Reflexiones ingenuas: al que le caiga la chupa

"…a cada conspiración sucedía un perdón, y a cada perdón sucedia otra conspiración que se volvía a perdonar; porque los gobiernos liberales deben distinguirse por la clemencia. ¡Clemencia criminal, que contribuyó más que nada a derribar la máquina que todavía habíamos enteramente concluido"

Simón Bolívar

La actuación humana, el comportamiento del hombre, tanto genéricamente como personalmente hablando, se distingue del resto de las creaturas de la naturaleza porque está signadas, determinada por la razón. La razón trasciende el componente biológico y, a través de la educación (formal o informal) construye las formas organizativas y con ellas la armazón ontológica, gnoseológica, epistémica y ética que rige la vida de las personas, grupos, comunidades, naciones, continentes, construyendo así los referentes de vida de la especie humana y las nuevas sociedades o formación económica y social, en el concepto de Gramsci

Estos referentes, nacidos de la nueva forma organizativa constituyen la cosmovisión o conciencia colectiva compuesta por las direcciones, las orientaciones que rigen las escalas valorativas (científicas, estéticas, educativas, éticas, que orientan la actuación personal o grupal de las sociedades que históricamente han existido en la humanidad, y que entran en contradicción cuando una de ella deja de satisfacer las expectativas de la población y las enfrenta a los referentes emergentes o cosmovisión naciente surgiendo los bloques históricos o formas de sociedades dominantes emergidas de las contradicciones.

En este sentido surgen los modelos o elementos orientadores de los diferentes aspectos del acontecer social de los habitantes de cada sociedad, lo que constituye los constructos ideales, pero con concreción material, porque surgen de la praxis creadora del hombre en la elaboración de su nuevo modo o modelo de sociedad. El modelo de hombre que corresponde a la nueva forma organizativa de producción, el concepto de libertad que se sintetiza en las leyes y la praxis social, el modelo del ser ético, del hombre moral y así sucesivamente. Estos modelos orientan el comportamiento de los hombres y mujeres a través de la educación, el ejemplo, la crianza.

Cuando el comportamiento entra en contradicción con el modelo, se genera un acto inmoral reñido con la ética o los valores vigentes en la sociedad o formación económica y social y que necesita de correcciones a fin de evitar la degradación del modo de producción. Y esta corrección se realiza a través de sanciones convencionales o no convencionales (multas, inhabilitaciones, prisión, etc.) elaboradas de acuerdo a las normas, preceptos, leyes, de cada país.

La ética constituye un elemento global, de carácter social, construido con los valores; y el contenido de los valores que rigen el comportamiento de los hombres tiene carácter universal. En tanto la moral constituye el comportamiento del hombre en apego o no a los valores, principios, códigos éticos. La moral es de carácter individual, es decir, el comportamiento humano es moral si está en consonancia con los principios éticos que expone, o es inmoral si no hay una adecuación con el contenido ético que profesa. O es inmoral si su comportamiento es reñido con las normas éticas de la sociedad en que vive.

El revolucionario debe ser un ciudadano consustanciado con los valores socialistas, cónsono con la idea de justicia, equidad, igualdad, honestidad, trasparencia, solidaridad, respeto a los demás, humildad; y si su condición es la de educador, formar a los jóvenes con la teoría, pero con la práctica personal, como militante, funcionario público, defensor del proceso revolucionario.

En las sociedades revolucionarias el estado está encargado de cumplir y hacer cumplir las leyes, garantizar el respeto al ser humano, a sus derechos, garantizar la justicia, la igualdad, la inclusión, pero a la vez, preservar la existencia de la revolución a través de mecanismos de disuasión, persuasión o represión.

Y así como el capitalismo enjuicia y condena a quienes quebrantan el orden burgués, la revolución enjuicia y condena a quienes atentan contra el orden revolucionario a quienes incurren en corrupción, robo, asesinatos, traición a la revolución.

Y la condena tiene que ser severa, sin titubeos, mucho más si hay reincidencia en los actos, ya que lo que se juega es la existencia de la revolución y con ella el destino de la humanidad.

La historia de las revoluciones está llena de personas ejecutados por ser traidores a los procesos, por corruptos, traficantes, delatores, espías y conductas inmorales y antiéticas.

Por ejemplo, para el gobierno chino la corrupción es una cuestión de Estado. Comprende la magnitud del daño que ocasiona el corrupto. El pueblo chino está atento. Sigue, y seguirá fusilando corruptos.

La Revolución Bolchevique, la familia del Zar Nicolás fue fusilada así como miembros de su gobierno, decisión que permite consolidar la visión revolucionaria anticorrupción de Lenin y los revolucionarios

En Cuba, el 13 de julio de 1989 fue fusilado el General Arnaldo Ochoa, por los delitos de comercio ilegal de marfil, diamantes, narcotráfico y corrupción, y aunque fue condecorado y nombrado Héroe nacional y a pesar que mucha gente deseaba una mayor generosidad con el hombre que ganó la guerra de Etiopía contra Somalia y que arriesgó su vida en tantas ocasiones por Cuba, el Comandante Fidel Castro, aprobó su ejecución.

El hecho que un gobierno revolucionario no aplique medidas ni castigo a los traidores, corruptos constituye una grave debilidad, pero no por ello debe eximirse de culpas a dichos delincuentes, máxime si su condición de conductores de masas, de líderes sociales y políticos, así como educadores, contamina a los ciudadanos, corrompe y prostituye a los jóvenes, niños y niñas y comunidades en general.

Creo que colocarse al lado de la escoria, de asumir su defensa o solicitar indulgencia o su perdón es convertirse en cómplice y peor aún, replicar la conducta perversa de quienes, consciente, alevosa y reiteradamente, incurrieron en dichas aberraciones.

Patria o Muerte, venceremos



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Carlos M. Rodríguez C.

Estudió en la UCV. Docente jubilado

 carrodcas@gmail.com

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