Como una consecuencia directa de la irresolución de la crisis estructural y coyuntural que atraviesa a toda la sociedad venezolana, empieza a evidenciarse el agrietamiento simultáneo en los dos polos que han monopolizado hasta ahora el liderazgo del país. Más evidente es la división que empieza a hacerse público en la oposición por aquello del engolamiento derivado del triunfo electoral del 6D2015. Si por alguna peripecia política se convocará a elecciones presidenciales el próximo domingo, tremendo rollo tendría la oposición para consensuar la candidatura y muy probablemente se tendrían al menos tres candidaturas, si no cuatro. Del lado del chavismo son evidentes también los deslindes que se vienen produciendo, incluso de antiguos protagonistas del mundo militar. La alianza militar-cívica, muy distinta a una alianza cívico-militar pregonada más para la retórica que para la práctica, ha comenzado a ventilar públicamente diferenciaciones. Hoy es reconocido que hay un madurismo, un chavismo militar, un chavismo crítico y pare de contar. Apartando el inconmensurable manantial de chismes de las redes sociales que alimenta a los analistas morbosos, es desafiante para los cuerdos e inteligentes que sin duda aún existen en el país, afortunadamente, estudiar el derrumbe que se aprecia en la polarización del país. Las dos nomenclaturas despliegan sus estrategias y tácticas en la coyuntura actual apoyándose en la inmensa mayoría del país que clama por el diálogo y la búsqueda de consenso para salir de la crisis. Por eso ambas nomenclaturas ya reconocen explícitamente que se han iniciado conversaciones. Simultáneamente con el reconocimiento público de las conversaciones del Gobierno y la MUD han saltado las diversas posiciones que en el seno de cada uno de esos polos existen no sólo en relación al tema específico del diálogo, sino en relación a los temas económicos, sociales y políticos que inexorablemente se deberán abordar en cualquier espacio de conversación. Desde la MUD se reclama que no hay "reuniones" de todos los partidos desde enero. Igual acusación surge en el lado del chavismo. Ayuda a resquebrajar la polarización la demanda de otros actores no representados ni en el gobierno ni en la MUD de participar en las negociaciones. La fragmentación política que se viene produciendo a medida que los líderes del gobierno y la oposición fracasan en consensuar soluciones a las crisis que padece el ciudadano es positiva pues implica una pérdida de privilegios y monopolios por parte de la elite que detenta el poder y amplía el espectro de actores decisionales, ampliándose de esa manera la democracia protagónica y asestándole un duro golpe a la llamada democracia representativa a la cual hasta hora se aferran tanto el Gobierno, este alegando su legitimidad a originada en una elección, como la oposición, invocando su investidura parlamentaria. El derrumbe de la polarización si bien significa que aquí en Venezuela, quizás desde la salida del pueblo el 27 de febrero de 1989, los cheques en blanco a los políticos se agotan rápidamente si no se le ve el queso a la tostada, ello no quiere decir que la fragmentación política generada por el fracaso del dúo Gobierno-Oposición no esté exenta de dificultades que habremos de pagar los ciudadanos de a pie. La fragmentación política a la cual estamos asistiendo implica en términos pragmáticos que la vía del consenso sea más larga y por ende se requiere de más tiempo para alcanzar consensos y eso conspira con la legítima angustia de la población por ver pronto solucionados, o al menos atendidos medianamente, sus carencias actuales. Es por eso que cada polo trata de ponerle piedras al diálogo pues tienen la esperanza de que de esa manera pueden debilitar definitivamente al adversario, quedándose con el coroto no para resolver la crisis del país, sino para no tener socio en el apoderamiento de las riquezas del país: hoy la menguada pero aún sustanciosa renta petrolera y mañana la renta minera del Orinoco. Cuando los representantes de la oposición exigen condiciones para sentarse a la mesa con el Gobierno están apostando a que la crisis se agravé y se produzca un estallido social mucho más grotesco que el de febrero de 1989 con la expectativa que el derrumbe del Gobierno sea de tal magnitud que su reemplazo sea con el exterminio social y político de todo lo que huela o haya olido a Chávez. Por su parte, el Gobierno al rechazar las condiciones para el diálogo que propone la MUD tiene la esperanza de que pueda recomponer su accionar, seriamente maltrecho por su bárbara incapacidad tecno gerencial y la inocultable corrupción, y superar lo que consideran una crisis coyuntural. Ambos polos están demostrando que sólo les importa los intereses circunstanciales y que lo importante para ellos es sobrevivir, no percatándose que no en vano el pueblo se ha politizado en los últimos años y no se chupa el dedo. El pueblo aprovecha las debilidades de cada polo. Las bolsas de comida más que una fortaleza del Gobierno es un signo de su incapacidad para derrotar la guerra económica, pero el pueblo agarra su bolsita. Por su parte el pueblo espera el cesta ticket que populistamente la oposición aprobó en la Asamblea Nacional para la tercera edad y así en cada frente de la polarización, el pueblo agarra de lado y lado pues ha aprendió a usar a los dos pero está, creo yo, cada vez más consciente que ambos liderazgos se están agotando. Polarización en extinción con fragmentación en formación son fenómenos que se están dando y afortunadamente se están dando dentro de una Constitución que gracias a Chávez y su liderazgo contempla mejores soluciones para la crisis terminal del rentismo petrolero. Imaginémonos por un instante que tuvieramos que lidiar esta coyuntura con la Constitución de 1961. Ahora no hay nadie en el banco que venga a salvarle el juego ni al Gobierno ni a la Oposición, así que tendrá que parir el pueblo, democráticamente y en Constitución, el relevo a las elites que hasta ahora no han podido con la crisis.