Aunque el poder económico continúa por encima del poder político y tanto es así que el capitalismo controla a los políticos, ya ha comenzado a entenderse meridianamente que la economía debe estar al servicio del género humano y no al revés, por eso hoy se insiste en la economía política (social) y no mercantilista. El espectáculo que ofrece el mundo por el control de las economías de mercado es deplorable. Más de dos tercios de la humanidad viven en el hambre y mueren en la miseria. En esos escenarios se libra la batalla contra el capitalismo salvaje.
Rosa Luxemburgo, trazó: "La ruta del socialismo y de las luchas revolucionarias está empedrada de derrotas". A lo largo de la historia, está empedrada de derrotas la lucha revolucionaria, violenta o pacifica por imponer la justicia social, luego, también sabemos que es una ruta ya trazada que avanza hacia un mundo vivible en una realidad envuelta en la mayor suma de felicidad.
En los más hondos estratos de la conciencia de las mujeres y de los hombres está cobrando inusitada fuerza, está germinando la aurora de un proceso profundamente consciente, un parto hermoso del pensamiento revolucionario que vendrá a asegurarnos la oportunidad de luchar en mejores condiciones que nunca, con las únicas armas del intelecto, por una vida en que todas y todos tengamos una existencia en la que se sienta verdaderamente vivir a plenitud, en libertad, y en toda la dimensión humana. Los pueblos que son los primogénitos portadores del poder político están apreciando, están sintiendo el devenir de la victoria final, y ya no se hacen oídos sordos y cada vez se organizan mejor. Han entendido que la fuerza unitaria que es el pueblo representa la fórmula única capaz de garantizar la defensa de la dignidad humana.
Por tanto, estamos obligados a llegar a un estado intelectual de tal superación que, cuando uno solo de los derechos humanos sea conculcado en nosotros mismo o en los demás sintamos la necesidad imperiosa de solidarizarnos como si se tratase del peligro más decisivo en la preservación del género humano. La batalla librada por los oprimidos desde el alba de la historia ya no es una utopía. Debemos continuar en esta lucha, sin descanso y por todos los medios hasta la victoria final. Estamos dispuestos a resistir lo que venga. Estamos dispuestos a enfrentar lo que venga, sin que perdamos el sueño. Pero que la oligarquía y el imperialismo se preparen también a esperar, en ese caso lo que venga. Y es bueno que la oligarquía, que los imperialistas se vayan resignando a la idea de que eso tan terrible, de que eso que tanto temen, de que eso que les produce insomnio que se llama revolución de los pueblos explotados, eso, vendrá también inexorablemente por ley de la historia.
Pues, la burguesía lleva en sí misma su contrario: el proletariado, las humildes trabajadoras y los humildes trabajadores, quienes en definitiva darán al traste con el depredador sistema capitalista que ha conducido a la humanidad hacia su propia autodestrucción.