificación y, también, mucha trivialización de lo acontecido. Esto último es otra victoria de la hegemonía que ejerce la clase dominante sobre el pensamiento de la humanidad. Fíjense que digo "pensamiento de la humanidad" y no de un sector determinado. No olvidemos que las ideas dominantes en toda sociedad son las ideas de la clase dominante (Marx dixit).
La Revolución Bolivariana y Chavista se ha convertido en objetivo a exterminar por parte del poderío del capital, de las transnacionales del mismo, de las transnacionales petroleras, del imperio yanqui y de su aliado más cercano, el imperio sionista. No estamos ante una peleíta de partidarios de bandos como los que se confrontaban en procesos electorales previos a los del año 1998.
Si bien en la actualidad siguen en escena dinosaurios como el que muestra el rostro y nombre de un tal Henry Ramos Allup, eso no significa que la batalla sea entre una anacrónica Acción Democrática y unos izquierdistas agrupados en partidos que participan de "contiendas electorales".
La batalla presente, de signo electoral, es parte de una verdadera guerra de clases, que implica múltiples frentes, incluyendo con mucha prioridad el de la comunicación, la mediática y el entretenimiento. Se trata de la conflagración de clases, entre proletarios y burgueses, entre explotados y explotadores, en una expresión calificada de "blanda" por sus propios estrategas y ejecutores (estamos ante el desarrollo de un Golpe de Estado "blando", insisto). La Asamblea Nacional que perdimos en dos tercios y coloca a la derecha como mayoría absoluta en la misma, es la hendija por donde el poder burgués intentará infiltrar el poder político, controlado por la Revolución Bolivariana y Chavista desde 1999 y hasta el presente.
Los ricos, los explotadores, los dueños de los medios de producción no han dejado de ser poder económico en nuestro país. En Venezuela, en Nuestramérica y para el mundo, Chávez recuperó como esperanza para su liberación, para su independencia definitiva y para ser Patria socialista, una nueva forma de lucha en democracia verdadera, participativa y protagónica. Ahora ellos van por la recuperación del poder político perdido en Venezuela y en otros países de Nuestramérica. Y no sólo la recuperación en Venezuela (ver también el dramático caso de Argentina) sino la recuperación de su hegemonía, vulnerada por ideas postcapitalistas y socialistas que, aquí denominó poéticamente nuestro Comandante Supremo Hugo Chávez, Patria socialista.
En este contexto, entiendo la felicidad posible dentro de ese campo de lucha de clases. No creo que tomar las calles deba ser, solamente, para abuchear a los derechistas que ocupan las curules que nos arrebataron en la Asamblea. La calle debe ser para el ejercicio firme del parlamentarismo comunal (Artículo 184 de nuestra Constitución de la República Bolivariana de Venezuela), para la expresión de la unidad en nuestros actos y en nuestro pensamiento de clase. En este sentido es importante confiar también en la unidad de mando, es decir, confiar en la voz de Nicolás Maduro como comandante que, obedeciendo al pueblo, guía la actual "Defensa Integral de la Patria".
Podemos y debemos ser felices, pero debemos estar convencidos de que lo lograremos en unidad y conciencia. De lo contrario, nos distraeremos en escaramuzas, pelearemos hacia dentro de nuestras fuerzas y perderemos.
