Francamente, ya no hay nada por muy respetable y digno que sea, nada que por sus altísimos méritos goce de la admiración y hasta de la veneración de una buena parte de la opinión publica nacional e internacional, que Javier Antonio Vivas Santana no trate de enlodar y envilecer con sus mal escritas y desacreditadas infamias y mentiras. Es lo que dijimos en el artículo titulado "Querer ser famoso a juro, como sea". Que para alcanzar notoriedad y no poder hacerlo por vías legítimas, pues sus reducidas y deformadas neuronas no le dan para más, o porque las alas de su imaginación nacieron atrofiadas, entonces recurre al deleznable procedimiento de querer destruir lo consagrado. Es también como si alguien, no pudiendo elevarse hasta allá, hasta el Olimpo, pues carece del necesario talento para hacerlo, trata entonces de rebajar lo noble, lo útil y lo valioso hasta su miserable y vergonzoso nivel.
La más cabal expresión de lo dicho es un nauseabundo artículo de este señor en el cual llega a la insólita desfachatez, al mayor irrespeto por la verdad, como es su costumbre, de comparar desventajosamente , incluso, al camarada Stalin nada menos que con Hitler. En esa nota, como puede comprobarse, menudean los calificativos de tirano, dictador, déspota, lo cual, por supuesto, no es nada nuevo ni raro, y menos si se trata de áulicos del imperialismo. En ese artículo, si es que merece que se le llame así, su desaprensivo autor comienza con algo que constituye como una especie de emocionada apología al disparate, a la metida de pata. Lo empieza diciendo: "el estalinismo fue un problema filosófico aun mayor que el nazismo". Ese artículo fue el titulado: "¡Sin engaños! los nombres y apellidos de los traidores de la revolución bolivariana".
Y después de este estridente rebuzno, uno no puede menos que preguntarse: ¿desde cuando el pensamiento filosófico o la filosofía, si se quiere, han sido problemas? Si eso fuera así, entonces a uno no le quedaría otra que compadecerse de la antigua Grecia, que confrontó la desgracia, según Javier Vivas, de vivir abrumada por tantos filósofos y filosofías. ¿Cómo pudo, esta desafortunada nación, se pregunta uno asombrado, sobrevivir a tan colosal infortunio? Eso también nos lo debía decir Javier. Ahora, la filosofía de Stalin era, como todo el mundo sabe, el marximo- leninimismo. Por lo que este tipo, al decir que la filosofía estalinista fue un "problema aun mayor que el nazismo, lo que nos está diciendo es que el marxismo fue algo más indeseable y dañino que el mismo nazismo. Algo que ni los más recalcitrantes y furibundos anticomunistas del mundo han tenido el caradurismo, la falta de respeto hacia sí mismos y hacia los demás, de afirmar. Sobre todo, al considerar lo que llegó a a ser la Unión Soviética bajo la inspiración de esa doctrina y el mandato de Stalin.
Y eso no es todo, porque insatisfecho con los numerosos dislates en lo que había incurrido, el inefable Javier, asienta lo siguiente: "Hay un diferencia básica entre las víctimas de uno y otro. Bajo el nazismo, si eras judío , estabas muerto, sin mediar palabra, no había nada que probar: eras culpable por lo que eras. En el estalinismo, la mayoría de las víctimas eran juzgadas por acusaciones falsas; la mayoría no eran traidores y fueron torturados hasta confesar que lo eran". Y siguen unas líneas que debían constituirse en una delicia, en un festín, para los cazadores de gazapos, pues allí se dice lo siguiente: "El presidente de la República acaba de confesar (¡!) que existe un grupo de traidores quienes pretenden derrocarlo, según la siguiente textualidad". Para empezar, debía explicar qué significa eso de textualidad, porque si no estoy mal informado esa palabra no existe, es más, es la primera noticia que tenemos acerca de ella. Por otra parte, dice que el presidente confesó que existe un grupo (...). Confesar es un verbo polisémico, pero la parte que más tiene que ver con lo expresado por este señor, es definido por el diccionario de la siguiente manera: "Confesar: expresar voluntariamente sus actos, ideas o sentimientos verdaderos". O sea, algo así como: "yo debo confesar que estoy enamorado de esa hermosa mujer". De manera, que la palabra que debió utilizar fue "denunció". Porque eso fue lo que hizo el Presidente, denunciar verbalmente y no por escrito una conspiración en su contra. En fin, toda una aglomeración de frases sin sentido, de brutales atentados contra la sintaxis, la concordancia y demás normas gramaticales, que hacen imposible poder sacar algo en claro de lo que quiere decir. Y eso sin mencionar que lo que sale más mal parada de toda esa confusa retahíla de mentiras y frases mal hivanadas y peor construidas es la ética y la honestidad.
Lo último que le puede suceder a una persona es carecer del sentido del ridículo, pues eso le evitaría convertirse en el hazmerreír de la gente. Esto vale también para Javier, porque si él hubiera tenido ese sentido, no hubiera escrito algo que lo deja muy mal parado ante sus desprevenidos lectores. Esto lo decimos, porque lo que constituye un apoteósico homenaje a la incoherencia y al lenguaje cantinflérico es cuando escribe: "El presidente de la República acaba de confesar que existe un grupo de traidores quienes pretenden derrocarlo, según la siguiente textualidad". La verdad es que es difícil conseguir tantos grotescos errores juntos en tan pocas palabras. Ya hemos dicho que la tal textualidad no existe en el idioma castellano y que "confesar" es simplemente otra reverenda patada a las que nos tiene acostumbrados este señor. Sin embargo, a pesar de eso, estos dislates son una cosa de niños para lo que viene.
