Si el enemigo de mi enemigo es mi amigo ¿Qué debe ser para mí, el amigo de mi enemigo?
Partamos de esta interrogante para desarrollar la idea de esta nota, que no es otra que la de continuar en nuestro intento de desenmascarar a quienes disfrazados de revolucionarios y arropados en la crítica necesaria, disparan desde las trincheras de la derecha contra la revolución y sus líderes.
Con la desaparición física del Presidente Chávez, a la oligarquía venezolana y sus operadores políticos se les presentó la oportunidad de usar el nombre, la imagen, el discurso y el pensamiento del comandante para atacar la revolución que él mismo construyó.
Esa tarea no podían emprenderla con hombres como Capriles, Ramos Allup, Julio Borges o la loca María Corina; pues salir con esos esperpentos a decir que Chávez es traicionado por quienes tienen ahora la responsabilidad de conducir la Revolución Bolivariana sería una soberana pendejada.
La tarea de atacar la revolución a partir del sentimiento y el pensamiento chavista es una tarea tenía que ser asignada a gente con cierta imagen y trayectoria dentro del proceso revolucionario. Sólo si los responsables de actuar desde adentro tienen cierto grado de credibilidad dentro del pueblo chavista, la estrategia podría tener alguna probabilidad de éxito.
Seguramente ya usted debe haber identificado a algunos de esos que actúan como si tuvieran la receta para construir el socialismo, la cual, obviamente, no es la misma del gobierno. Ellos, según sus propias palabras, son los portadores del sentimiento y pensamiento del comandante, lo que los califica para acusar de traidores a quienes siempre le fueron leales.
El objetivo fue el mismo de los de ahora y la táctica actual una copia fiel y exacta de la anterior. La diferencia es que ahora Chávez no está (por lo menos físicamente) y los nuevos judas usan su nombre para sembrar desconfianza, división y desesperanza.
A estos vendidos cada vez resulta más fácil identificarlos, pues coinciden con la derecha en todo (hasta en las poses).