La religión se basa principalmente en el miedo (Russell, 1979) y, después de leer las declaraciones del enviado papal a Venezuela, Monseñor Claudio Maria Celli, quien es, además, titular del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, no podemos sino concluir que, ciertamente, nos está metiendo miedo y el diálogo pende de un hilo y no precisamente constitucional.
Casi como una maldición bíblica, el cura ha dicho que si el diálogo no da resultados "(…) el camino podría verdaderamente ser el de la sangre", y esto recuerda esos pasajes del Evangelio en los cuales Cristo, pese a ser tan pacifista, maldice y manda al infierno a todo aquel que no escuche sus sermones, deseando crueles torturas a los impíos, es decir, no se nos perdonará "ni en esta vida ni en la otra". De maldiciones bíblicas estamos llenos ¿O es que acaso no se condenó a la mujer a parir sus hijos con dolor? ¿Qué líder espiritual y amoroso puede desear tanto mal a la humanidad?
No sabemos si fue que el prelado pasó mucho trabajo al llegar aquí, quizás no comió a sus horas, o no le gustó el menú, o hacía mucho calor, pero al regresar a Italia vomitó el mismo discurso de la oposición.
Para Celli (¿será familia de aquellos adecos furibundos, los Celli de Carabobo?) no existen los esfuerzos que hace el gobierno del presidente Nicolás Maduro para que le llegue alimento al pueblo (CLAP), ni las mejoras salariales que buscan ahogar un poco la feroz inflación, ni el pago de la deuda externa que evitó que nos declarasen en default. Ni siquiera parece haber escuchado el representante de El Vaticano, el nuevo programa de radio de Maduro, La Hora de la Salsa, donde el Jefe del Estado invierte horas hablando sobre ese fiestero género musical. No vio que decretaron el comienzo de la Navidad, ni a Maduro y a Cilia echando un pie en Miraflores, ni tampoco supo que ya arrancó la Feria Internacional del Libro. O sea él solo vio que la cosa está "fea" y sugirió que los chavistas pueden aniquilar a las indefensas criaturas de la oposición. Es el mismo discurso del Cardenal Urosa Savino. "No marchen a Miraflores porque los van a matar".
Muy mal síntoma que el enviado celestial repita la matriz de opinión que rabiosamente el gobierno bolivariano trata de neutralizar a través de todos los medios disponibles, especialmente del tuiter y del periscope.
En lo que sí concedemos razón a monseñor es en el problema del discurso político, ese toma y dame, esa "calistenia verbal" que no abandonan los actores enfrentados. Ambos se descalifican, a veces de manera muy procaz, y de inmediato los seguidores de cada bando asumen la misma actitud de sus líderes. Tuiter es una fuente inagotable de insultos.
Ha pedido Celli un "lenguaje desarmado", pero, ¡qué cosas! él mismo acaba de vulnerar su propia recomendación.
El representante de Pancho no escuchó (o nadie le contó) que Henry Ramos Allup marcó la pauta en enero de 2016 cuando dio un plazo nada bíblico de seis meses para salir de un Presidente electo por el voto popular. Tampoco habló de los plazos traicioneros de Henrique Capriles quien ya le puso día y hora al final del diálogo sin ni siquiera pasar por el epílogo. Ignora Celli que la Asamblea Nacional se conduce como si perteneciera a uno de los países imaginarios de las películas de Buñuel, donde no existe más nadie sino los representantes de la MUD con su gobiernito y su presidentico.
Francamente ese diálogo, dirigido por una institución de agrietada credibilidad como la iglesia católica la cual, sólo para citar una de sus debilidades, enfrenta millones de denuncias contra curas pedófilos, ahora arroja más dudas que certezas. Nos preguntamos si no será que el Papa Francisco pretende con Venezuela seguir ganando adeptos a su causa mediática. Es el propio Vaticano, el que por la vía de su enviado celestial puede dar al traste con un proceso tan delicado como es la convergencia de los dos actores principales en la búsqueda de soluciones para esta coyuntura. Ya es molesto ver a tanta gente extraña hablando de nuestros problemas.
Monseñor Celli ha lanzado una maldición bíblica sobre esas mesas de diálogo por erigirse en vocero, precisamente, de quienes representan la violencia en Venezuela por la vía de paros comerciales y petroleros, golpes de estado, guarimbas que terminaron en la muerte de 43 compatriotas.
Invocar el derramamiento de sangre en un país pacífico y exclamar "¡Que Dios nos ayude!", suena más a "le estás haciendo choricitos al diablo" (abuelas dixit).