Si pretendemos hacernos dignos de la causa que perseguimos, debemos prepararnos para una dura batalla; primero con nosotros mismos, porque instintivamente siempre aspiramos que sean los demás quienes cambien, que las cosas cambien; pero cuando se requiere hacer cambios personales, la reacción es resistencia y rechazo. Los cambios producen miedo porque nos enfrenta a lo desconocido, nos sacan de control (aunque está claro que la realidad es que no controlamos nada). Solo cuando estemos caminos al triunfo en esta batalla personal, estaremos en condiciones de plantearnos el reto de convertirnos en verdaderos revolucionarios, que como dijera el Che "El revolucionario es el más alto escalón en la especie humana".
El combate revolucionario no puede llevarse a cabo sin una sólida ideología, sin pleno dominio de la teoría y praxis revolucionaria, de sus métodos, de su organización pero sobre todo de su ética. La batalla que nos ocupa es ideológica; y es nuestra mayor responsabilidad participar como constructores de la moral socialista, bajo cuyo estandarte lograremos gradualmente ganarnos a la masa para incorporarlas a la lucha, porque sólo la lucha diaria, constante y sistemática en todos los terrenos, podrá conducirnos a la victoria. Predicando con el ejemplo, practicando la unión y generando una cultura fundamentada en valores, lograremos convencer al mundo que lo que un día fue considerado una utopía, esta cristalizándose en una realidad. El sueño del libertador se ha ido transformando en objetivos concretos que apuntan a la realización de un mundo mejor, más equitativo, más humano. No olvidemos su advertencia en el sentido que el imperio nos someterá más por la ignorancia que por la fuerza.
Aun cuando es imposible cambiar de un día para otro la mentalidad de las personas y sectores de nuestra sociedad, con el aporte de cada uno de nosotros lograremos salvar cualquier obstáculo que se interponga. Tantas dificultades que hemos superado nos han hecho cada vez más fuertes; cada logro, por pequeño que parezca, nos ha ido acercando al glorioso día en que el pueblo venezolano, heredero de un pasado heroico, brille con luz de un presente que se proyecte a las generaciones venideras de venezolanos, venezolanas, latinoamericanos y caribeños, como inspiración y ejemplo a seguir.
Concluyo recordando las sabias palabras del gran patriota y entregado revolucionario Fabricio Ojeda:
"La gran vigilia del pueblo impone, pues, sacrificios
de orden moral y disciplina centrada, que lo alejen
de esa alegría postiza donde se diluye la voluntad de crear.
La verdadera lucha por el pueblo debe reservarse para la hora
próxima en que su tremenda luminosidad haga temblar
a los traidores que lo oprimen."
Y ese momento ha llegado camaradas.