I.
En el marco de la celebración del natalicio de Antonio José de Sucre, uno de los mas grandes guerreros y diplomáticos que ha parido Nuestra América, cuya espada acabó con el imperio español en América, venciendo en Ayacucho (Perú) a su último Virrey, presentamos las tres últimas cartas que dirigió a Simón Bolívar, El Libertador, una vez que el Páez traidor, sin considerar ni su nacionalidad ni servicios prestados a la Patria, mucho menos su condición de Presidente del Congreso Admirable, lo expulsa de Venezuela.
Todas son de gran sentido crítico y precisión, dibujando al héroe militar en tiempos de luchas políticas. La carta del 6 de abril de 1830 es predictiva por excelencia, la del 8 de mayo es de lealtad al Libertador y la del 25 de mayo es de desilusión.
II.
Desde Cúcuta, escribió el 6 de abril: “Mi General. Aprovecho de la ida del general O´Leary para decir a Ud. que he recibido anteayer tarde con mucho gusto su carta de 23 de marzo. Excusaré dar noticias, puesto que el general O´Leary comunicará cuanto sabemos, en las que hay algunas importantes.
He sabido con mas extensión y con no poco disgusto la novedad que iba a ocurrir en Bogotá. Es ciertamente triste la idea de que las revoluciones y trastornos se suceden sin término. Aunque Ud. me dice que su resultado ha producido una completa victoria en favor de los principios y de la buena causa, creo que habrá nuevas escenas y que el incendio revolucionario lo abrasará todo. Veo delante de nosotros todos los peligros y todos los males de las pasiones exaltadas, y que la ambición y las venganzas van a desplegarse con todas sus fuerzas.
Parece que en el sur hay tranquilidad aunque hay temores muchos. Gozará de poco reposo, pues tenemos allí vecinos que atizarán la discordia y aprovecharán de todos los momentos y circunstancias para molestarnos.
Yo pensaba si podía volver por Maracaibo, Cartagena y el Istmo, no tengo ganas de ir a Bogotá donde los partidos todos se empeñan en precipitarnos a compromisos rencorosos. Quiero también excusarme de todo lance en que pretenda reducírseme a aceptar puestos que mi corazón repugna, porque él solo apetece la vida privada. Demasiados hay que disputan los destinos públicos, los mandos y la dirección de los negocios. Yo trato de pertenecer exclusivamente a mi familia. Si se dice que esto es egoísmo yo diré mis razones; y por nada quiero que se me confunda entre los pretendientes al gobierno, o mejor dicho entre los que pretenden hacer de la República su despojo.
Adiós, mi General, he sabido con pena que Ud. ha vuelto a recaer. Cuide Ud. su salud, y acepte el afecto muy sincero de su apasionado y buen amigo.
III.
El 8 de mayo desde Bogotá le dice a Bolívar: “Mi General. Cuando he ido casa de Ud. para acompañarlo, ya se había marchado. Acaso es esto un bien, pues me ha evitado el dolor de la mas penosa despedida. Ahora mismo, comprimido mi corazón, no sé qué decir a Ud. Mas no son palabras las que pueden fácilmente explicar los sentimientos de mi alma respecto a Ud.; Ud. los conoce, pues me conoce mucho tiempo y sabe que no es su poder, sino su amistad la que me ha inspirado el mas tierno afecto a su persona. Lo conservaré, cualquiera que sea la suerte que nos quepa, y me lisonjeo que Ud. me conservará siempre el aprecio que me ha dispensado. Sabré en todas circunstancias merecerlo.
Adiós, mi General, reciba Ud. por gaje de mi amistad lágrimas que en este momento me hace verter la ausencia de Ud. Sea Ud. feliz en todas partes y en todas partes cuente con los servicios y con la gratitud. De su mas fiel y apasionado amigo”.
IV.
La carta fechada en Bogotá el 25 de mayo expresa: “Mi querido Bolívar. De pronto partir para Quito donde está el reposo tan deseado y al alejarme de todas las luchas política, quiero antes avisarle mi adiós y mi eterno cariño. Dios bien sabe cuanto hemos luchado por la libertad de todas estas tierras y cuán mal nos han pagado. Sé que al alejarme no me guía ningún síntoma de cobardía y de traición, solo el gran amor y cariño a mi esposa e hija, las cuales hace mucho tiempo que no abrazo, me obligan a ello y también para dejar el puesto a todos nuestros enemigos, que con sus apetitos y sus falacias llevan la República al caos y a la ruina.
Allá, en el remanso de (roto) da pu (roto) la en la belleza de mi (ilegible). Siempre tendrá Ud. noble y viejo amigo un puesto de honor, y (roto) no de quien lo quiere de veras”