La fiscal habló con independencia, con valentía, criticó... y todos los necios se confabularon contra ella. La vendetta es horrible, desde voceros calificados hasta la jauría anónima de internet. Pero, ¿por qué ocurre esto, qué significa?
Si revisamos el ataque a la Fiscal de la dignidad tendremos una buena radiografía de la realidad nacional, de la política. Y esa fotografía es alarmante. Veamos.
Primero, gente inteligente da rienda suelta al odio, a la Fiscal se le juzga, se le acusa sin la menor mesura, sin la menor reflexión, es un linchamiento. Esto es preocupante señal de la proximidad de la mentalidad fascista. Se le acusa desde el odio y desde el miedo, agachados en la trinchera del fanatismo. Se dice que no entiende el momento histórico, que nos pueden invadir y que ella, la Fiscal de la dignidad, se puso del lado de ese enemigo. Atrincherarse en el miedo y en el odio es inequívoca señal del fascismo.
Mala señal que gente inteligente la ataque con saña, por lo que dijo, que lo dijo con propiedad, documentada, tanto así que el mismo tribunal supremo se retractó, cosa nunca vista, que nadie desmiente que su diagnóstico de la confrontación esté errado. Pero esos mismos alarmados, acusadores, no se importan por la entrega de la Faja, o el Arco minero, los dólares para los capitalistas, los amoríos con cisneros, con mendoza, las razzias del operativo "olp", los abrazos a Kerry y a Shannon, o el ataque artero a la Constitución de Chávez, la declaración de que es para hacer un ¡nuevo sistema económico!, guillotinar definitivamente al Socialismo.
El ataque a Luisa Ortega indica que el gobierno está desesperado, sin ideología se debilitó y ahora se encuentra en ¡derrota estratégica! Todo lo que hace le sale mal, no consigue recuperar el amor de la masa, a lo sumo despierta su interés comercial egoísta. En esta situación de desespero, se pierde la ética y prospera el fascismo.
La situación es de alarma, el fascismo asoma en las filas de la oposición, el odio los motoriza, y a ese odio el gobierno opone el odio, la hipocresía. Esa es la situación hoy, dos bandos capitalistas, los dos deshumanizados, los dos iguales se disputan la liquidación del pensamiento y la obra de Chávez, del Socialismo. El gobierno procura apoyo con el chantaje, quien no esté conmigo es agente enemigo, es un vendido. La amenaza extranjera la han convertido en patente para cualquier barbaridad, argumento a sus disparates. La oposición busca apoyo en el odio ancestral al comunismo, a los cubanos, quien sea chavista merece quemarse. Y esos dos, los dos, son los sepultureros del Chavismo, del Socialismo que agoniza en la estulticia de estos gobernantes y el odio de la oposición.
Difícil el porvenir, el grueso de la inteligencia revolucionaria se rindió, se plegó a la barbarie, no piensa; al contrario, asiente las infamias, las ruindades de la cúpula. Y esa es una señal inmensa de la llegada del infierno. La tarea, el deber ya no sólo de los revolucionarios, sino de los hombres justos, los de buena voluntad, los humanistas es denunciar el peligro.
Luisa Ortega se crece atreviéndose a entrar en el terreno difícil, pero noble, necesario, valiente, de la disidencia, de la crítica a los monstruos y las monstruosidades, en el paradójico riesgo de defender el legado de Chávez, de hoy ser humanista más allá de las siglas.