En blanco y negro

Paz

Mientras subsistan las inherencias criminales del fascismo y del capitalismo salvaje, el tránsito hacia la paz seguirá siendo ilusorio. Una cultura sobre la paz coloca en primer plano los derechos humanos, el rechazo a la violencia en todas sus formas y la adhesión a principios como libertad, justicia, solidaridad y fraternidad, y sobre todo tolerancia. Erradicar la violencia y sus causas exigen mucho más que la acción del gobierno. Se necesita la participación de todas y todos mediante la práctica incesante de una cultura de paz. Es preciso movilizar y forjar a nuestros jóvenes inculcándoseles el deseo ferviente de ir hacia la búsqueda de nuevas formas de convivencia basadas en la conciliación, la generosidad y el amor. Hoy debemos hablar de una nueva ética y una nueva moral.

Vale puntualizar que la cultura de paz lo definió la ONU como un conjunto de valores, actitudes, tradiciones, comportamientos y estilos de vida basados: 1. El respeto a la vida, el fin de la violencia y la promoción y la práctica de la no violencia por medio de la educación, el diálogo y la cooperación; 2. El respeto pleno de los principios de soberanía, integridad territorial e independencia política de los Estados y de no injerencia en los asuntos que son esencialmente jurisdicción interna de los Estados, de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas y el derecho internacional; 3. El respeto pleno y la promoción de todos los derechos humanos y las libertades fundamentales; 4. El compromiso con el arreglo pacífico de los conflictos en las generaciones presentes y futuras; 5. El respecto y la promoción del derecho al desarrollo; 6. El respeto y fomento de la igualdad de derechos y oportunidades de mujeres y hombres; 7. El respecto y el fomento del derecho de todas las personas a la libertad de expresión, opinión e información; 8. La adhesión a los principios de libertad, justicia, democracia, tolerancia, solidaridad, cooperación, pluralismo, diversidad cultural, diálogo y entendimiento a todos los niveles de la sociedad y entre las naciones.

Esta resolución es un reto; por ahora es una enorme utopía. Una cultura sobre la paz impone hacerle frente a la violencia económica en toda su dimensión, a la pobreza y a las injusticias sociales. Es necesario profundizar y contener las desigualdades en la distribución de las riquezas y la falta de oportunidades.

La pobreza es generadora de violencia y su eliminación es clave para lograr paz. Igualdad, desarrollo y paz están indisolublemente unidos. No puede haber paz verdadera sin desarrollo humano y justicia social; también no puede haber un desarrollo sostenible si no se profundiza el Estado de derecho y justicia social. La paz es el camino.



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Alberto Vargas

Abogado y periodista, egresado de la UCV, con posgrado en Derecho Tributario y Derecho Penal. Profesor universitario en la cátedra de Derechos Humanos

 albertovargas30@gmail.com

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