Todo el tiempo que hemos consumido en el proceso de la revolución, se ha repetido hasta el infinito, la propuesta de erradicar el rentismo petrolero. En estos tiempos de vacas flacas; la insistencia en ese discurso ha sido de mayor intensidad.
En función de lo que se dice y se hace, no existe efectivamente evidencia concreta, que se tiene la voluntad política de un sacudimiento del rentismo petrolero, aunque se hace un esfuerzo para sacudirnos el rentismo.
Todo el 2014, fuimos testigos de una sistemática campaña para justificar lo que no requería mucha justificación. Se nos informó de distinta maneras y con ejemplos muy prácticos, el costo de producción de la gasolina y el ínfimo valor de venta. Nos pintaron en un mapa cuánto de barato salía darle la vuelta al mundo con la gasolina que compramos aquí.
Vino -¡por fin!- el aumento y después de ese tomar la decisión, oí días después al camarada Nicolás Maduro anunciar en cadena que una parte importante o todo los recursos que se recibirán por este aumento, servirían para financiar una tarjeta para los pobres y se mencionó que hasta una parte de la clase media, tendría su opción.
Al oír esta decisión, comprendí que persistimos en dos errores garrafales. Uno, seguimos pensando que el petróleo sirve para remediar (no resolver) la pobreza y en segundo lugar asumimos, que la pobreza es el problema y no un efecto del problema.
Para ser honesto, debo decir, que esta última idea de asumir la pobreza como problema y no como un efecto, no es una idea que viene discutiéndose. No es Hace poco leí un buen libro con el título: "América Latina Contrainsurgencia y Pobreza" de Raúl Zibechi. Es un libro, cuya lectura debería ser obligatoria en el ministerio de las comunas y en todas las instancias del alto gobierno que han asumido la pobreza como problema y no como efecto.
Hay en Venezuela mapas de la pobreza, pero por ningún lado observamos los mapas de la riqueza y cómo esos mapas van construyéndose. No hay mapa sobre cómo construyen la riqueza los dueños de los banco y de las grandes fortunas que van acumulándose a veces con los recursos del Estado.
Haber focalizado una parte importante de la agenda política en el tema de la pobreza, como problema y en remediar esta situación con programas que pasaron desde hace rato la condición de programas coyunturales, que no hacen más que retener en el tiempo la llamada "alianza para el progreso", es crear una referencia –cultura- que ser pobre puede resultar bueno. Estamos copiando el modelo que EEUU impuso después de la derrota en Vietnam. ¿Por qué sucedería o se afincaría este modelo, después de la derrota de EEUU en Vietnam?
Dice Raúl Zibechi: "Instalan la pobreza como problema y sacan a la riqueza del campo visual. Se ha instalado la idea de que los pobres son el gran problema de las sociedades actuales, ocultando así el hecho incontrastable de que el problema central es la acumulación de capital y de poder en un polo (...) Se estudia los pobres con la mayor rigurosidad, se realizan estadísticas, análisis, encuestas y todo tipo de acercamientos a los territorios donde viven los pobres". Todo esto se realiza sistemáticamente, pero continúa Zibechi diciéndonos, que "en cambio son raros los estudios sobre los ricos" y cómo logran su niveles de riqueza.
La tarjeta recientemente creada y de las que ya se dieron unas pocas pero se incrementaran su asignación, es en el fondo una política compensatoria que va terminar siendo una política para entender que sería bueno ser pobre. Es una manera de observar la pobreza tal y como lo ha recomendado la CEPAL desde hace un montón de año, cuya finalidad es asociar a la pobreza –causas- con unas necesidades básicas insatisfechas (NBI) y que la "solución" es satisfacer con estos programas compensatorios (misiones) que se prolongan en el tiempo y con un efectivo apoyo del rentismo.
Hemos mostrado -con cierto orgullo- que desde 1998 para acá se ha reducido la pobreza extrema y pobreza general en el país. No sé si efectivamente hemos reducido la pobreza o hemos "tapado" esa pobreza con la fórmula que nos ofreció la CEPAL.
Este esquema de asumir la pobreza como problema y no como efecto, ha tenido o proyecta una visión dirigida vivir del Estado y abandonar la idea de transformar el Estado. Se observa entre nosotros y en otros países de América Latina, la política de crear organizaciones populares desde el Estado e invadirlas. Son un apéndice de él, cuando deberíamos plantearnos el reto de hacer lo contrario.