El capitalismo desde sus inicios fue contrario a toda forma de vida. Ha llevado a nuestra hermosa Tierra hacia su autodestrucción, allí está el calentamiento global entre otros fenómenos atmosféricos que amenazan a la humanidad.
Este sistema salvaje y criminal aceleró el proceso de descomposición del feudalismo dando inicio al surgimiento de las relaciones capitalistas, cuyo rasgo típico fue el robo descarado, la monstruosa explotación y el exterminio físico de los pueblos esclavizados de Asía, África y América. El oro y tantos otros objetos de valor refluían para convertirse luego en capital, por lo que el capitalismo llegó al mundo escurriendo la sangre de los pueblos.
Una historia de explotación y crímenes sobre la cual Bolívar alertó, justamente por el proceder de los barbaros españoles: "Discípulos de tan perniciosa maestros las lecciones que hemos recibidos y los ejemplos que hemos estudiado son los más destructores. Por el engaño se nos ha dominado más que por la fuerza, y por el vicio se nos ha degradado más bien que por la superstición. La esclavitud es hija de las tinieblas; un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción: la ambición, la intriga, abusan de la credulidad y de la inexperiencia, de hombres ajenos de todo conocimiento político, económico o civil: adoptan como realidades las que son puras ilusione; toman la licencia por la libertad, la traición por el patriotismo, la venganza por la justicia".
El Libertador, un hombre que luchó contra la tiranía con la espada y la pluma, a pocos días de su muerte le confesó en una nota enviada al general Juan José Flores: "Ud. sabe que yo he mandado veinte años, y de ellos no he sacado más que pocos resultados ciertos: 1º., la América es ingobernable para nosotros; 2º., el que sirve una revolución ara en el mar; 3º., la única cosa que se puede hacer en América es emigrar; 4º., este país caerá infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada para después pasar a tiranuelos casi imperceptibles de todos colores y razas…". Más claro no canta la historia.
Por tanto, nosotros debemos combatir a la oligarquía y al imperialismo, sin tolerancia ni impunidad. Los opresores ni los verdugos podrán ahogar el clamor del pueblo en su lucha por la libertad y su dignidad; razón de más para que el tribunal de la conciencia humana, deshonrada por los innumerables sufrimientos de las mujeres y hombres de la Patria no se hagan oídos sordos y se organicen cada vez mejor para el combate final.