Me auto congratulo por haber sido uno de los tantos que pronosticamos que el 1S no se daría ni el escenario violento ni el escenario de la represión, por lo que salió el país airoso de esa prueba. Ganadores fueron los opositores que tanto desde las bases como de la dirigencia lograron controlar a los violentos y ganador también fue el gobierno que logró, a través de las fuerzas del orden, evitar que la violencia escalara y actuó preventivamente. De esta manera se trasmitió al exterior lo que ambos necesitan como es el de que se pueden dirimir las diferencias en paz, por lo que se hace innecesario una intervención ni siquiera de organismos como OEA ni UNASUR, mucho menos la ansiada por los perros de la guerra, criollos y extranjeros, de una intervención militar en el suelo patrio.
El 1S se detuvo (¿momentaneamete?) la escalada de violencia que pronosticaban los líderes chimbos de ambos bandos, compitiendo entre ellos por la medalla de agresividad verbal y soez. La movilización de la oposición refleja que el Presidente Maduro sigue perdiendo liderazgo, a pesar de la inocultable repuesta organizativa del chavismo. Ahora estamos en la explotación del éxito por parte de cada polo. A la oposición le sale darle continuidad a la estrategia de control de la violencia para que lo del 1S no sea un hecho aislado y de allí que deben superar la resaca natural, sobre todo de los violentos que no aceptan que el 1S no hubo sangre y tratan de buscarla en oportunidades posteriores.
Y del lado del Gobierno, las fuerzas del orden, y en especial la FANB, deben mantener la misma efectividad demostrada para garantizar la paz. La resaca del 1S en el gobierno parece que está afectando más al Presidente, a tenor de su verbalización del mismo día y de los posteriores protagonismos que evidencia una pérdida de sindéresis, comprensible pero no justificable, si se toma en cuenta de que humano al fin debe haber tomado nota de la contundente demostración de las manifestaciones pacíficas que piden su salida. Salir de sus respectivas resacas es el desafío inmediato de los liderazgos sensatos de ambos polos y en ese desafío debería acompañar el resto del liderazgo del país. Si las resacas no se superan se puede tentar al diablo y estimular los dos resentimientos que andan por ahí en cada lado de la polarización.
De un lado está presente el resentimiento de los excluidos de la riqueza petrolera que sienten, legítimamente y con sobradas razones de la más elemental justicia social, que con Chávez es que tuvieron voz y no permitirán que unos "blanquitos" les vayan arrebatar lo que conquistaron con el Comandante (ojo, no con Maduro que más bien se ha alejado de la ideología chavista) y, del otro lado, está el resentimiento de los que fueron, y siguen, parcialmente excluidos de los privilegios y del acceso a la renta petrolera (clase media, empresarios y políticos de la IV República, entre otros).
Ambos resentimientos constituyen las fuentes de motivación que emplean ambos bandos para movilizar a sus bases. Los dos resentimientos se reflejaban en las pantallas de televisión el pasado 1S a través del color de la piel de los manifestantes. En uno abundaban en todos los planos los morenitos y en el otro bando, si bien han logrado incorporar sus "morenitos", los "blancos" dominaban la pantalla, en especial las tribunas y sus alrededores. Allí está el germen de la violencia que es necesario que el liderazgo responsable, en particular el militar, debe prevenir para que no se desborde y así seguir teniendo Patria, que es lo más importante para tener sociedad.
Si superamos, como parece ser, la resaca de los que se consideran frustrados por no haberse cumplido sus expectativas de violencia, corresponde ahora esperar el despliegue de las estrategias de los polos que monopolizan, por ahora, la agenda política, a pesar de que lenta pero sostenidamente cada vez somos más numerosos los compatriotas que estimamos que el liderazgo actual de esos polos no está a la altura de las circunstancias que vive el país, ni de las circunstancias coyunturales ni mucho menos de las estructurales. En la coyuntura ambos polos han fracasado en dar repuesta al colapso del modelo rentístico, materializado este en la caída de los precios petroleros que ha reducido la capacidad clientelar del gobierno y de la oposición que también medra, y bastante, de la renta petrolera.
