El ajedrez de Nicolás Maduro supera a Garry Kasparov

Recordemos la genial hazaña del ruso jugador de ajedrez, que engalana nuestra entrega de hoy al lado de nuestro no menos genial Estadista venezolano.

Kaspárov echó por la borda toda su carga de prejuicios deportivos, todo el acopio de estrategias, métodos y asombrosas jugadas que coexisten y conviven en las memorias de todos los ajedrecistas, tal como lo hacemos los mortales y de baja genialidad con toda la información que nos campaña apelotonada o sistemáticamente desde el vientre materno.

Cambiar una "dama", adrede, como si se tratara de una yerro, de un simple lapsus, por un "zarrapastroso, feúcho y pobre peón" del sistema, feudaloide y capitalista, es verdaderamente una de las innovaciones memorísticas que sólo un triunfador y vencedor de los más connotados programadores, ingenieros, técnicos, científicos varios y empíricos del mundo, pudiera concebirse como un chispazo divino.

Con todo y ello, la hazaña, la gestión, la simple medida, decidida y de elevado rango estadista protagonizada en medio de variopintas tormentas consecutivas como las que atraviesan cualesquiera conatos de revolución contra la opulencia y omnipotencia imperial capitalista, mundial, regional y local, "tamañita" hazaña, decimos, es poco menos que superior a la del alabado ajedrecista. Es, por así adelantarnos, una de las lapidarias decisiones tomadas por un gobernante en pleno escenario de una feroz guerra de los "David" contra los "Goliat".

Podemos resumir apretadamente la medida en cuestión: El enemigo optó por extraer la sangre financiera del país, sus billetes oficiales, casi todo el dinero circulante que da vida, oxigena y alimenta a toda sociedad burguesa. Contó con la innegable-obvia-colaboración tecnoeconómica de los antichavistas natos y los tarifados, con las sucursales, agencias y casas principales de la banca privada, sus intermediarios transportistas, y hasta de los más obtusos y ávidos de riqueza fácil, los bachaqueros formales e informales.

Casi noqueado, el pugilista que nos ocupa, lanza un punch al hígado: desmonetizar el billete de 100 y a pocos sólo los salva la campana, pero luego el futuro vencedor cambia de boxeo a la pesca. Lanza entonces una carnada: los peces se agolpan en bancadas y muerden el apetitoso anzuelo. Regresan ágil y velozmente buena parte de tales billetes. Entonces, armado el pescador con suficiente circulante-carnadas-toma aire, se oxigena, cobra vida y lanza una segunda carnada, caen más peces en la red. hasta, el pescador ha lanzado el antenocaut con la remonetización del mismo billete. Esa segunda carnada reanima a los peces que han sobrevivido, y estos se apresuran muerden fuerte y se enganchan de nuevo en la segunda carnada como buenos zamuros que son. Es entonces cuando se abre la posibilidad por la que venimos trabajando desde hace lustros: la Revalorización del bolívar.



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Manuel C. Martínez


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