Cuando los oposicionistas dicen que sus familiares desestabilizadores están desaparecidos luego de haber sido sorprendidos con las manos en la masa, concluyo que les encanta optar al premio El Ridículo del Año y que, además, luchan denodadamente por subir al podio de forma repetida.
Ni puta idea tienen estos farsantes, de lo que significa ser familiar de un desaparecido. Justamente, por no tener mínima noción del sufrimiento que encierra una desgracia de esa naturaleza, es que se postulan al papelazo cada vez que le entra la pepera de hablar y escribir babosadas rellenadas de estupideces.
Los creyentes en la cúpula de la derecha (que para ofensa de Dios, debe ser la mayoría) deben agradecer al propio Dios que la Revolución abolió la figura de los desaparecidos, creada en la Venezuela de la Cuarta República y mucho antes de que fuese aplicada por las dictaduras que enlutaron a nuestros pueblos del sur del continente.
Para los necios y necias de la contrarrevolución, chillar sobre esa materia es como largarse un trago de chocolate caliente en El Junquito o la Colonia Tovar. Lo hacen con la simpleza de quien joden por la afición de joder y nada más.
Odian al Comandante Hugo Chávez, pero hasta el último día de sus vidas deberán agradecerle haber encabezado la avanzada para detener esa siniestra norma atentatoria de los derechos humanos.
Si de angustias, sufrimientos y agonías quieren saber, que hablen con los familiares de los hermanos Pasquier, con doña Rosa Rojas de Soto (madre de Víctor Soto Rojas, a quien lanzaron desde un helicóptero), de Alberto Lovera y tantos otros que en su momento fueron borrados de la faz de la tierra por los esbirros de los gobiernos adecos y copeyanos.
La ridiculez más reciente, fue haber dicho que desconocían el paradero del delincuente Leopoldo López, quien estaba en el Hospital Militar limpiándose las caries y recibiendo atención de primera categoría. ¡Más gafos y se mueren!
¡Chávez vive…la lucha sigue!