El mal, Sócrates y Jesús (Dedicado a la cúpula del PSUV)

"La mayoría de los hombres no son malos (…) los hombres se vuelven malos y culpables porque hablan y actúan sin imaginarse el efecto de sus propias palabras y actos. Sosonámbulos, no malvados."

Franz Kafka

De entre todos los seres del mundo, sólo el ser humano es capaz de reconocer el bien y el mal, de pensarlos, de hablar y reflexionar sobre ellos e incluso de negar su existencia. Los demás seres reconocen por instinto aquello que les es favorable o desfavorable para su supervivencia o la de su especie; el hombre (ser humano) califica los actos, los hechos, las palaras, los objetos e incluso los pensamientos como "buenos" o "malos". Tal vez el mayor problema del mal en nuestro tiempo no consiste tanto en que exista el mal, sino en que se le disimule, deforme, camufle y encubra con expresiones que desnaturalizan su realidad y aminoren sus efectos. Quien produce y hace el mal está denotando que no ha crecido, que no comprende, que no tiene perspectiva de sí y del mundo.

¿Qué es el mal en política? ¿Por qué el hombre hace el mal? Se sobreentiende en esta pregunta que el hombre es algo que puede verse dominado por el bien o por el mal, algo sojuzgable por las fuerzas que actúan en él y fuera de él. Se trata, pues, de identificar a aquellas que arrastran hacia el mal y de aclarar los motivos por los que dominan sobre las fuerzas del bien. Existe al respecto un consenso general sobre la transformación profunda que el cristianismo habría supuesto respecto a la cultura griega. Cristo contra Sócrates. Para el griego, de hecho, el hombre no realiza el mal voluntariamente, sino por "ignorancia"; para Jesús, en cambio, es la mala "voluntad" la que hace al hombre perverso. Paz –es decir, salvación y beatitud- a los hombres de buena voluntad.

Aquí, no obstante, más que entrar en conflicto, Sócrates y Jesús se refieren a situaciones diversas. Ante todo, para Sócrates - es lo que escuchamos en el dialogo de Platón Protágoras- la palabra "ignorancia" tiene un sentido extraordinariamente fuerte; significa "falta de ciencia". La palabra griega que en el texto del Protágoras corresponde a "ciencia" es epistéme. Este término no indica el tipo de saber en el que consiste la ciencia moderna (es decir, un saber que, aunque poderoso, siempre es hipotético, provisional, modificable, falsificable): epistéme indica, por el contrario, el saber no hipotético, inmodificable, incontrovertible, definitivo, absoluto, necesario. Desde su nacimiento la filosofía ha evocado la idea de este saber y se ha dedicado a buscarlo.

Pues bien, la tesis de Sócrates es que, cuando la epistéme se encuentra en el hombre, lo domina y lo guía con tanta fuerza como para vencer todas las pasiones que intentan arrastrarlo en otra dirección. Así pues, sí la epistéme muestra qué es el bien y el mal, la voluntad del hombre realiza, necesariamente, el bien y no es libre de seguir el mal. Por tanto, cuando el hombre hace el mal, es porque en él falta la epistéme que le revele como al bien inmediato que quiere poseer le sigue, sin remisión, un mal mucho mayor que permanecía escondido. De modo que el perverso quiere hacer el mal, pero no porque esto esté mal sino porque lo ve como algo que es un bien para él (para el tirano es un bien la destrucción de sus enemigos); y por tanto hace el mal porque "ignora" que el mínimo bien que consigue obtener acarrea consigo inexorablemente un mal mayor. Ninguna revolución escapa a la ley de la mímesis. El mal es esencialmente tal, no cuando se opone al bien, sino cuando lo imita hablando en su nombre, con su lenguaje, con su voz. Cuando se opone al mal como bien absoluto: su perfecta mímesis. ¿No ha sido esta mímesis el mal político por excelencia?

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Luis Antonio Azócar Bates

Matemático y filósofo

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