En efecto, como puede comprobarse, en una parte del artículo su autor expresa lo siguiente: "El presidente de la República acaba de confesar que existe un grupo de traidores quienes pretenden derrocarlo, según la siguiente textualidad". Es decir, que según el Presidente, los traidores pretenden derrocarlo con su propia textualidad. Entendiendo por textualidad, aunque está muy lejos de significar eso ni nada, las palabras del Presidente con las que denunció la conspiración en su contra. Más claro no canta un gallo, ¿verdad?
Y en cuanto a que durante el gobierno de Stalin se persiguió, se torturó y hasta se "chantajeó" a los traidores a la Revolución, nada nuevo, nada original. Son las mismas manidas y falsas acusaciones que occidente acostumbraba proferir contra la Unión Soviética. Sólo que un poco más inteligentemente expresadas. La verdad verdadera era que a esos sujetos se les brindaba las más amplias garantía para su defensa. Para empezar, eran juicios públicos y abiertos, a los cuales cualquier ciudadano podía asistir sin restricción ninguna. Tan abiertos eran, que a muchos de esos procesos judiciales asistían periodistas de los Estado Unidos. Periodistas que, como es de suponer, a lo único que se dedicaban, aparte de distorsionar lo que ocurría en eso juicios, era a buscar huellas y laceraciones en los cuerpos de lo acusados que demostraran los supuestos maltratos recibidos. Jamás encontraron una. Todo lo contrario, porque lo que comúnmente ocurría era que los procesados, en vista de las abrumadoras pruebas recabadas en su contra, terminaban confesando su traición. Cuan diferente a lo ocurrido con los esposos Resenberg, con Sacco y Vanzetti y con tantas otras víctimas de la intolerancia criminal de la venal justicia norteamericana. Porque de haber disfrutados estos seres inocentes de los mismos derechos y garantías que disfrutaron los traidores de la Unión Soviética, no hubieran sido ejecutados en la silla eléctrica.
Y por último, dos cosas más: Sacco y Vanzett fueron ejecutados en la década delos 20. Y en la de los ochenta, en un juicio ad hoc que se abrió para revisar su caso, fueron absueltos.
La revolución rusa fue un acontecimiento tan hermoso y cautivador, que John Reed, periodista norteamericano que viajo a Rusia para cubrir los hechos que en esa nación se estaban desarrollando, que no sólo se hizo comunista sino que también fue el fundador de este Partido en los Estados Unidos.
Isadora Duncan, excelsa bailarina norteamericana, esposa del industrial de ese país Paris Sínger, fabricante de las famosas máquinas de coser, viajó a Rusia con motivo de un festival dancístico que se celebraba en esa nación soviética. Con ella ocurrió lo mismo que con Reed, se hico comunista. De manera que compara el marxismo-leninismo con el nazismo, es querer llamar la atención por lo extravagante y lo ridículo.
NOTA: Señor Presidente, derogue el decreto que establece la regulación de precios. La gente continúa siendo víctima de los bachaqueros, pues los claps no llegan a ella con la regularidad deseada, por lo que es como si no existieran. La única excepción que establecería en esa derogatoria sería la del pan. Pues los que elaboran eestealimento,sea, los panaderos, han llegado al extremo de inyectarle aire a ese producto.
El gobierno colombiano anda con la alharaca de que soldados venezolanos han penetrado en el territorio de ese país. Aparte de que este reclamo de Santos es absolutamente falso y mentiroso, ¿se habrá dado cuenta este sujeto de que en el suelo de su país se encuentran instaladas siete bases militares de los Estados Unidos? Por supuesto que lo sabe ,y sin embargo no protesta. Por qué no lo hace, por qué no protesta un hecho que mancilla el honor de esa nación, liquida su independencia y soberanía y la convierte en una miserable colonia sin dignidad y sin decoro.
El paramilitarismo en Colombia es una institución del estado adscrita al ejército de ese país. Por eso convive tranquilamente con el resto de los organismos oficiales sin que nadie los moleste en absoluto.
Venezuela debía hacerles saber a los gobiernos títeres que en la OEA están promoviendo la aplicación de la carta democrática contra nuestro país, que si eso llegara a ocurrir, aquí no habrá elecciones para los lacayos al servicio del imperialismo yanki. Y, además, que se permitirá la presencia en nuestro territorio de países que quieran colaborar con nosotros en la defensa de nuestro independencia y soberanía. A Uruguay y Paraguay hay que exigirles el pago compulsivo o vía judicial, de la enormes deudas que esos países mantienen contraídas con el nuestro.
Entre las cosas que Venezuela perdería en un hipotético gobierno de la derecha está, además de la independencia y soberanía, el Golfo de Venezuela. Como ya durante el gobierno de Luis Herrera Campins, con el apoyo del alto mando militar, iglesia católica, medios de comunicación, acción Democrática, Copey, Fedecámaras y demás factores antivenezolanos que libremente actúan en nuestro país, estuvo a punto de perderse. Después de estas líneas trataremos de publicar de nuevo, a través de este medio, el artículo titulado "La hipótesis de Caraballeda". Y lo haremos, porque creemos, oíste Valderrama, que es conveniente tener siempre presente los enormes peligros a los que permanente se encuentra expuesto nuestro país. Este es un momento en el que todo venezolano de verdad a lo que debe dedicarse íntegramente es a la defensa de Venezuela. Cualquier otra actividad, sobre todo aquella que tiendan a romper la unidad que que debíamos tener en defensa de la patria, debía considerarse como traición a la misma.