Nuestra Economía está comercialmente anarquizada sin equilibrio oferta-demanda. En Venezuela está reinando un descarado y desafiante Anticontrol de Cambio, y sus beneficiarios aducen que debe eliminarse el Control de Cambio que, sin embargo, por ahora sólo ha beneficiado a la clase poderosa burguesa, clase que se comporta con si representara a un Estado paralelo.
Desafortudamente, las sugerencias no gubernamentales, aunque populares, es triste señalarlo, realmente no llegan a Miraflores, o este se desentiende de ellas porque sus asesores ministeriales tienen una razonable prioridad: a ellos les correspondería recibir tales sugerencias, pesarlas y en consecuencia recomendarlas, si fuere el caso.
Venimos diciendo que el método introducido por los primeros planificadores de nuestra economía, desde Chávez en adelante, en materia de asignación de divisas y controles ex post, ha sido 100% favorable a la empresa privada y muy perjudiciales para el consumidor a quien debería beneficiársele con los subsidios derivados del Control de Cambio, y ese método ha resultado peor para el propio gobierno que hasta hoy ha estado sometido a mil críticas, algunas bien fundadas, no por culpa del gobernante, sino de quienes le han sugerido métodos inconvenientes que hoy a todas luces refuerzan nuestra anteriores apreciaciones de que el gobierno chavista desde ñema ha sufrido una tremenda y perversa penetración de burócratas chapados y serviles aún a los intereses de los poderosos de la mismísima IV República.
Si antes los fabricantes, comerciantes y turistas (amantes más del exterior y sus encantos turísticos y mercancías exóticas, que de nuestros territorios y de nuestros productos nacionales) tenían todos los dólares a su disposición sin control de cambio, con este han seguido disponiendo de ellos con el respaldo insincero de que se asignan divisas para beneficiar a un pueblo que en buena parte de sus ciudadanos sólo ha visto encarecido el costo de su vida porque se trata de una población masoquista, de cultura puntofijista, aburguesada y derechista que desde un principio negó que las mercancías de la cesta básica fueran rebajadas al alcance de su personal de servicios domésticos para que en los encopetados y especuladores supermercados, como buenos aburguesados, no se mezclaran, con la “chusma”, como suelen identificar discriminatoriamente a sus compatriotas, a sus trabajadores.
Digamos que la base estructural de la carestía actual, al lado del bajo coste de vida para los que hasta ayer se hallaban marginados por toda la población trabajadora, misma que ahora sufre una carestía de vida cada día creciente por culpa de la propia derecha por la que ella sigue votando, esa base, decimos, es la división social que seguimos teniendo como sociedad burguesa que enfrenta al trabajador humilde contra la clase capitalista y contra esa parte del proletariado aristocratizado que a aquella le sirve incondicionalmente en fábricas y comercios por aquello de que la vida burguesa suele ser imitada por ese proletario descerebrado al que se le inyectó odio hacia todo lo que asome a socialismo, a comunismo, a cubanismo; una inyección ideológica que eficazmente les ha impedido asumir su rol como trabajadores simplemente mejor remunerados, peo no por eso menos explotados.
El dólar paralelo viene a ser una suerte de anticontrol de cambio o anulación del control de cambio oficial, ante el cual, hay que reconocerlo, el propio BCV se ha mostrado cabizbajo al lado de un Poder Judicial que, no menos alienado sociológica y políticamente, no ha tenido suficiente coraje para aplicar sanciones ejemplares a estos capitalistas que prácticamente han venido fomentando un especie de Estado paralelo que, en consecuencia, opera con un Libre Control de Cambio que viene orientando la Economía Nacional y de manera completamente anárquica, ante lo cual el Estado auténticamente venezolano y bolivariano tiene que tomar medidas acordes con el tamaño de la peligrosidad de seguir viviendo en una economía económicamente anarquizada.
Una expedita medida sería vender los dólares a precios libres y subsidiar-o reintegrar después-en bolívares a los más necesitados, sin pasar por el dólar. Los cupos para salir al exterior, por ejemplo, tendrían respecto a ese dólar paralelo descuentos posféstum-luego de presentar comprobantes de gastos efectivamente realizados por el turista en cuestión, o por el importador individual-, pero a nadie podrá vendérsele dólares baratos para luego presentar facturas corrientemente chimbas.
Esta divisa debe ser de uso y aplicaciones exclusivas del gobierno y para importar sólo imprescindibles, a juicio unilateral del propio Estado y no de la personalísima v voluntades del capitalista.