Si alguien tiene el control sobre las relaciones de producción es la clase “reinante”; sólo ella puede intervenir en su perfeccionamiento, estancamiento o destrucción. El propio Marx así lo infirió en su Prefacio de la Primera Edición Alemana.
Venimos diciendo que a la acabada obra El Capital, de Carlos Marx, los estudiosos la han leído y releído[1] , y que sin embargo, a pesar de que esa obra está dirigida a los capitalistas y apologistas del sistema burgués de producción y distribución, con el aporte pionero de sus leyes, principios y rutas evolutivas de su nacimiento, desarrollo y extinción, dicho sistema, a pesar de ello, decimos, pareciera que la obra haya sido escrita para que los trabajadores se rebelaran contra los patronos.
Ciertamente bajo la propiedad privada de los medios de producción, el proletariado se halla atado de manos y hasta de conciencia. Es la propia clase burguesa la que debe asumir que su tiempo de esplendor ya pasó, desde luego, sin que los asalariados sigan convirtiéndose en sus aliados más eficientes como lo hemos visto a lo largo de varios siglos en la Francia exsocialista, y en países como Venezuela y Argentina donde sus mal llamadas clases medias son aliadas incondicionales de la clase explotadora burguesa.
A pesar de las demostraciones científicas bien detalladas por Marx en su El Capital, por el contrario, la terca y cegata burguesía se ha dedicado a sobrevivir a todos los pronósticos que en su contra comprueban los hechos o la praxis misma cuya teoría recoge El Capital en sus cuatro libros. Los apologistas y críticos de la Economía Política porsmarxiana, y los Economistas ahora convertidos en simples Economistas vulgares se han dedicado a despotricar, negar y hasta tergiversar la Crítica lanzada por Carlos Marx. Al mismo tiempo, parecen ignorar a los clásicos pre y contemporáneos de Marx.
El Capital no fue escrito para el conocimiento del proletariado, no ha sido así, aunque se ha considerado muy conveniente que lo lean, entiendan y apliquen pero desafortunadamente lo han hecho más para mejorar sus condiciones de trabajo, sus salarios, que para la erradicación de la propiedad privada, imbuidos como están casi todos de tener o hacerse de un capitalito para meterse a explotadores. Toda mejora salarial, si bien empodera al trabajador termina, por ahora, perfeccionando el mismo sistema que lo explota. Nos e trataría de mejorar salarios, sino de abolirlos completamente.
Dejar casi todo a en manos del proletariado ha sido un craso error de interpretación de parte de los marxistas, particularmente cuando siguen suponiendo que los capitalistas actúan con desconocimiento de causa, como si ninguno de ellos leyera el Capital, como si se tratara de gente desalmada.
El meollo revolucionario está en saber que para practicar la economía capitalista lo que se necesita es tener cierto capital propio o prestado, porque las relaciones de producción capitalistas no dependen de ninguna persona como tal, de ningún burgués; se trata de relaciones naturales, por así decirlo como Marx lo sostiene. Ahí están los "bachaqueros" de hoy; no existían, pero, apenas apareció en el mercado una mercancía barata que pudriera adquirirla al detal con poco capital para su reventa se han ido robusteciendo y hoy han conformado largas y expandidas cadenas de distribución que estabilizan todo el sistema de vida para felicidad de la derecha que sin proponérselo ha ido ganado terrenos perdidos (caso Poder legislativo).
Recordemos que Marx inscribe su obra (EL Capital) como una “Contribución a la Crítica de la Economía Política” que hacían en su época connotados Economistas. Digamos que Marx aportó muchas más teorías a los capitalistas que sus afectos de clase e ideología como los fisiócratas, Adam, Smith y David Ricardo.
El Capital fue elaborado con todo rigor científico a fin de que los capitalistas estuvieran al tanto de toda la dinámica, pasada, presente y futura de un sistema cuya tasa de ganancia baja inexorablemente, a pesar de los mecanismos impuros del sistema que han buscado alargarle su vida, induciendo ganancia especulativas, programando la obsolescencia de los valores de uso, cuadrando guerras, modificando sin cesar el grado de desarrollo de las fuerzas productivas (medios de producción o capital constante) de cara a mejorar esa tasa de ganancia a punta de plusvalía relativa, y lo hace en el proustiano lecho de las relaciones clasistas y de la propiedad privada burguesa sobre los medios de producción es decir, para mantener el mercado que diariamente se les achica relativamente.
Pareciera que los apologistas antimarxistas han resultado ser los peores enemigos de la burguesía a pesar de que esta hasta los ha Nobelado, y bien caro. En la medida que agentes de la “derecha” intelectual como un Paul Samuelson, un Walrás y otros connotados de la teoría Económica Burguesa se han dedicado a negar El Capital, la marcha del sistema capitalista sigue rigurosamente el paquete de normas, leyes y principios recogidos todos en dicha obra marxianoengelsiana. Estos economistas vulgares-con inclusión de Nobelados-sólo buscan y evitan que los propios capitalistas "alivien los dolores del parto" sin mayores enfrentamiento con sus trabajadores a fin d que la transición al Socialismo resulte favorable a explotados y explotadores. Así lo recoge Marx en el mismo prefacio ya citado.
Por ejemplo, salvedad del caso soviético, hasta donde nos hemos enterado, ningún país, por ahora, ha respetado e implementado la fórmula:
4.- C2 = V1+V2+Pl1 +Pl2, citada en reciente entrega como parte de un suplemento para mi obra PRAXIS de El Capital, ya citada. Esta falla propia del sistema capitalista y perjudicial para las economías presocialistas como la venezolana y las del ALBA, por vías pacifistas, resulta compleja y de largo plazo, suponiendo que sea correctamente entendida la importancia de producir, no sólo determinado volumen para el PTB, sino su composición en términos de valores de uso productivos y consuntivo.
Cierto que la demanda les va indicando a fabricantes e importadores qué tipo específico de bienes (valores de uso) deben ser producidos o importados, pero esa indicación pasa por el filtro capitalista de la rentabilidad de la inversión en esos bienes vistos como mercancías, y al albur de una demanda correspondiente a todas las empresas burguesas en las cuales cada una tiende a funcionar más a su conveniencia personal que a la de la Economía nacional.
Sólo una Planificación nacional podría dar cuenta del necesario equilibrio producción consumo que es evocado por dicha fórmula. De lo contrario, las periódicas crisis que sufre este sistema en cierto modo reoxigenan maquiavélicamente la economía, y a la decreciente la tasa media de ganacia se viene contraponiendo la renovación forzosa de los mercados.
[1] Más material para el Suplemento Primero de Praxis de El Capital (Manuel C. Martínez M.). Más detalles en marmacster@gmail.com