No hay oportunidad comunicacional de voceros del gobierno en las cuales no dejan de achacar la crisis a la caída de los precios del petróleo y a la guerra económica. Ambos hechos son factuales ciertamente pero ya ha pasado un periodo considerable de tiempo (al menos tres años) en la cual no se ha logrado dar repuesta a esos dos hechos. La caída de los precios petroleros no ha modificado, por ejemplo, el patrón de formulación y ejecución presupuestaria, sobre todo en lo concerniente a la asignación y distribución del situado constitucional. Tampoco se ha visto una reducción de privilegios irritantes de parte de funcionarios del Estado, incluyendo en estos a los de la oposición. Basta ver las caravanas de escoltas y los vehículos empleados por funcionarios del Estado para sentir esa hipocresía en la denominada crisis. La oposición no se queda atrás en el ejercicio hipócrita ante la coyuntura de la caida de los pecios del petróleo y por ello niega la existencia de una emergencia económica pero enarbola la llamada crisis humanitaria orientada no al ejercicio de la caridad sino a deslegitimar al gobierno, y a la República, para inducir una intervención extranjera.
Pero donde se revela la mediocridad de ambos liderazgos es en la ausencia total de unas mínimas ideas y propuestas para superar, estructuralmente, el colapso rentístico al que asistimos. Lo que vemos, incluso en analistas no ligados ni al gobierno ni a la oposición, es que hay que unificar la tasa de cambio, incentivar con rebaja de impuestas y exoneraciones fiscales a unos empresarios para que exporten, algo que por más de cien años de rentismo petrolero no han logrado, a pesar de haber sido gobierno o aliados de gobiernos, incluyendo el terminal gobierno de Maduro. Este contraviniendo el pensamiento del Comandante puso al frente de los precios a un mismísimo representante empresarial que vino, subió los precios y se fue con gloria para los rentistas dejando a los pobres, la mayoría chavista, sin acceso a bienes esenciales. La única medida que intenta jugar el gobierno, con la anuencia de la oposición, y al parecer del mando militar, es la entrega del Arco Minero a trasnacionales para reemplazar el rentismo petrolero por otro rentismo, el del oro y el coltán.
La congruencia de intereses económicos entre el gobierno y la oposición es la base material de la negociación en proceso, en el cual se incluyen en la agenda los histrionismos belicosos de los representantes de ambos polos que verbalmente se insultan pero a la hora de las chiquiticas entran por el aro (¿el militar?)El peligro de esta verborrea de los guerreros del odio es que puede salirse de control y ser empleada por los violentos, sobre todo de los que están excluidos en la agenda neo rentística que se intenta adelantar para superar la crisis de los precios del petróleo.
No nos perderemos el próximo capítulo de la tragicomedia del Siglo XXI venezolano con la decisión final del referendo revocatorio y la convocatoria de las elecciones de gobernadores. Roguemos porque los "constitucionalistas" de lado y lado logren imponer la salida constitucional al problema político que tenemos que es menor al problema mayor que tenemos que es socio económico, incluyendo lo cultural, cual es la de reemplazar el modelo rentístico, sea petrolero o minero, por un modelo productivo que nos convierta en ciudadanos corresponsables de la generación y distribución equitativa y sostenible ambientalmente de los bienes y servicios que necesitamos. Muy simple el objetivo, pero complejísimas las tareas para lograrlo por lo que es una perogrullada afirmar que en la MUD y en el Gobierno actual está el liderazgo capaz de lograr el objetivo de ser soberanos agroalimentariamente, base de cualquier soberanía política. Para reemplazar este liderazgo obsoleto necesario es ampliar la presencia de los ni gobierno ni MUD, (nini) en cuanto espacio permite el sistema participar democráticamente.